Hasta hace poco no era consciente de que tengo un súper poder.
No sé si es más súper o poder pero el caso es que cuando sale es por si solo en esos momentos en los que a la gente se les hincha la vena y sabes que van a estallar por sus resoplidos, caras y chulería, a mí me llega mi súper poder, digo que me llega porque noto como se mete en mi cuerpo y sale y se proyecta sobre los demás.
Soy plenamente consciente cuando ocurre y la verdad es que le estoy cogiendo el gustillo, debe ser por la edad pero últimamente no me callo muchas cosas, sobre todo con ese tipo de personas que nos rodean que lo saben todo, de todo y de todos, esos que por estar detrás de un mostrador se creen que mean colonia y se olvidan que quizá trabajan para dar una buena atención a los clientes que acuden a sus negocios. Esos que contestan de manera cortante y su actitud dice: ni te acerques que muerdo.
El caso es que esta semana ya me he cruzado con dos de estos y como decía noto como llega a mí una tranquilidad absoluta cuando a esta gente se le empieza a hinchar la vena.
Noto y soy consciente de como la ira se apodera de ellos y ellas, y es en ese momento cuando mi voz y mi actitud se relaja y llega a mí una tranquilidad inusual. Es ese momento que no te pones a la altura del otro, notas como lo descolocas y entonces se abre la caja de pandora, y la gente pierde los papeles en muchas ocasiones. No aguanto a la gente que por gritar más se cree que tiene más razón. Lo reconozco, disfruto de estas situaciones, no sé si necesito un psiquiatra, no diré yo nunca que no, pero es como verlo todo a cámara lenta y dejarlos desde la tranquilidad con la palabra en la boca es una satisfacción. Como me llevan diciendo desde pequeño, el que se enfada pierde.
Anda que no me voy a reír yo con mi súper poder.
Caye