Y es que si suena eso de “acabo la copa y nos vamos”, ya sabes que vas a terminar cerrando garitos cuando haya salido el sol. Sí. Eso tan socorrido de “la última y pa casa” acaba siendo 3 vinos, 2 gintonics, 4 chupitos…hasta ahí puedo contar.
Todos tenemos ese amigo especialista en soltarla precisamente uno de esos días tontos que el cuerpo te pide sofá, manta y peli. Pero tú, Don Erre que Erre, en aras hacer valer la amistad a capa y espada, decides no dejarle solo por miedo a que vaya a liarla. ¡Y la lía!
Sin darte cuenta, cuando más estás disfrutando del placer de una buena conversación licor en mano, empieza a desinhibirse y abrir la mente. Llegó el momento de las batallitas y los chistes. Es la hora de contar historias. El puntillo ese de hacer confesiones…sin filtro alguno.
Y aunque tú le dices “¡Ya verás mañana!” no hay vuelta atrás.
Un copazo más tarde, la timidez no existe. Las cosas dejan de tener importancia. Se viene arriba y se lanza a la pista para darlo todo. Canta mejor que nadie, bebe más que nadie y le sale el lado besucón.
Tocan las muestras de afecto y exaltación de la amistad. Todo el mundo le cae bien. Vive en absoluta paz. La vida le sonríe. Es el más feliz del planeta Tierra. Encuentros en la 3ª Fase. “Te quiero tío. En Serio. Como a un hermano”. Y, a continuación, lágrimas. No hay borrachera que se precie si no va acompañada de un puñado de lágrimas.
Varias rondas después llega ese “¡yo pago!” con el que invita e invita e invita como si no hubiera un mañana. Y también la hora del selfie. Uno detrás de otro hasta agotar la batería. Porque todas esas fotos horribles y tremebundas que aparecen al día siguiente en el teléfono no han llegado solas hasta allí.
Y todo un clásico. Ochos por las aceras cantando “Asturias Patria Querida” agarrados de los hombros y balanceando sin parar hasta perder el equilibrio. O peor aún. Bailando el “Gangnam Style” sobre la barra del bar. ¡Temazo!
Con tanto movimiento aparece la visión borrosa y los tartamudeos. Una embriaguez tal que es capaz de tutear a la autoridad y soltarle en sus narices: “Señor Agente ¡yo conduzco!” ¡Hay que ver las barbaridades que el cerebro escupe! Frases geniales que quedarán para siempre en la memoria de tus amigos como coletilla de una noche que se fue un poco de las manos.
Momento de las promesas y juramentos. En los que todos somos muy buenos pero, cuando pasan los efectos etílicos, el que te cae mal te sigue cayendo mal o peor por culpa de la inoportuna resaca.
Al día siguiente dolor de cabeza, garganta y ojos. Mal humor, mal color…mal cuerpo. Y te llama. Quiere saber de primera mano qué coño ha soltado por su boca. Y sí lo ha soltado. Todas esas cosas que tenía guardadas bajo siete cerrojos.
«Es culpa del puto garrafón ese. Algo raro tenía el hielo. ¡No vuelvo a beber!»Hora de…las lamentaciones.
¿Os suena?
Coco
Fuente de la fotografía: Pinterest.
Se parece a algo que me han contado… Aunque no me acuerdo quién. A mi nunca me ha pasado y no tengo a nadie cerca que le haya ocurrido algo así… Es lo que tiene ser de una familia abstemia en la que nos inculcaron los valores de la vida sana: beber con moderación, ir a dormir temprano, evitar las malas compañías… En fin, que no sé de qué hablas. Pero puede ser que estas fiestas que se aproximan lo descubra contigo
jajajaj…claro, claro. Yo cuento lo que me cuentan que le pasa a la gente cuando hace estas cosas taaaaaaaaan raras. ¡Jamás he experimentado una cosa así! 😉
Pero, como tú bien dices, hay cosas que nos quedan por descubrir juntas…¡te espero con los brazos abiertos!¡Y que no nos lo cuenten!
Besossssssssssssssssss