Y estando aquí, bajo el ventilador, se me ocurre un pareado tal que: “No hay avispa sin aguijón, ni verano sin su canción”. Los efectos de la ola de calor. Ya sabéis.
Y es que si las picaduras de las avispas son tan del verano y de las piscinas, más aún es la melodía que machaconamente nos acompaña hasta los últimos estertores de la temporada estival. El verano no llega hasta que no hay una canción que suene en todas las fiestas…y en bucle.
Desde hace unas décadas a esta parte, no hay chiringuito terraza ni verbenas populares que escapen de ella. Y nosotros…tampoco. Porque como se te quede metida en la cabeza ¡no hay forma de sacarla de ahí! Como el zumbido de una avispa. Tal cual.
Vilipendiada por algunos y requetebailada por la gran mayoría, la canción del verano, digáis lo que digáis, es todo un arte. Aun siendo una composición menor (como le llaman los musicólogos) ¡no todo el mundo puede hacerla! Llegar a la gente no es fácil. Y ella llega. ¿La fórmula de su éxito? Ni idea. Aunque después de muchos años bailando algunas y sufriendo otras, me atrevo a decir que su principal ingrediente es que sea muy superficial. Y cuanto más, mejor. Una canción pegadiza y picarona al gusto de casi todos. Por muy ridícula que le parezca a algun@s. Con estribillos que consuman las menos neuronas posibles. Seguro que a todos os viene a la cabeza el “Aserejé” de las Ketchup. Ese estribillo molón que, así como quien no quiere la cosa, va…¡y lo peta!
Pero no sólo queda ahí. Deberá tener una coreografía que haga mover el esqueleto a niños y mayores. ¡Imprescindible! ¿Quién no recuerda el baile de “Los Pajaritos” de Mª Jesús y su Acordeón? ¿Y qué decir de nuestra querida “Macarena”?
Hubo veranos que tuvieron una canción estrella tan clara como lo fueron “Bomba” de King Africa o “La Barbacoa” de Georgie Dann, grandes maestros de este estilo musical. Otros nos regalaron la presencia de El Koala en nuestras siestas. Siempre habrá alguien dispuesto a poner sintonía a esa letra que será proclamada el “pepinazo del verano”.
Sí o sí forman parte de vuestras leyendas veraniegas. Y, al final, es como todo. Te acaba gustando y sucumbes a ellas bailando al puro estilo de “¡no pares, sigue, sigue!”
Y así…hasta que te tiemblen las piernas.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.