Contramadre

Almudena Agulló Mora es periodista, directora de EducaciónON y recientemente ha celebrado su tercer cumpleaños de madre. Si, su hijo ha cumplido tres años y ella también ha celebrado el día en que se convirtió en madre por primera vez. Hace un tiempo escribió este post, «Dedicado a todas las madres primerizas de parte de una madre primeriza y cuarentona súper orgullosa de serlo», y ha tenido la generosidad de compartirlo con nosotros. Espero que os guste.

Reyes.

“Contramadre”

He venido al mundo a ser madre… Todo, excepto mi pequeño Joan (3 años recién cumplidos), me importa a día de hoy poco o nada; no obstante, entiendo también a esas mujeres que, estando diseñadas como estamos todas para procrear, renuncian a tener hijos.

Porque la maternidad es el mayor acto de amor y generosidad de todos cuantos puede realizar el ser humano. El amor por el bebé comienza desde el minuto cero en que sientes a “esa personita” en tu vientre. Incluso antes de que empiece a moverse, a crecer, antes de que comienza cambiar tu cuerpo… y tu cabeza.

Pero hay tantíiiiiiisimo de mito en torno a la maternidad que hay cosas, y muchas, que nadie te cuenta:

El bajonazo post-parto: sí, la depresión post-parto (por recurrir a una etiqueta), ese estado de shock en el que entras en cuanto te ponen a tu cachorrillo en los brazos, exhausta como llega una a ese momento después de dar a luz, y que luego se convierte en cansancio físico y anímico elevado a unos niveles que te descolocan.

El sometimiento a juicio constante: con la presión social sobre la mujer hemos topado… Que si haz esto así, que si el bebé tiene frío, que si tiene calor, que si está gordo, flaco o tiene mucho o poco pelo… Uf, uf, uf… Pero… ¡¡por favor!! Si en esos primeros días o semanas después de parir sólo tienes fuerzas para atinar a hacerlo bien y descansar a duras penas; está una como para escuchar y aguantar consejos varios del primero que pasa por su lado… ¡¡Ay, madre, qué sinsentido!!

Los sentimientos de culpa y soledad: sí, así es… esa maldita palabra, culpa; un sentimiento por desgracia inherente a la condición de ser madre y que se suma al de soledad… Porque solas estamos todas o la mayoría en esta maravillosa aventura de la maternidad, aunque tengamos al lado al mejor marido y padre del mundo. Pero, no nos engañemos, los hijos son de la madre y para la madre. El hombre no se entera de la película, sobre todo cuando nuestros niños son cachorrillos. Y no es una crítica ni mucho menos un reproche. Es la realidad.

Por eso, reivindico el espacio vital de toda mujer, también y más aún si cabe, cuando ha sido madre; y alabo a todas las que siguen queriendo ser personas; que no, que la vida no se acaba, empieza una nueva, obviamente, diferente.

Admiro y aplaudo a todas aquellas que luchan día a día por seguir trabajando, compatibilizando familia y trabajo; que intentan seguir leyendo, paseando, viajando, que siguen, por ejemplo, enganchadas al teléfono móvil; es decir, a todas aquellas que quieren seguir VIVIENDO (disfrutando de la vida, así de simple y de complejo).

Y a las que pisotean los estereotipos sobre la maternidad, hablando sin tapujos sobre cómo se sienten, sobre lo bueno y lo malo; a las que se ríen del “qué dirán” y son fieles a sí mismas; a las que reconocen abiertamente que no llegan a todo en su día a día y ni tan siquiera lo pretenden; y a las que les da igual la barriguita (léase cambio en el cuerpo en toda su extensión) post-parto y comen todo lo que les apetece. ¡¡Faltaría más!!

A todas aquellas que, en definitiva, defienden su IDENTIDAD COMO MUJERES.

Porque si tener hijos implica limitar nuestro mundo, apaga y vámonos… Y la verdad, no me siento ni peor ni menos madre que otras por seguir queriendo hacer mi vida como persona autónoma e independiente.

Repito… He venido al mundo a ser madre.

Almudena

 

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