¡Hijo a la vista!

Cuando cumplí los cuarenta pensé que había capítulos de mi vida definitivamente cerrados. Y resultó que no. Que la vida me guardaba otra sorpresa. Una de las mejores de toda mi existencia. Respira hondo. Suspira. Y grita. ¡Hijo a la vistaaaaaaaa!

“¿Embarazarte por tercera vez y empezar a criar de cero?” me llegaron a decir. Y es que, a estas alturas, todavía queda algún que otro marisabidilla para los que una mujer más allá de los 30 es muy mayor para quedarse embarazada. Aun así, jamás noté una mirada de desaprobación. Pero sí muchas de asombro.

Me di cuenta que la mayoría de mis amigas ya habían terminado de criar. ¡Algunas hasta son abuelas! Casi dos décadas llevo metida en esto de la crianza y os confieso que, en más de una ocasión, me ha dado vértigo pensar en ello. Pero yo, erre que erre, estaba absolutamente segura de lo que hice. Jamás me planteé que edad tendría cuando él cumpla 20. Y tampoco si llegaré a conocer a mis nietos. Supe entonces, y sé ahora, que aún tengo mucho para dar y para disfrutar. ¡Ni ejercer la maternidad a 40 grados me hizo rendirme!

Desafié al destino. Reposo, náuseas, amniocentesis…mis hormonas se quedaron como locas. Grietas en la piel. Y cesárea. Una maravillosa costura para toda la vida que te recuerda a un pequeñajo que tal día como hoy, 5 de agosto, cumple años.

Ir por la vida con una panza a los 40 no significa dejar de ser mujer para ser madre. A pesar de los 22 kilos de barrigón, la naturaleza se portó muy bien conmigo. Me resistí a pensar que mi vida como mujer se estaba acabando. ¡Nada de eso! Ni para el amor, ni para sexualidad, ni para la maternidad.

Volver a ser madre entradita en años tiene su aquél. Para lo bueno y…lo no tan bueno.

Susurrarle bonito mientras duerme. O quedarte en silencio frente a él al despertar y que la primera cosa que vea sea la cara boquiabierta de su mamá.

Ver cómo sus diminutas manos van creciendo hasta volverse rechonchas. Y cómo se frota los ojos disfrutando de vete a saber qué sueños.

Sus primeros pasos directo a tus brazos. Momentos de felicidad absoluta. Porque la felicidad es eso, algo pasajero que la mayoría de las veces ni lo vemos.

Ganas de meterte en la cuna y llorar a su lado. Esas noches que casi no te puedes levantar de la cama. Y a pesar de todo te levantas…una vez más. Y volver a sentirte la peor madre del mundo, el peor ser humano del planeta por acusar el cansancio.

De nuevo los miedos de primeriza. Esos de no saber qué hacer. Y cuando aparecen, volver a sacar pecho, hacerte la valiente y calmarle a fuerza de abrazos. Venciendo sus temores sin dejar ver los tuyos.

Su primer diente. Esos balbuceos que hacen de ti su traductora preferida. Nuestro primer cine juntos: Toy Story 3. Cuando sale corriendo con sus amigos y aun así no esquiva tus besos. Limpiar su cara sucia de chocolate. Esa madre fan, aplaudiendo a rabiar, que le hace “morirse de vergüenza”. Porque, además de ser madre ¡soy imperfecta!

La experiencia, a veces, no ayuda mucho. Grandes dosis de buena voluntad, improvisación, aciertos y errores. Da igual que sea la primera, la segunda o…el tercero. Cada hijo es diferente. Cada uno necesita su tiempo. Tengo tres hijos y algo he aprendido de unas y otro: ¡Son capaces de desarmarte y no saber qué decir!

Es la hora de, metida en la crianza hasta el cuello, enseñarle las cosas importantes. Las de verdad. Dejarle imaginar. Dejarle ser. Decirle que en este mundo es posible la felicidad.

Pero llega un día. El día que te da su primer beso. Y entonces, por alguna extraña razón, le agarras con todas tus fuerzas para que nunca jamás escape de ti. Y te preguntas, con un nudo en el estómago, qué harás cuando no le puedas achuchar. Y piensas que sí. Que, a pesar de todo, esto de la vida pasa muy rápido.

Pagaría lo que fuera por poder ver por un agujerito cómo será su vida sin mí. Y para que siga buscando mi mano cuando vayamos juntos por la calle, a pesar de ser ya un afamado futbolista.

Porque, tenga la edad que tenga, seré madre las 24 horas del día, siete días a la semana, durante el resto de mi vida.

Él sólo será niño una vez. Y sin vuelta atrás.

Coco

Autora de la fotografía: Coco (Agosto, 2015)

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4 COMENTARIOS

  1. Que preciosidad! Me han saltado las lágrimas. Que gusto da ver familias tan bonitas y unidas. Un beso desde el corazón

    • Te diré que cada vez que lo leo, lo revivo minuto a minuto. Una de las experiencias más bonitas de mi vida.
      ¡Muchísimas gracias por tus palabras!

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