Sobreviví.
Después de no sé cuantas “comidas de empresa” y reencuentros con amigos que vuelven a casa por Navidad sigo viva. Ha sido intenso y divertido. Intenso porque dispones sólo de unos pocos días para decirle a tu gente más cercana que mola mucho, para compartir con tus compañeros de trabajo momentos diferentes a los del resto del año o para desmelenarte con amigas que también necesitan un desmelene de vez en cuando y qué mejor que en estas fechas. Y divertido. Muy divertido. En unas horas dejas de lado esas historias que te preocupan, algunas innecesariamente, y las conviertes en puras anécdotas gracias a la guasa que gasta tu vecin@ de mesa bajo los efectos del “muérdago”. ¿Qué sería de nuestra Navidad sin el tipo coñazo, la de la risita estridente, el sabelotodo…?
¡Estoy muerta!…pero deseando repetir. Deseando volver a disfrutar de esa segunda ronda de chupitos que traen de regalo un dancing en todo lo alto y una ristra de chistes a cual más malo pero… ¡momentazo! O flipar al ver cómo, al ritmo de los peces en el río, aquel que nunca oíste su voz resulta ser ¡un auténtico barítono!
Ha habido abrazos, besos, alguna lágrima que otra y risas. Muchas risas. Esas te que hacen creer que la Navidad realmente es especial porque, sí o sí, estas cosas solo pasan en Navidad.
Y ahora, con vuestro permiso, voy a atender al pavo. Llegó su momento. Me espera en la cocina deseoso de que le meta en horno para recibir a mi familia con sus mejores galas. Ya hemos elegido el vino que le acompañara esta noche. La noche promete…
Coco
Fuente de la fotografia: Pinterest