Hay días raros. Días que, al fin y al cabo, sólo son trozos de nuestra historia. Meros detalles de lo que somos. No hay más.
Esas mañanas de esos días raros me despido frente al espejo recordándome que tengo que ser feliz con lo que pueda y disfrutar sin tener que ir explicando por qué hago lo que hago. Porque, por más que lo intente, he comprobado que no puedo tener el control de las cosas. Y que las cosas, simplemente, pasan. Sin más. Y es que, a veces, ser feliz significa eso: levantarte un día y decidir que quieres serlo.
Hace tiempo, además, elegí no hacer planes en esos días raros. A veces, cuando una está gris, no hay nada más sano que la autoayuda bien entendida. Y no. No hablo de ser feliz por narices. ¡Que le den a las frases motivadoras con bosques color sepia! No es momento de sutilezas. Vivimos rodeados de mensajes que nos dicen lo imperfectos que somos. ¡¿Y qué?! ¡No tengas tiempo para esas tonterías! ¡Huye de la perfección! ¡Me agota! Y me agota porque, en uno de esos días raros, descubrí que incluso en el infierno está la belleza.
Hablo de la belleza de dejarte caer al vacío, de espaldas y…sin mirar atrás. O de decir sí y equivocarte. Entregarte sin ninguna garantía y…perder. O hacer lo que te pida el cuerpo sin importar la opinión de los demás. ¡Mejor hacerlo mal que no hacer nada!
No hablo de irse. ¿Escapar? ¡Jamás! Como mucho, alejarte un poco para poder sanar de aquello que nos “molesta”. Hablo del momento de seguir aun cuando no quede ni rastro de las razones que un día nos emocionaron. Porque ser feliz también es ir perdiendo cosas. Y no. No se trata de tirar la toalla. Se trata de seguir descubriendo de qué va este juego al que llamamos vida pero…a otro ritmo.
Hablo de que, hagas como lo hagas, nunca te rindas. Y si te rindes, no llores. Lloriqueando no solucionarás nada. Y no descanses aunque en los días raros te cueste. Pon a prueba tu resistencia. Este juego es mucho más interesante cuando haces un pequeño esfuerzo. ¡Las cosas no llegan solas, queridos!
Hablo de enfrentarte a tus demonios y confiar. ¡¿Qué haces dudando?! Sigamos. Hay que seguir. Sin excusas, por favor. Seguir es mucho más elegante que rendirse y…¡no pasa de moda!
Hablo de…tantas cosas.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest