ESTÚPIDOLANDIA

No puedo con ellos. Lo confieso. Intento poner en práctica todas las técnicas para entender el comportamiento y la forma de ser de determinadas personas. Utilizo todas las herramientas que se supone son infalibles para mantener una conversación -y algo más- con ese tipo de gente, pero definitivamente NO. Y es que la estupidez existirá…SIEMPRE.

Y ojo. Seguro que tenéis en mente a alguien cercano de semejantes características, pero yo voy un pelín más lejos. Me refiero a esas personas que tienen la consideración de gente preparada, con un currículum y una trayectoria digna de enmarcar. Me refiero a esa gente que nos representa y gestiona -de alguna manera- nuestras vidas. Y lo gordo es que son una especie que, por muchos adelantos y progreso que vivamos, jamás estará en peligro de extinción. La estupidez es altamente contagiosa y hoy en día se viraliza como la pólvora. Por eso, y porque los humanos nunca aprendemos, el ser gilipollas siempre tendrán su sitio.

A ver. Que vaya por delante que todos, en mayor o menor medida, somos estúpidos o lo hemos sido alguna vez, pero los hay que se llevan la palma y son estúpidos 24/7 por mucha capa de súper héroe o súper heroína que vistan. También creo que las estupideces son necesarias en la vida. No concibo el día a día sin alguna tontería que otra. Dan algo de vidilla a la rutina de cada uno. Es más, diría que son absolutamente necesarias. Pero cuando la cosa en lugar de uso se convierte en abuso…¡sálvese quien pueda!

El estúpido no se da cuenta porque vive en Estúpidolandia y su mundo es sumamente minúsculo (a pesar del nivel de inteligencia que gastan algunos), pero los que los sufrimos gastamos muchas energías intentando sobreponernos una y otra vez a sus payasadas. Se dedican a difundir sus gilipolleces día tras día de una forma tosca y, a veces, hasta ordinaria. Algunos están tan enamorados de sí mismos, están tan convencidos de que sus simplezas son altamente interesantes que no se dan cuenta de que con tanta tontería el valor de sus actos queda totalmente diluido. Y esto es así porque los que les sufrimos al final no nos quedamos con el valor que pueda tener su gestión, nos quedamos pasmados con la cantidad de mamarrachadas que tenemos que verles hacer para extraer lo que de verdad importa.

Empiezo el año a tope de grinch. Lo sé. Y la culpa es mía. Única y exclusivamente mía. Lo reconozco y entono el mea culpa donde haga falta. Porque, a pesar de los años que gasto y de la experiencia acumulada, siempre (o casi siempre) me pillan con la guardia baja y me la meten doblada. Tal cual. Y eso me enfada. Así que le pido al 2024 (y siguientes) que, por favor, traiga sacos de cordura a toda esa tropa y a los coros rocieros que les acompañan. Que estamos en sus manos para muchas cosas. Y que, precisamente por eso, analicen su comportamiento y apliquen algo de prudencia en sus manifestaciones y en sus salidas a escena, porque cuando hacen tanta patochada no están hablando por sí mismos. Nos están representando a muchos. Y por ahí…por ahí NO.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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