Vacía, así esta hoy la playa. Esa que ayer era más blanca que azul por la espuma de las olas, que parecía decirnos que ya era hora de volver a casa. Está vacía después de haber sido núcleo de reunión de familias, amigos, parejas y algún que otro solitario despistado que pretendía disfrutar de un rato de paz y se ha tenido que conformar con una buena dosis de mar, sol y ruido ( y no hablo del sonido de las olas).
Vacía estaba la ciudad hasta hoy, sin el trasiego de gente por las calles, yendo y viniendo de un lado a otro. Sólo había calor y «servicios mínimos», hasta esta mañana en la que han empezado a aparecer cuerpos marrones vestidos con ropa de trabajo, con los ojos pegados por el sueño, dirigiéndose al reencuentro con sus compañeros y que ahora mismo están poniendo en común qué tal les ha ido en la playa, en la sierra, en el pueblo o en ese viaje fantástico que han hecho visitando un exótico lugar.
Vacía estaba mi mesa de trabajo hasta que esta mañana ha empezado a llenarse de papeles. Nuevos proyectos que empiezan con el curso escolar y otros que tienen fecha de caducidad a final de año. Ideas, ilusiones, notas y recordatorios la llenan para que la motivación no se escape y la vuelta se haga más llevadera.
Vacía, así he conseguido dejar mi mente en estos días de descanso, de olvidar las preocupaciones y disfrutar únicamente del sol y del mar. Vacía de pensamientos negativos, de personas tóxicas, de secuestradores de emociones y de rutina.
Vacía, si, pero no del todo, porque tú no has salido de ella en ningún momento.
¡Bienvenid@ de vuelta, Bacalao!
Reyes
Imagen: Sky Queen de Matt Wisniewski. Pinterest