UNA DELGADA LÍNEA…

Cuando en un diario económico de cierto prestigio lees que los japoneses se están marchando de las ciudades para vivir en el campo, trabajar con sus manos y en sus ratos libres sólo leer, toca reflexionar. Algo está pasando.
Si cae entre tus manos otro semanario del mismo prestigio, resulta que la felicidad también depende de otras cosas: del amor, del tiempo libre, de la familia, de los amigos…
Las noticias llevan una temporadita repitiendo una y otra vez que los países más felices del mundo no son los países ricos. Sin embargo, nosotros, que formamos parte del «club de los privilegiados», no nos damos mucha cuenta de esto. Pero si nos fijamos un poquito en una situación de pobreza cualquiera (no hace falta ir muy lejos) podemos comprobar cómo para los que la sufren, cualquier avance conlleva felicidad. Ahora bien. Cuando se alcanza cierto nivel de ingresos y bienestar, la alegría que esos pequeños avances nos dan va desapareciendo. Ya no es suficiente. ¡Queremos más!
¿Por qué? La psicología sabe la respuesta. Según parece “los estímulos dan placer pero si se repiten habitualmente dejan de darlo”.
Y…¿Por qué os estoy diciendo todo esto? Porque acabamos de salir de ese invento que se llama black friday donde he visto la avaricia en persona. Gente con los ojos fuera de sus órbitas a la caza del «trofeo»… Sé que eso suena fatal pero es tal cual. ¿El precio? ¡No importa! ¡Lo puedes pagar a crédito!

No quiero ni pensar con la que se avecina en menos de un mes. Está comprobado, con cifras espeluznantes, que un importante porcentaje de los regalos de Navidad se devuelven. Al que compra no le importa que los necesites o no. Es el hecho de sacar los billetes del bolsillo o la tarjeta de la cartera lo que a la gran mayoría le hace feliz. Tranquilos. Sólo algunas personas lo experimentan. Y, según confiesan, sienten un pico de dopamina que da paso a una placentera sensación de cosquilleo en la cabeza que, posteriormente, se expande por todo el cuerpo.
¿Así que la vida es eso? ¿Hormigueos y cosquillas?¿Poder y querer? ¿Picos de dopamina? Con todos mis respetos, eso es sencillamente UNA DELGADA LÍNEA ENTRE PARECER GILIPOLLAS Y SERLO.
No vengo a hablar del ser humano ni de los gilipollas. Para otro día si eso. Ahora bien ¿por qué si de niños pasamos por alto todo esto cuando alcanzamos una edad, según los especialistas, mostramos entre aspiraciones y deseos el memo que llevamos dentro? ¿Es culpa también de la dopamina?
Aunque cada uno seamos felices a nuestra manera, las investigaciones coinciden en decir que sólo necesitamos salud, amigos y una cantidad RAZONABLE de dinero. Fin. ¡Pues no! Resulta que somos auténticos esclavos del dinero. No cambia en nada que seamos más listos que antes o que tengamos más estudios y estemos mejor informados. Cualquiera puede caer en sus redes. Es el verdadero placer de la época en que vivimos. Y no. No todo reside ahí. La vida no es sólo dinero. ¡El dinero no existe! (dicen) Lo que existe es nuestra relación con él y cómo lo usamos. (Y esto tampoco lo digo yo).

A estas alturas nadie discute que buscar la felicidad basada en el dinero ya no se practica en muchos países del mundo, como en Japón. ¿Dónde está el placer de buscar, descubrir, experimentar…?¿No es  mejor eso que la felicidad instantánea de tenerlo? Si esto no es suficiente, dejemos en paz a la dopamina.

Deberemos hacer un cambio de chip…como en Japón.

 

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

 

 

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