No es un flechazo ni un beso en la primera cita. Es largas conversaciones servidas con té…o café. Ilusiones. Humo. Fantasmas. Música celestial. Todo Vale. Eso sí, cocinado a fuego lento.
El amor.
Ese algo que se deja descubrir poco a poco. Es…astuto. Va armado hasta los dientes. Tiene la receta perfecta para esconder las ganas de deseo y siempre guarda un as en la manga en forma de desafío. Sabe como hacerte temblar.
A fuerza de hablar de uno mismo manteniendo el misterio, de repente…llega. De la mano de un buen beso. Lento. Inesperado. Cargado de escalofríos. Beso que va acompañado de otro. Y de otro. Y de muchos otros más. Con pausas. Sin ellas. Con ganas. O con una buena mirada de…
Y es que el “encanto” del amor está escondido. Sólo apto para atrevidos. Su magia es justamente eso, lo que no se ve. Oculto, inaccesible, sólo muestra su verdadera cara ante un grupo de privilegiados que se dejan atrapar por miradas furtivas, o alguna que otra sonrisa oxidada, de esas que se cuelan entre las rendijas del corazón. Un hipnótico que, cuando te atrapa, ya no puedes escapar.
No todo el mundo sabe descubrirlo. Sólo lo llegan a apreciar esos locos sensibles que van por la vida atentos. Sin perder la belleza de detalles escondidos. Él ha sido siempre así. Y así seguirá. Descubriendo sus secretos en un susurro y sólo a aquellos que sepan descifrarlo.
El amor.
Esa obra maestra no apta para todos los públicos. Porque sin hacerte pensar te obliga a no perder detalle de lo que en ella sucede. Y esto, para algunos, es pedir demasiado. Son las cosas del querer.
El amor no quiere gustarle a todo el mundo. Y no le importa. Elige siempre su compañía. Es así de caprichoso y jamás ha pensado en disimular. Puedes tomarlo o dejarlo porque nunca va a cambiar. Y tú sabes lo que hay. Pero ¡qué le vamos a hacer! Nos gusta el amor. Tanto que somos…reincidentes.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest