Miro el calendario y veo que se acerca el día del libro y la flor. Hay “Días de…” y “Días de…” Y el Día del Libro es uno de mis “Días de…” favoritos del mundo mundial. Porque además de estar hechos de células, tejidos, órganos y unas cuantas cosas más, estamos hechos de cosas que no se ven pero que también son nuestro yo. De libros, por ejemplo. Somos ellos…y sus circunstancias. Basta un libro para hacernos sentir. Al fin y al cabo, leemos para emocionarnos. Con ellos amas, sufres, vives, mueres…sientes. Todo eso y más lo da el poder curativo de leer. Y es que por mucho que busques no encontrarás nada que dispare tanto la imaginación, ponga en marcha la materia gris y abra todos los poros de la piel como un libro. Cada uno tiene algo que enseñar. Y cada uno con efectos secundarios.
Los libros no esclavizan…aunque algunos atan. Su poder es demoledor. Presta atención cuando caiga uno entre tus manos y comprobarás cómo hacen que conspiren los sentidos. Hablan con el volumen que tú quieras. Suenan al ritmo de las páginas al pasar. Con tan solo olerlos sabemos que están cerca. De algunos hasta sufrimos los golpes en nuestra piel. ¿Y el sabor? Unos saben a agua con chocolate, otros a duelos y quebrantos y otros -cómo no- a pan y vino. Cuando lees no sólo imaginas ¡sientes! Y el que diga que no siente nada ¡miente! Cada sentido está ahí. En estado de alerta. Preparados para hacer su trabajo, preparados para emocionar. Nadie sale indemne de los libros.
Los libros respiran… ¡y no estoy exagerando! Saben qué teclas tocar para engancharte y que acabes cerrándolos con una sonrisa. Los hay que debes entrar en ellos sin equipaje y fluir. Con otros llegas a olvidar donde está el mundo real y donde está la ficción por culpa de ese ese baile de imágenes en forma de palabras y metáforas que no te deja ni dormir. Hay libros que son puro Prozac, los lees y tu ritmo cardíaco disminuye. Algunos te regalan personajes que se quedan para siempre y acaban siendo parte de tu “familia”. Donde haya un libro, hay un amigo cerca. Son el mejor remedio contra el aburrimiento y el más fiel compañero. Buenos camaradas, siempre tienen una conversación interesante. Y no juzgan, pero nos hacen reflexionar. No te piden cuentas ni te cuestionan, pero algún fragmento habrá que te llegue al alma. Y cuando les necesitas, ahí están…como los amigos de verdad.
Cuando estés que ni te soportas, ponle literatura a tu vida. Es uno de los mayores placeres que nos da la soledad. Lee despacio, viviendo cada palabra, cada párrafo, cada capítulo…y así hasta el final. Y cuando llegues al final, saboréalo. Y después, ya sabes: una historia te llevará a otra. Otro libro te estará esperando. O tú a él.
P.D.: Fueron mis padres los culpables de semejante adicción. Feroz adicción. Alabados sean ellos. Mis padres…y los libros.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.