A mí, por fortuna, me da lecciones todo el mundo. Siempre aprendo algo nuevo y, sinceramente, lo considero una suerte. No me canso de aprender de los demás ¡Son tantas cosas las que he podido descubrir! (Otra historia es que sepa poner en práctica todo lo que me enseñan).
Aprender todos los días y aceptar lecciones de todo el mundo…eso también es la vida. Y un buen ejercicio para el corazón. No hablo de ciencia y tecnología ni de leyes. Hablo de pisar la tierra. Del mundo de las pequeñas cosas. Esas que, a fin de cuentas, suelen ser las más grandes. Porque si no somos capaces de hacer bien las pequeñas cosas, tampoco seremos capaces de hacer las grandes. Y las cosas empiezan en el día a día, en casa. Y después, todo lo demás. Porque si lo que queremos es cambiar el mundo, nuestro mundo, el primer paso será ¿haciendo la cama? Porque si no…es puro teatro.
A esos que me dicen “a mí nadie me da lecciones”, les diré que a mí SÍ. Que yo soy de las de cuéntame y olvido pero enséñame y recuerdo. Aunque a veces creo que no aprendo. Que a estas alturas ya no hay nada que hacer conmigo. Y eso me cabrea. Luego viene ella y me suelta que me machaque lo justo y que un poco de miedo es muy sano; pero que todos, T O D O S, tenemos defectos y demonios en la cabeza. Y que aunque crea que no, sólo algunos, A L G U N O S, han aprendido -de verdad de la buena- a sacar lo mejor que tienen. Porque lo que nos pasa a la gran mayoría es que tenemos que aprender a aprender de los demás. ESO.
Ella siempre me dice que cuanto más brillante se cree uno, más tiene que aprender. Y que lo que creemos que ya sabemos es, a menudo, lo que aún no hemos aprendido. Que sabiduría es aprender qué pasar por alto y, precisamente por eso, conviene recordar de cuando en cuando que no hay que tomar decisiones tajantes sobre sentimientos pasajeros, ni hablar mal de lo que no sepamos, ni juzgar lo que no hemos visto. Que enseña más una verdad que duela que una mentira que ilusione. Que no vale esconderse cuando vienen mal dadas y que SÓLO tienes derecho a mirar a otro hacia abajo cuando tengas que ayudarle a levantarse. Y, para rematarme, también me dice que tome buena nota de todas esas enseñanzas que no se pueden comprar y únicamente se aprenden a base de caídas y golpes, porque aquí aprendemos haciendo y cayendo. Y es que hay lecciones de vida…que duelen.
P.D.: Cuando me cuenta todo esto, se me pasa el cabreo…y vuelta a empezar.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.