¡A lo hecho, pecho!

Y hoy demos la bienvenida a nuestra querida compañera: Su graciosa majestad LA RESACA. Ese malestar general que se sufre cuando el cuerpo se dedica a liberar una serie de elementos tóxicos que dan paso, sin previo aviso, a un soberano dolor de cabeza. que no para de repetir eso de: “novuelvoabebernovuelvoabebernovuelvoabeber”

Es lo peor de salir de fiesta: la resaca del día después y ese gran momento en el que no te deja ni a sol ni a sombra. Le da igual el día que sea o qué narices tengas que hacer. No quieres levantarte de la cama. Sobre todo cuando, tras una buena juerga, toca volver a la oficina y ponerse delante del ordenador SÓLO ocho horas. Y eso para empezar. Porque si a los martillazos en tu cabeza le sumas una serie de espasmos abdominales y flatulencias varias…¡el panorama es de lo más desolador! ¡Qué os voy a contar que no sepáis! ¡Pocas experiencias como ésta!

No seré yo quien defienda esas resacas asesinas que, al descomponerse, producen una serie de alteraciones gastrointestinales por arriba, por abajo o por ambos sitios a la vez. Ni a esa otra resaca depresiva que, cuando despiertas y sientes que te mueres, recuerdas haber hecho MUCHO el idiota. ¡A lo hecho, pecho!

Pero sí te diré que la rutina es un arma letal y una noche dedicada a combatir la ley seca, acompañada de su fiel resacón, puede anular sus efectos.  Recuerda que los libros de autoayuda y las frases motivadoras no paran de machacarnos con eso de “se requiere un poco de locura para mantener el equilibrio”.

Ser humanos implica todo eso de equivocarte, pedir perdón y…volver a cagarla. Sobre todo cuando de divertirse se trata. Con unas copas de más nacen esas amistades que durarán toda la vida, se liga mucho más, nos ponemos romanticones y no paramos de decirnos los unos a los otros lo mucho que nos queremos. Después llegará la visión doble, el descontrol y…el momento abrazo. ¡Qué viva el amor!

¡Ay amig@s, que injustos somos con la pobre señora! El alcohol es malo, pero el agua es mucho peor: ¡te mata si no bebes!

Siempre pensé que las resacas están ahí por algo. Y existen muy buenos motivos para ello. El alcohol desinfecta las heridas de la piel y…las del alma.  Está ahí para recordarnos lo bien que se pasó y lo sano que es desmelenarse de vez en cuando. Sirven para vagabundear en pijama o recalentar el desayuno. Para refunfuñar sobre el mal que nos hacen determinadas cosas o lloriquear por lo cansados que estamos. También es muy útil para no hacer nada o para empezar a planear la siguiente. Es entonces cuando te das cuenta de las cosas buenas de la vida. ¡No hay ninguna razón para no seguir disfrutando de ella!

Como en tantas otras cosas, siempre tendrás una razón. Y no olvides nunca que todo, absolutamente todo, saldrá bien.

Carpe diem.

 

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

 

 

 

 

 

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