Me ha costado mucho volver al teclado. Sólo han sido un par de semanas de desconexión navideña pero el tiempo suficiente para que la pereza haya asomado la patita.
Ya me lo dijo una vez Susana, mi médico de cabecera :”el cuerpo es muy perezoso “. Esa frase se quedó instalada en mi cabeza y cada cierto tiempo aparece como si fuera un luminoso de neón al más puro estilo de Las Vegas.
La pereza. Esa compañera de viaje que, según dicen, es la madre de todos los vicios y que cuanto más tiempo tardas en enfrentarte a ella más te cuesta. Esa flojera que te entra cuando sabes que tienes que hacer algo que es importante para ti pero no hay manera de ponerte con ello. Y es que, a veces, lo más difícil es volver a empezar aunque una vez que decides a arrancar, es mucho más fácil seguir.
Sin embargo, el principal problema es que preferimos no hacer esfuerzos y no por la falta de ganas, sino porque “nuestro desorden” hace que parezca imposible comenzar. Largos ratos pensando frente a la pantalla o posponer la alarma empeoran las cosas… y todo eso no es otra cosa que un poco de miedo por si no estamos a la altura de lo que esperan de nosotros ¡con lo bueno que es tropezar de vez en cuando!
La verdad es que no hace falta buscar grandes hazañas ni ser especialmente ingenioso para asomar la cabeza por aquí cada miércoles. Sólo con la cantidad de pequeños gestos que vivo a lo largo de un día, una sonrisa en el súper o saludar a Juani en la panadería, tengo suficiente. Se trata de no dejar que las cosas buenas de la vida pasen inadvertidas.
Porque, si te pones a pensar, todas las cosas buenas en la vida ocurren una vez decides…volver a empezar.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest