¡Qué fácil es hablar de los demás cuando no están delante!
La vida no siempre nos explica por qué pasan las cosas. Ni por qué hay una serie de mediocres e insatisfechos que viven escondidos en su cueva esperando cualquier momento para lanzarse al cotilleo sobre otros sólo para que sus propios defectos parezcan menos defectos ante los demás. Muchas de sus críticas son, sencillamente, la consecuencia de sus propias debilidades. Y cuando critican, lo que buscan no es otra cosa que hacer notar que los demás tienen errores y que son peores que los suyos. Comprobado y sufrido.
Son ese tipo de gente que, por alguna extraña razón, se siente poco importante y se le ocurre la genial idea de que hablar mal de otros, sobre todo los que no están delante, les volverá más interesantes ante aquél que les quiera escuchar. Son los que se viene llamando unos amargados sin vida propia y en los que los celos y la envidia forma parte de su ADN. ¿A que conocéis a más de uno?
Prestadles atención: Son personajes que se pasan el día vigilando al prójimo y observando todo lo que se mueve alrededor. Están con uno y se ponen a parir a otro. No falla. Dedican horas y horas a escudriñar la vida ajena para ¡zas! practicar su hobbie favorito. Y si hace falta inventar…¡pues se inventa! ¡Panda de cansinos! Y es que no hay nada más agotador que escuchar a una persona criticar día sí y día también y malmeter contra todo bicho viviente.
Tened cuidado. A esta gentecilla no le interesa eso de mejorarse uno mismo. Les es más fácil criticar y buscar defectos en los demás antes que corregir los suyos. ¡Ay si antes de censurar a los demás criticaran sus propios vicios! ¡Otro gallo cantaría!
Y si os creéis que sólo lo hacen con el resto de la humanidad ¡estáis perdidos! Estos rancios lanzan la crítica haga o no haga falta. Reparten a diestro y siniestro y si te toca ¡mala suerte! Para ellos acusar al prójimo es lo más fácil que se puede hacer y…lo hacen. Si conocéis a alguien así, estad atentos. Cualquier día el peso de su crítica caerá sobre vosotros. Cuado menos lo esperéis. ¡Son insaciables!
Fijaos bien: los felices no hablan mal de los demás. Están tan ocupados disfrutando de su felicidad, que no tiene tiempo en intoxicar. Saben que el precio de vivir tranquilos es imposible de calcular. Y saben también que la crítica define al criticón. No al criticado. Porque grande es aquel que para brillar no necesita apagar la luz de los demás. Y esto, los felices, lo saben.
Y al que critica sin parar, un consejito: la vida es muy corta para estar viviendo la de los demás.
¡Deja a tu bilis en paz!
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.