La positividad es mi estado de ánimo. Luego a lo largo del día viene alguien, te jode y ya se te queda la cara de seta para el resto de la jornada. ¿Qué? ¿Qué no? ¡Dejémonos de sutilezas! ¡No tengo tiempo para eso!
A lo mejor es que ese día te sientes demasiado viejo. Son esos días en los que, de pronto, te das cuenta de que te estás haciendo mayor. Tranquil@, no es un insulto. Ser viej@ es la suma de muchos años de experiencia acumulada en ojeras, arrugas, cicatrices… No importa el tiempo que pase. El paso del tiempo desgasta incluso a nosotros mismos.
También están esos días en los que echo la vista atrás, recordando esa época dorada de mis días universitarios, y tengo la sensación de que no soy más feliz ahora que hace 40 años. ¡Y eso que siempre quería “ser mayor””! En fin… ¡Hay que ver cómo cambian las cosas!
Todo, o casi todo, ha cambiado. Nos levantamos de la cama convencidos de que el mundo no avanza y es todo lo contrario. El hoy va demasiado rápido.
La edad adulta es una lucha constante. Y es que, por mucho que hayan pasado los años, sigo siendo la rebelde que fui y eso se paga. Soy una profesional y, a la vez, una madre que sigue montándoselo para salir de fiesta. En esta era, por muy digital y moderna que sea, para desconectar no sirve darle al icono ese que dice «cerrar sesión». Quizás por ello, de vez en cuando sufra algún brote «de Peter Pan» y me dé por liarla parda, hacer gamberradas o darme un placer como Dios manda. Aunque reconozco que, también de vez en cuando, las cosas se desmadran un poco porque las ganas son las mismas que entonces pero la energía NO. Y es que perder el norte… ¡también resulta muy fácil!
En mi defensa diré que no todos disfrutamos de la misma manera. ¡Y qué suerte! ¡El mundo es un caos maravilloso!
Cuando te pase eso, si es que eres de los mí@s dándolo todo y las cosas se te van de las manos, tómatelo como una manera de darle descanso a tu realidad. Dicen por ahí que cada uno crea su perfección cuanto más imperfecta es su realidad. A mí me gusta la imperfección y el desequilibrio de mi realidad. Y creo que es precisamente por eso por lo que necesito hacer la gamberra. Porque es lo que soy: una gamberra…con canas.
¡Con qué facilidad se nos olvida que somos nosotros los únicos autores de nuestro guion y que de nosotros depende el final que queremos en cada escena! No te falles. ¡Date el gustazo! Es lo te que mereces. Algo que te mueva y te ponga boca abajo. Poder ser primarios. Dejarnos llevar. Y dejarnos sentir. Porque, con canas, ojeras y demás lindezas propias de la edad te digo que…cuando lo ordinario es extraordinario el mundo mejora.
Al fin y al cabo, somos lo que sentimos.
Coco
Fuente de la fotografía: Pinterest