Estoy rodeada de hipócritas. Muy, muy hipócritas algunos de ellos. Hay por todos lados. Imposible cuantificar su grado de hipocresía. Quizás te ocurra a ti también. Ya sabes. Gente de esa que si sí pero por detrás no, que te adula para apuñalarte después…esa gente.
Los hay que no tienen remedio ni propósito de enmienda. Seguro que sabes de quién hablo. Ese tipo que se acerca demasiado para contarte lo de fulanito la tarde anterior. O ese otro que se cree perfecto y dice estar “limpio de polvo y paja”. O aquél que ni siente ni padece lo que se dice de otros y va poniendo verde a diestro y siniestro y escondiendo sus miserias…que suelen ser muchas. Hablo de la prima donna del corral.
Entre los hipócritas habituales destaco aquéllos que disfrazan su vida y la maquillan hasta deformarla. Se venden como ejemplares y esperan que tú…les creas. Desconozco los motivos por los que se entregan a tales prácticas pero ya sabemos que desaprensivos siempre ha habido. Son el prototipo de caníbales con sonrisa de medio lado. O con sonrisa tan forzada que les obliga a cerrar los ojos a la vez que se les ilumina el colmillo. Presumen mucho. Van de caritativos y solidarios. Hablan mal de los demás día sí y día también. No te miran a los ojos. Te vigilan. Analizan y diseccionan todos tus movimientos. Perversos. Al contrario que los demás mortales, pendientes como siempre de lo que pasa alrededor. Nada más peligroso que pasar un rato a su lado para que vaya soltando por ahí que te cantan los pinreles minutos después de haberte dicho “¡qué bonitos zapatos tienes!”
En resumen, una panda de gilipollas del quince. Sin matices. Y sin sutilezas. Tal y como suena.
Cuando me encuentro frente a ellos, a veces, el cuerpo me pide suplicarles encarecidamente que regalen su falsedad a otros hipócritas y hagan un concurso en donde cada uno la pueda soltar más gorda sin miedo alguno. ¡A ver quién gana! Pero no. No seré yo. Son muy cansinos y yo no estoy para dar consejos. Y no vale la pena.
No acabo de entender esa manía de mentir. De la necesidad de ser algo que no se es. Y eso que los ataques de este personal no son novedad. Existen desde que el mundo es mundo. Pero lo que está claro es que el hipócrita vive en un círculo que le va muy bien. Se crece cuando es jaleado por la manada de palmeros que siempre hay a su alrededor.
Además os confieso mi incapacidad para descubrir la causa de su hipocresía. He comprobado cómo se ha convertido en una bestia que afecta a muchos. Y lo que parece estar claro es que los hipócritas no dejan de serlo porque sí. Así que de nada sirve decirles que cuando se habla y se critica se tiene uno que mirar al espejo porque no se adaptan a un lugar que no sea su hábitat natural. Conozco la imposibilidad de que muchos enfermos se curen de sus taras. ¡Y los hipócritas son unos auténticos tarados!
Personalmente esto necios también me dan mucha pena. Vivir cada día de la mano de sus falsedades debe ser una auténtica tortura. ¡Es un trabajo que no permite tomar vacaciones “mentales”! Son verdaderos obsesos de lo irreal.
Ante este panorama, resulta curioso comprobar que hoy por hoy también hay personas que no comparten esa idea de la vida. Hay personas que están hechas de otra pasta. Personas que se atreven a levantar la mano para frenar. Para decir basta. Y tienen la suficiente agudeza y fuerza como para poder establecer límites a esa tribu. Puestos a elegir, a mí me interesa la gente corrosiva, sincera y directa, que se mete con todo.
No es todo, hay más. No pertenecen a esa tribu hipócrita los que saben perder simplemente porque saben de su inferioridad. Los que hablan desde su alma hacia la tuya y responden a todas las preguntas que se les hace. Y si algo no les gusta, no tienen problema alguno en contestar claramente con un “¡no me da la real gana!” reivindicando la risa frente a la verdad. La verdad nunca ofende. Y no olvidemos que el humor no es ni más ni menos que aplicar el sentido común.
No pertenece a esa tribu los que yo llamo “De verdad”.
Yo quiero ser como ellos. Y tú…sígueles la pista.
Coco.
Autor de la fotografía: Henri Cartier-Besson
Claro que sí, Coco… A la mierda los hipócritas. Yo además de lo que dices añado una cosa: si yo hago un trabajo de crecimiento personal para enfrentarme a mis miedos y mis miserias y ser la mejor persona que puedo ser, o al menos intentarlo, ¿por qué tengo que aguantar la enanez mental y emocional de esos hipócritas? Hay gente con movilidad reducida, lo que antes se llamaban minusválidos y anteriormente a ese antes, tullidos… Bien, pues hay gente con emocionalidad reducida, es decir: tullidos mentales y emocionales. Que se lo curren ya!!! Yo a los que se lo curan les tiendo mi mano, aunque el esfuerzo no sea suficiente como para cambiar de una vez y necesiten más empujoncitos…
Un abrazo sincero y enorme
Tu amiga Sara
Pero cómo me gusta estoo!!!!!!!! Sin embargo, yo no soy tan buena como tú y a pesar de saber que arderé en el infierno eso de tenderles la mano…como que no.
¡Estoy taaaaaaan harta de sufrirles! ¡Que les vayan dando! ¡Y sálvese quien pueda!
Que te quiero Sara!!!!!!!!!!!