Hubo un tiempo en que conocí a una ejecutiva de una gran empresa cosmética internacional. Habla 5 idiomas, se pasaba su vida laboral viajando por toda Europa y aprovechábamos su paso por la ciudad para escaparnos un rato a tomar un vino y que me pusiera al día de su ajetreada vida. Hoy su vida sigue siendo ajetreada porque esa dedicación 24/7 ha cambiado de objetivo, su familia numerosa ha pasado a ocupar sus días (y sus noches) y ahora nos vemos en el parque infantil cuando el resto de nuestras ocupaciones nos permite sacar una hora para que ellos se diviertan y nosotras nos pongamos al día.
Con todo esto he conseguido que mi amiga Mar Padrino saque un rato para escribir «un Bacalao» y este es el resultado. Seguro que más de un@ se reconoce en algún párrafo.
Reyes
Hubo un tiempo
Hubo un tiempo en el que esta madre de familia numerosa que ahora va cargada de pañales, ropa para los «porsiacaso», juguetitos para las sobremesas y el inseparable stick de árnica… lucía vestidos de la talla 36, bolsos de firma y taconazos.
Lo sé, somos madres en desuso. Por diferentes motivos, muy pocas son las que hoy en día se dedican en cuerpo y alma a la ardua tarea de la maternidad exclusiva. Hacemos noches, días y festivos como cualquier otra madre, únicamente no desconectamos jamás del trabajo. Hay que estar siempre pendientes de preparar disfraces, excursiones y cumpleaños. Somos las responsables de recordar las citas de vacunas, preparar comidas y comprar vestuario. Artífices de la organización de las agendas de escuela, actividades lúdicas, médicos y un larguísimo etcétera.
Y todo esto sin licencia para cometer errores. ¿Que se nos ha olvidado el agua en la merienda? Culpa nuestra. ¿Que se nos pasa una cita con la pediatra? Culpa nuestra. ¿Que los niños están cenando más tarde de lo normal? Culpa nuestra.
Somos las madres invisibles que acudimos a festivales, reuniones del cole, charlas (principalmente de otras madres que hablan de cómo ser buenas madres). No se nos ve, pero no nos perdemos ni un evento por insignificante que parezca.
Somos las madres que nos sentimos inmensamente culpables por dejar a nuestros hijos un par de horas para ir a la esteticién, las que lloramos a escondidas cuando nuestros hijos se enfadan con nosotras por no dejarles ver la tele o prohibirles comer más chocolate y las que pecamos de rectitud para evitar por todo los medios los temidos «niños malcriados».
Somos las madres que dejamos atrás nuestra vida con nombre propio para ser mamá de Fulanito, Menganita y Sotanita.
Somos las madres que dedicamos nuestro 100% a este trabajo para el que nadie nos preparó y del que nos exigimos resultados altísimos.
¿Y por qué? Porque queremos tener a los niños más felices, y si leemos que la matronatacion es sana… ¡apuntados a natación!. ¿Que fomentar los vínculos con las tradiciones les aporta estabilidad? Inscritos a Hogueras, Semana Santa y fiestas de Moros y Cristianos.
¿Pero de qué me quejo, si hago lo que quiero y además por elección? Pues tal vez me queje de vicio porque de ser madre no se ha muerto nadie.
Hace poco, una amiga me hizo frenar en seco y plantearme que la lactancia es agotadora por lo que físicamente acarrea… ¿será verdad? Será que quizá por eso estoy sin tanta energía. O quizá será porque en nuestro trabajo da igual que sea lunes que domingo, porque aquí no hay vacaciones ni días de descanso?
Y cuando me dicen con ese tonillo : «Mujer, de qué te quejas? Si tú no trabajas!!» Pues no señor, no es cierto que no trabaje. Lo que no hago es cotizar, pero de trabajar, créame que no paro.
Mar