En todas las casas nos hemos juntado estos días «La familia y uno más». Si, ese uno más es el elemento discordante. Ese cuñado, primo, yerno, amigo o familiar que de repente aparece unas navidades por primera vez y ya forma parte de tu vida para siempre.
Ese uno tiene la habilidad de hablar siempre de más, de decir lo que no procede y en el peor de los momentos. Sabe de todo, opina de todo y todo lo replica. Da igual que el que hable sea el cabeza de familia o el más pequeño, pero él siempre tiene una opinión que dar y nunca tienen nada que ver con las opiniones de los demás.
Se pasa la cena de Nochebuena o la comida de Navidad dando recetas a quien cocina, aconsejando acerca de los mejores regalos, para que Papá Noel lo tenga en cuenta al año siguiente, o arreglando el mundo con sus maravillosas ideas políticas. Si, esas que nadie le pregunta pero que todos terminamos por conocer.
Pasadas un par de horas, y unas cuantas copas la cosa solo puede ir a peor. Entonces se convierte en el ser más amoroso sobre la faz de la tierra. Nos dice cuánto nos quiere y claro, nosotros no nos podemos resistir a tal muestra de cariño y sinceridad y le respondemos con la misma medicina levantando nuestra copa: ¡Por nosotros! ¡Feliz Navidad!
La fiesta continúa y llega el momento discusión. ¿Quién quiere más a quién? Él, por supuesto. Nunca podrás ganarle, ¡ni si quiera en eso!
No es precisamente nuestra persona preferida. Nunca nos lo llevaríamos a una isla desierta. No entendemos cómo le aguantan en su casa, pero hay algo que no podemos discutir. Las navidades sin él, no serían tan entretenidas, ni tendríamos de qué hablar.
Reyes
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