Como una losa, así pesan los secretos.
Una losa que te oprime, que te impide respirar, que no te deja crecer ni hacer una vida normal. Como si llevaras a cuestas todo el peso del mundo, en una mochila de la que no te puedes deshacer.
Llevas un fardo que no aparenta lo que pesa, visto desde fuera parce ligero, pero ay! lo que son las cosas, ¡plomo puro!. No sabes qué hacer con él, dónde ponerlo para que no te estorbe, pero no consigues dejar de sentirlo ni un solo momento del día. Lo llevas encima en el trabajo, con la familia o los amigos, se convierte en uno más, te lo llevas a la cama y cuando te despiertas por la mañana (si es que te ha dejado dormir) ahí está esperándote.
Y lo del peso no es lo peor, porque además de pesar, habla. Bueno, no habla, mejor dicho, no se calla. Está todo el rato diciéndote que le liberes, que te liberes, que se lo cuentes a alguien, que empieces a soltar lastre para sentirte mejor. Pero tú no encuentras nunca el momento apropiado, ni el lugar. Quieres hacer las cosas bien. Que lo que a ti te está costando la vida no sea motivo de angustia para los que te rodean. Te da miedo su reacción, a ver qué van a decir. Con lo trabajadito que tú lo tienes y la de vueltas que le has dado seguro que te sueltan lo menos apropiado.
¡Aviso a navegantes!: Cuando alguien se sincera al máximo y cuenta algo que le ha estado atormentando, no busca consejo, solo desahogo. Una mano en el hombro vale, no hace falta más.
Y llega el momento, y lo sueltas, como si fuera una bomba. Ale, ya está, secreto revelado. Te estás escuchando decirlo, y no te lo crees. Si, eres tú, lo estás diciendo y sientes como el peso se alivia y tú vuelas por encima de la situación. Los ves, te ves, se lo estas contando a alguien a quien quieres mucho y estás pendiente de lo que te contesten, pero eso no es lo importante. Lo importante es cómo te sientes tú. Seguramente los demás no le dan la misma importancia que tú y lo tratan de la manera más normal, puede que incluso hagan chistes al respecto, pero tú ni los escuchas.
Te sientes bien, has sido valiente, lo has contado y todo tu cuerpo lo refleja. Tu pecho ya se puede hinchar del todo al respirar, tus hombros ya no pesan, ya no te duele la cabeza. Te relajas, empiezas a sentir un alivio que no habías pensado. Ya puedes hacer vida normal. No era tan grave como parecía, y lo que es más importante, los que te rodean te quieren igual o más después de saber eso que tanto tiempo has estado guardando.
Reyes