Lección de un sábado por la mañana bien prontito.
Llegamos por la mañana bien prontito, ya son muchos años acompañando a mi hijo a competir en sus competiciones de karate.
Pero hoy va a ser distinto para todos, por primera vez va a hacer Kumite (combate) con otro niño, esto no va de pegarse a lo bruto, hay normas y no vale el contacto físico solo marcar el golpe.
Por otro lado nos han pedido a dos padres más y a mi hacernos cargo de los niños del gimnasio ya que el Sensei hoy no puede estar con nosotros. Vamos que lo voy a vivir todo de muy cerca.
Empezamos con el Kata y me quedo con el grupo donde no está mi hijo, llevo un grupo de 8 niños que tienen que salir a hacer un kata con otro contrincante, los reúno a todos y les pregunto ¿A que hemos venido hoy aquí? Y me dicen todos a hacerlo bien. Hay alguno y alguna que están que se los comen los nervios, los miro y les choco el puño para que sepan que estoy con ellos. Van saliendo todos lo hacen a la perfección, van pasando rondas hasta que se van enfrentando entre ellos y claro alguno tiene que perder. Esos nervios iniciales van convirtiéndose en alegrías y miradas de felicidad. Terminan sus enfrentamientos y empiezan a mirar hacia los trofeos y a contarme todas las historias de todos los trofeos que han conseguido. Siempre, siempre, siempre me sorprende la capacidad de estos niños, os aseguro que si alguno de nosotros tuviese que salir a hacer lo que ellos hacen a más de uno le daría un ataque de pánico. Impresionante su esfuerzo, su concentración, su motivación, su confianza, su orgullo y su respeto. En el momento que van pasando todos y todas por el tatami puedo ver en todos ellos y ellas cada una de estas cosas. Van llegando los primeros eliminados y se quedan a ver como compiten sus amigos y animarlos. Al final todos contentos se llevan una medalla de oro y un bronce, pero sobre todo el aplauso de sus compañeros.
Pasamos al Kumite y es aquí donde me toca estar con mi hijo y los de su edad, es la primera competición de Kumite que tienen y yo debo estar con ellos. Van pasando, veo en las gradas las caras de algunos padres y madres como asustados, ellos siempre con confianza, los árbitros ya nos han dicho que no se permite el contacto físico. Llega el turno de Daniel, ha saltado una ronda y nos sorprende a todos con la rapidez que gana con un 6-0. No es nada fácil estar allí ya que aunque van con todas las protecciones habidas y por haber, siempre se puede escapar una galleta. Unos pasan, otros no, mientras tanto llega la tercera ronda de Daniel y le toca un niño que le saca dos cabeza, me dice ¿ahora a este como le puedo dar una patada? Yo le digo que ni lo intente, va pasando el combate y va perdiendo, en el último momento le mete un punto pero al final pierde. Me acerco a él y le levanto el casco y me dice es que no puede ser que le toque contra uno tan alto así es imposible. Nos reímos los dos, le estoy quitando todas las protecciones y es cuando me hace el resumen de la jornada, le pregunto que has aprendido hoy y me dice que competir es atreverse.
Pues ya está todos a atreverse.
Caye