¡A las barricadas!

Ayer precisamente lo hablaba con un grupo de amigas y, sorprendentemente, todas coincidimos : es quitar el muérdago, el árbol de Navidad o las figuritas, y el buenrrollismo se esfuma por arte de magia. De nuevo, con el zafarrancho navideño y junto al espumillón, desaparecen las buenas intenciones que habíamos prometido y deseado a todo bicho viviente desde el Día del Gordo hasta el Día del Niño. Al mismo tiempo, con los carteles de rebajas, saldos y liquidaciones, damos entrada a los empujones, a las prisas y al estrés. Esas miradas cándidas con las que te cruzabas por cada rincón de la ciudad desaparecen y en vez saludos solo recibes malas caras y gruñidos, con colmillo reluciente incluido.

La navidad llegó y así como llegó…se fue. Y se fue llevándose todo lo bueno que deja en cada uno de nosotros. Volvemos a la realidad y esta vuelta a la rutina nos lleva a la tristeza. Y esa tristeza, a su vez, pasa a ser una gran dosis de mal humor.

Si eres de esas personas que han vuelto a hacer propósitos para el Año Nuevo; sí esos propósitos que siempre te planteas y nunca cumples, sabes perfectamente de lo que estoy hablando.

Con el último trozo de roscón y la cabalgata de Reyes aún caliente, aparece la guerra sin fusil y las batallas sin armas ni armaduras. Una guerra sin fusil pero con infinidad de regalos a devolver, plazos que hay que seguir pagando y rencores guardados en el cajón de la Navidad hasta nueva orden. Y con todos estos ingredientes, el personal armado hasta los dientes y deseando ir a las barricadas, que no son más que unas rebajas encubiertas para que saquemos lo peor de cada uno. ¿Os suena?

¿Es necesario el muérdago, la pandereta y el árbol de Navidad para que cambiemos nuestras emociones? Estoy hasta las narices de oír que nuestra felicidad es la suma de muchas cosas y, con todos mis respetos a quien se lo haya creído, eso es “¡MENTIRA!”. Nuestra felicidad es nuestra y de nadie más y somos cada uno de nosotros quien la construye. Idealizamos las vacaciones navideñas y pensamos que el resto de año nos traerá solamente calamidades. Pero ni las navidades son tan perfectas ni las semanas siguientes tan horribles. El mal humor es una opción de vida como otra cualquiera. Y hay gente que está a gusto así. Yo…¡me niego!

¡Guerra a la guerra! Todas las guerras son odiosas y el que más o el que menos sufren sus consecuencias. Dicen los que saben de esto que la culpa es de una enzima que se activa a la velocidad de la luz cuando las expectativas del humano en cuestión no han sido cumplidas. En ese momento la temida válvula del mal humor se abre aliviando la presión a la que ha estado sometida por culpa del muérdago, el abeto, los villancicos y demás compañía.

¿Para qué perder la ilusión? Defendamos el humor. Creo que muchos de nosotros aún no nos hemos dado cuenta que el humor es un bien de primera necesidad. Eso sí, tienes que creértelo y poner de tu parte. A estas alturas de la película ya te repetido una y mil veces que los milagros no existen. No es cuestión de exigirse estar siempre bien pero sí de que aprendamos a dejar de lado lo inútil y quedarnos sólo con lo que nos da la vida. Vaciemos la mochila y dejemos a un lado el fusil y la bayoneta.

Todo depende de que quieras o no. Si quieres, puedes.

Aunque pensándolo bien, igual que ocurre en la guerra, esto es sólo…para valientes.

 

Coco

Fuente de la fotografía: Pinterest.

 

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