Ese día la cacatúa que tenía instalada en la cabeza estaba especialmente follonera: “¡Correeeee, corre que no llegas y te la vas a cargar!” le repetía una y otra vez como si de una letanía se tratara.
Era uno de esos días de locos. De esos en los que tienes mil cosas por hacer y todas tienen que ser “¡PARA YA!”. Contestar el móvil, responder ese whatsapp urgente y mandar la documentación dentro del plazo establecido, etc. etc… Por no hablar de varias llamadas perdidas y la reunión a la que iba a llegar mínimo 5 minutos tarde. Ese “PARA YA” que le empujaba a correr, a no entretenerse en nada y a hacer, hacer y hacer… ¡Ansiedad!
Os suena, ¿verdad? Es ese momento en que la vida se convierte en una interminable lista de tareas por resolver y todas al mismo tiempo.
Fue entonces cuando se puso la capa de “YO PUEDO CON TODO” y al intentar volar… ¡zasca! ¡Contra la pared! Pronóstico: ceja partida, 5 puntos de sutura y gafas a la basura.
De pronto todo dejó de tener importancia y se dio cuenta que lo importante era ella. ¡Un poco tarde querida!
Y es que una de las palabras que más nos cuesta decir es NO. Eso y el creernos imprescindibles pensando que, si tu no haces las cosas, nadie las hará. O, lo que es peor, creerte que eres la mejor del mundo mundial y que como tú haces las cosas, no las hará nadie.
Administrado en pequeñas cantidades el “YO PUEDO CON TODO” ayuda mucho en el día a día, sobre todo para que las piezas del puzzle encajen perfectamente: trabajo, extraescolares, amigos, vida en pareja…pero es en saber qué dosis administrar donde fallamos. A partir de ese preciso momento es cuando la vida se convierte en una carrera de fondo donde lo que cuenta es resolver de forma rápida y efectiva los problemas propios y ajenos. El creer que podemos con todo y con todos. Incluso con los posibles errores y con planes B, C o D…que fueran necesarios.
Metidos en la vorágine organizamos nuestras vidas con actividades cronometradas al milímetro y es entonces cuando, sin darnos cuenta, hacemos del estrés algo natural. ¡PUES NO! Lo natural no es estar todo el día corriendo. El ir de malabarista por la vida y creer que hay que hacerlo todo a la vez porque no hay ni un segundo que perder es nuestro gran error. Sin embargo el estrés sí es la respuesta natural a todo esto porque nos guste o no cuando lo sientes…el cuerpo responde.
La próxima vez permítete ser imperfecta.
Quiérete un poco más. Sin reproches. Sin desprecio.
Era tan fácil como haber parado un momento.
Parar, y respirar, para que la cacatúa se hubiera tomado un descanso y a la vez darse cuenta de cómo le hacía sentir.
Pararte a ti y parar al resto con un… “NECESITO UN RESPIRO”.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest