No me gusta cocinar. Cocino lo mejor que sé pero sin mucho entusiasmo. Lo hago como hago algunas otras cosas que van con el ser humano pero reconozco que lo de ponerme el delantal y calentar la olla es algo que no me pone nada. Aviso: cocino todos los días y a veces al mediodía y por la noche. Así que me entenderéis perfectamente si os digo que soy muy fan de las personas que cocinan y que cocinan bien. Son gente que disfruta elaborando sus platos. Y sus platos nos hacen felices a los que tenemos la suerte de probarlos. Porque si hay algo que nos gusta a todos es comer. Y para otros cocinar es, sencillamente, electrizante. Y es que de un tiempo a esta parte cocinar se está convirtiendo en una de las mejores disciplinas que el ser humano puede practicar. Quizá porque la vida cada vez ofrece aventuras menos interesantes. Sin embargo cada trabajo por espantoso, frívolo o aburrido que nos parezca siempre enseña algo.
Todo esto viene porque llevo tiempo queriendo escribir una reseña gastronómica pero, sinceramente, os diré que me veo incapaz de relatar con todo lujo de detalles el grado de sal o el punto de cocción. Tenemos pasión por las metáforas gastronómicas. Salivamos sólo de escucharlas. Pero para saber escribirlas hay que tener mucho arte. Eso no quiere decir que no lo vaya a intentar.
¿Preparad@ para leer como le doy la vuelta a las cosas? Ahí va mi primera reseña.
Soy una mujer de contrastes. Adicta al cosmopolitismo. Me gusta el lío. A cualquier hora. En cualquier momento. Los que me conocen saben que soy de las que nunca abandona la fiesta antes de tiempo porque sé que lo bueno está a punto de llegar. Y siempre he tenido debilidad por esas quedadas sin venir a cuento en las que bebes, comes…grandes momentos, pequeñas secretos, risas y también silencios.
También sufro adicción por las historias de amor imposibles que acaban saliendo bien. Aunque sepa que los amores imposibles seguirán siendo imposibles. Esas historias que inventas cuando estás en la mesa de un bar y observas a los de al lado. Disfruto haciendo planes sentados frente a la cocina rodeada de desconocidos. Planes de esos que nunca se cumplirán. Pero…¿Qué importa si nos reímos de la vida?
Comento esto porque es una de las primeras cosas que pensé cuando terminé de comer en GO! Sushing. El nuevo restaurante japonés que ha venido a Alicante para quedarse. Quedarse conmigo, eso seguro. Cuando Ángeles me dijo que había abierto en mi ciudad supe que no era cualquier sitio. No tardamos en darle al play y buscar un miércoles cualquiera.
La cosa ya empezó bien con el tataki de atún. Mi favorito. Ensimismada salí de allí por lo que acababa de experimentar. Me gustó sus pocas mesas. Me gustó la puesta en escena. Me gustó la combinación de encontrarme en nuevo lugar con el ambiente de siempre. Me gustó…Linda. Es difícil no enamorarse de ella. Si no te quedas hipnotizad@ es que no tienes corazón.
Y ¿Lo mejor de todo? La sensación que me han provocado. Si vas fíjate en sus coquetos gatos de colores. Que no se te escape un detalle.
Otra cosa: Que no te cuenten ese rollo de que los japo están pasados de moda. O que ya no les queda nada por decir o por enseñar. Eso es…¡mentira! ¿Quién dijo que todos los restaurantes japoneses son iguales? ¡Que no te despisten!
Y si todavía no has ido, busca un hueco en tu agenda y luego me cuentas. No tienes excusas.
Coco.
Fotografía tomada por mi un miércoles lluvioso pillando al cocinero de y sus gatos de colores.
¿Dónde? En Go!Sushing. Rambla Mendez Nuñez, 48 de Alicante.