¡ A SUS PIES!
Como casi todo lo que pasa en este último año, “la culpa” es del p…virus. Del virus a la mascarilla y de la mascarilla a…Rosa Escandell. Menos de los 6 grados de separación que, según wikipedia, prueba que cualquiera en la Tierra puede estar conectado a otro a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios para conocer a este pedazo de mujer. ¡Unos privilegiados, oiga!
Cuando fuimos a conocerle no teníamos ni idea de a quién nos íbamos a encontrar. Bueno, algo sí sabíamos de ella, pero cuando la tienes frente a frente y narra, tras la mascarilla y con su fuerte mirada, los gestos de sus manos y un tono de voz que contagia, cómo ha sido su vida y lo que ha vivido, te das cuenta que no tenías ni idea de la persona que es.
Rosa, después de mogollón de años trabajando en la banca para otros y con un “yo puedo hacer cosas para ayudar a los demás” dando vueltas en su cabeza, se pone manos a la obra. Empezó pisando fuerte, en Kenia. Puso en marcha ADCAM (Asociación de Desarrollo, Comercio Alternativo y Micrócrédito), una ONG para las mujeres artesanas masai. Todo un homenaje al trabajo que hacen con sus manos. Ellas aportaban el diseño y la asociación se encargaba de la venta. Así se ha creado una escuela y un campamento al que acuden voluntarios que quieren conocer el proyecto de primera mano.
En 2007, mano a mano con su madre (no hay mano mejor), dió un paso más y se fue a la cárcel de Villena para poner en marcha el Programa de Reinserción de Mujeres (PRM). Esa fue la semilla: enseñar a coser a las reclusas como medio de abrirles camino en el mundo laboral real. Creando empleo y un futuro para las más vulnerables.
Un año después nace su marca, la marca Malas Meninas, que es la verdadera tarjeta de visita de la empresa. Su moda es moda consciente y hacen de todo: productos textiles, uniformes laborales o regalos de empresa. Han fabricado para La Oca o Coronel Tapioca, entre otros.
Pero lo suyo va más allá de una venta. Lo suyo no es una empresa en la que se repartan dividendos. Todo lo que ganan lo invierten. Por eso, de pronto, un día se dio cuenta que el trabajo de esas minorías nunca llegaría a buen puerto sin inversores. Ella había empezado el círculo, pero para completarlo y que siguiera adelante, necesitaba compañeros de viaje “potentes”. Ahí entró la Fundación Juan Perán Pikolinos. El primero de muchos. Sin embargo, trabajar con ellos les obligaba a un altísimo nivel de profesionalidad y competitividad y eso Rosa lo cuida mucho. Y lo cuida tanto tanto que les otorgaron el sello de calidad GOTS (Global Organic Textile Standard), siendo la única empresa europea que lo posee.
Todo este periplo hace que A- PUNTADAS sea, hoy por hoy, la empresa de referencia de un nuevo modelo empresarial.
Rosa hace que las cosas pasen. Sabe que aún tiene mucho trabajo por hacer, que deben hacer crecer la marca y seguir vendiendo sus productos. Y no es fácil. Hay mucha gente necesitada. Pero Rosa, junto a su equipo, siguen viendo las necesidades de los demás y les dan valor social. Ahí está la clave.
La confianza en uno mismo. Arriesgar y apostar. Olvidarte de ti y mirar lo que la gente realmente necesita o ser tú el cambio que quieres ver en el mundo. Estas son las cosas que de verdad importan. Y todo eso y más es Rosa.
Rosa Escandell, por quitar barreras, por tu trato humano, por inspirarnos…¡A SUS PIES!
Coco.
La fotografía está hecha en un rincón de A-PUNTADAS.
Ese rincón esconde miles de fotografías del poblado masai. Poblado donde Rosa empezó a liarla. Ahí lo dejo.