Es tiempo de reencuentros. De volver a compartir historias y un café. Había ganas. Nervios. Ilusión. Sentimientos a flor de piel.
Hace más de 70 días que la cuarentena se entrometió en las historias de cada uno. Las vidas de muchos se separaron. Pasar un rato con los suyos era el deseo de muchos. Cruzar esa frontera imaginaria que nos separa de los que más quieres era ganar la partida al bicho.
Ahora estamos cerrando fases. Nuestro estado emocional en este momento es: “Impacientes”. Como si fuera una primera cita. Vivimos una auténtica maratón de reencuentros. Esos pequeños ratos en libertad son los grandes protagonistas a estas alturas de la pandemia. El cuerpo (y el alma) nos piden estar con la familia y los amigos, comer juntos o ir de cañas. Tenemos muchos abrazos por dar. Compartir raticos con tu gente y recordar a los que ya no están. Con ellos ni besos, ni abrazos , ni adiós. Con ellos…no hay encuentro posible.
Y, entre reencuentros y cafés, algo ha cambiado. Es imposible no sentirte extraño porque el virus sigue ahí. Las tertulias, con dos metros de separación, sólo hablan del pasado recordando otras épocas mejores o peores, pero sobre todo, distintas.
Hasta en las miradas, nada es lo mismo. ¿Dónde están los mimos? ¿Y las caricias? Por lo menos y durante un tiempo, en público, ni están ni se les espera. Y no es nada sencillo. Somos besucones y muy sobones. El calor de los primeros abrazos “después de” habrá que dejarlo para tiempos mejores. Aunque, por suerte, los dos metros no durarán para siempre. Eso creo…y espero.
Juntos pero separados. Poniéndonos al día sin pantallas que nos separen y con sillas a dos metros de distancia. Recuperando la vida cara a cara pero…codo con codo. Así es el nuevo abrazo. Una nueva normalidad que es extraña para todos.
“Cuando creíamos tener las respuestas nos cambiaron las preguntas” dice Mario Benedetti. Y es verdad. Ahora las mascarillas se han colado entre los besos y los abrazos…van por fases. Ya no será como antes (de momento). Porque aunque aprovechamos cada instante de este tiempo de reencuentros, es inevitable sentir que te quedas con las ganas, muchas ganas, de dar esos apretones que has guardado en el cajón del confinamiento. Y porque aunque los unos y las otras nos sintamos más pequeños, y dos metros más lejos, hay días muy especiales y hay cosas que nunca cambiarán.
Con dos metros de separación…¡qué extraño es todo!
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.