Todo cambió el 11 de marzo del año pasado. Ese día se declaró la pandemia de la COVID-19. El virus que marcó nuestras vidas. El planeta entero se paralizó. La vida se detuvo en seco. De marzo a marzo…un antes y un después.
De marzo a marzo, el terrible precio que se ha cobrado el bicho demostró la fuerza de la naturaleza y la debilidad del ser humano. Fue ese marzo cuando una bacteria decidió que el mundo ya no volverá nunca más a ser igual.
De marzo a marzo, un año de emociones. De ir contracorriente, de daño. Con ansiedad, miedo, insomnio, depresión, angustia, tristeza…cansados y agotados. De no poder ver a nuestros mayores, ni despedir a los fallecidos. El drama del paro, la crisis, los ERTES…
De marzo a marzo cifras terribles de muertos, miles de contagios y los hospitales colapsados. Demasiadas muertes…y sumando. En nuestra memoria queda esa cita de las 8 de noche, desde ventanas y balcones, para rendir homenaje a sanitarios, enfermeros, limpiadores, camioneros y…al cajero del súper de la esquina. No han sido pocos los que terminaron contagiados durante su trabajo. Demasiados profesionales dándolo todo. Porque los héroes SÍ son de carne y hueso. Cuando salgamos, no nos olvidemos de esto.
De marzo a marzo unas nuevas normas que nos marcaron para siempre. El gel, las videollamadas, calles desiertas, bares cerrados, el teletrabajo, la comida a domicilio o el toque de queda…¡No sin mi mascarilla!
De marzo a marzo, improvisando, tanteando, probando una vez y otra hasta dar con la fórmula. Viviendo a cámara lenta. De forma diferente a la que nos habían enseñado y acostumbrado, echando de menos la antigua rutina. Esa misma rutina que tanto nos agotaba hace un año resulta que era algo bueno. De marzo a marzo ha vuelto la paciencia y la humildad.
Y así una lista interminable de sentimientos, día sí y día también.
Porque…
De marzo a marzo algo hemos aprendido. (¡ojo! algunos no han aprendido nada de nada). Hemos leído y escuchado. Nos hemos acostumbrado a oír que ha habido cosas que no se han hecho bien. Nos hemos dado cuenta que no nos gusta estar solos. Hemos comprobado que nunca debemos dar nada por sabido, que todo puede ponerse patas arriba de un momento a otro. Que éramos felices y no lo sabíamos. Hemos entendido, grabado a fuego, que nuestras decisiones no sólo nos afectan a nosotros. Nos afectan a TODOS y TODOS debemos ser parte de la solución. Que aún queda mucho camino por recorrer (a pesar de que ya llegaron las vacunas) y que mientras tanto…seguiremos aprendiendo.
De marzo a marzo, hemos visto que la crisis viene con oportunidades. La oportunidad de disfrutar de lo que nos estábamos perdiendo en el día a día. Que cada día cuenta y que somos más fuertes de lo que pensamos. Que lo digital, criticado sin freno, ha sido lo que nos ha mantenido unidos con nuestra gente. Que todo está en continuo cambio. Que vivir con menos es posible. Que unidos somos más fuertes…valorar lo importante.
De marzo a marzo, dudo que esta lista tenga fin. No sabemos si la pandemia nos ha hecho mejores, pero sí que hemos tenido que aprender a marchas forzadas y…con hambre de abrazos.
P.D.: De todo se aprende.
Coco.
Fuente de la imagen: Pinterest.
Bonita reflexión, bonita tu.
Bonitas enseñanzas las de este año que nos acompañarán hasta el último día.
¡Un besazo gigante!