Porque me gusta, por eso estudio, porque me gusta.
Si me lo hubieran dicho cuando iba al colegio, o cuando acudía a la universidad no me lo hubiera creído.
Si me llegan a decir que teniendo un trabajo, pareja, un hijo y 40 años seguiría estudiando, estate seguro de que nunca jamás me lo hubiera creído. Pero mira, aquí estoy, robándole tiempo a todo lo que me rodea para dedicarlo a preparar prácticas de evaluación continua o a estudiar para un examen.
Años después de acabar mi licenciatura, surgió la oportunidad de matricularme en la carrera que me hubiera gustado hacer desde un principio y decidí no dejar pasar la oportunidad. El día que recibí la carta que me comunicaba la admisión fue sin duda uno de los más felices de mi vida.
Empecé de nuevo a acudir a las aulas. La universidad era distinta, los compañeros eran distintos y yo era distinta. Mis ganas eran nuevas, mi interés era mayor, cada clase una experiencia, cada practica un autentico lujo y cada nota obtenida un autentico tesoro.
Por razones de horarios tuve que dejar de hacer lo que me gustaba para poder seguir haciendo lo que me daba de comer y la sensación fue de auténtico fracaso. Pasó el tiempo y me acostumbré, o mejor dicho, me conformé. Se acabaron los alicientes, las nuevas experiencias, los nervios de los exámenes… pero un día leí un estado de facebook que me removió por dentro.
¿Qué somos nosotros sin emociones? ¿Se puede vivir sin aprender cosas nuevas cada día? ¿Qué sentido tiene que no queramos avanzar, saber más y ser mejores?
Y aquí estoy, con el mismo trabajo desde hace 12 años, pareja, un hijo, 40 años y disfrutando de mi vida de universitaria, de los retos conseguidos, los nervios ante la hoja en blanco del examen, de la satisfacción por cada nota y cada asignatura superada y de pensar que lo hago porque me gusta.
¿Y tú, que haces porque te gusta?
Reyes
Fuente de la imagen: Pinterest