Suena el despertador, o no, no lo recuerdo lo único que sé es que ya llego tarde, muy tarde.
Me empiezo a agobiar, ya que a esta hora tenía que estar a 40 km de distancia en una reunión, pero ahora me toca llevar a mi hijo al cole ya que el autobús ya se nos ha escapado, mi cabeza va más rápida que mis manos y mis brazos, quizá solo sea que todavía no estoy despierto. Intento no desviar la mirada de mi hijo revisando que no le falte nada del uniforme, hoy toca gimnasia, y a el pobre también lo he despertado de un grito, y me dice: “creo que lo tengo todo Papá pero llevo calcetines azul marino con deportivos y eso creo que no es así…” efectivamente, abre su cajón se pone unos calcetines blancos y ya está listo en la puerta del ascensor y yo sigo repasando mentalmente si lo tengo todo llaves, cartera, mochila, hijo… si lo tengo todo.
Vamos hacia el coche e intentamos ir a buena marcha sin correr pero rapidito, no hay tráfico y aprovechamos un atajo para llegar a la rotonda previa del cole, aparcamos y lo acompaño hasta la puerta como siempre me da un beso y me dice eres el mejor Papá, no hemos desayunado pero hemos llegado a tiempo.
Entro en el coche y pienso en mi reunión y en todo lo que tengo en mi agenda para completar el día, tengo 40 km de distancia para reorganizar mi agenda por completo y hacer las llamadas oportunas.
Después de todo lo que me ha pasado esta mañana no he vuelto a tener la sensación de estar llegando tarde a ningún sitio.
No te preocupes Ángel que mañana desayunamos doble.
Caye