Llega un momento en la vida en que todo está programado, que si lleva a tus hijos al cole, vete a trabajar a primera hora repasar todos los emails, hacer las llamadas pertinentes, reuniones por la mañana, visitas programadas, acordarme de comer, jornada de tarde, hueco para recoger a los niños, llevarlos a actividades extraescolares, gestiones de final del día, un repaso a todo lo que tengo que hacer mañana, recoger a los niños, todo esto puede seguir completamente programado hasta el momento que cerramos los ojos y comenzamos otro día de la marmota.
¿Qué pasa que cuando nos vamos haciendo mayores, perdemos nuestra capacidad de improvisación?
Programando nuestras vidas estamos renunciando a la improvisación y con ella incluso a la felicidad. Hace poco leí que ríe más un bebé que un niño, un niño, que un adolescente, y un adolescente, que un adulto. ¿Será la capacidad de improvisación lo que facilita la alegría? Yo pienso que sí.
¿Cuándo fue la última vez que fuiste espontaneo?
Una vez le digamos adiós a nuestra vida programada, todo lo que se nos planté a lo largo del día deja de ser algo rutinario y se convierte en un reto creativo donde la intuición y la improvisación son los actores principales. No te estoy diciendo que vivas una vida desordenada, sino que vivamos en un caos creativo y divertido. Ya verás las caras que ponen los que tienes a tu alrededor. Estamos en verano y es época de probar cosas nuevas. ¡Improvisa hombre!
Piensa en la última vez que te lo pasaste increíble, en ese recuerdo imborrable de tu mente. Me juego contigo lo que quieras que ese recuerdo imborrable, parte de algo que no estaba planeado.
Yo también salí a beber unas cañas con los amigos, me pegué la mejor juerga de mi vida y llegué a casa al día siguiente.
“El viaje más apasionante es aquel que se emprende sin saber adónde ir” Johann W. Goethe
Caye
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