«Poca broma con mi amiga» me decía una tercera mientras nos tomábamos un vino una noche de estas.
Y si, poca broma con su amiga, que también lo es mía, y poca broma con cualquiera de los que estaban a nuestro alrededor.
¿Somos conscientes de hasta donde puede llegar una broma? Tal vez, al hacer una broma, nos estamos saltando el límite de la confianza y la persona que la recibe no la ve igual de inocente que nosotros.
Cuando gastamos una broma, que siempre está basada en una parte de realidad, no somos conscientes de que el otro tal vez no la reciba de buen grado. La autoestima de la persona que tenemos enfrente no la podemos ver desde fuera, ni podemos saber cuáles son las cosas que más le duelen. O si, pero si lo sabemos y aún así hacemos bromas, lo nuestro sería crueldad, y no creo yo que los Bacalalaos se muevan por esos lares.
Yo nunca he sido amiga de las bromas, ni de poner motes a las personas, ni de reírme de los demás. Esto no quiere decir que no lo haya hecho, y el que esté libre de culpa, ya sabe lo que tiene que hacer… Lo que digo es que no me han gustado nunca. Si que soy amiga de la ironía, de los dobles sentidos, y del conocido como «humor inglés».
No me gustan las bromas porque no me gusta ofender a los que me rodean, ni me gusta que lo hagan con la personas a las que quiero. Soy directa y si tengo que decir algo no me escondo, pero nunca con la intención de ofender a nadie.
Es por esto que no entiendo por qué pasa lo que pasa en los colegios. En el momento en el que nuestra personalidad se forma siempre aparecen los «gallitos» que se creen amos del mundo y tratan a sus compañeros de manera despectiva. Esos que hacen que haya adolescentes que no quieren ir al colegio porque cada día sufren la soledad del aislamiento cuanto menos. Pero no son ellos solos los culpables y son los que consienten este comportamiento los que tienen la clave para cambiarlo. Enfrentarse al gallito es peligroso siempre, pero la unión hace la fuerza y el arropar a la víctima es la solución en muchos casos. Ahora se le llama bullying, pero ha existido siempre, incluso cuando no tenía nombre.
Vamos a dejarnos de bromas, hablemos en serio. No dejemos las risas ni el humor de lado, pero nunca a costa de los que nos rodean. Respetemos siempre a los que tenemos alrededor porque no dejan de ser personas como nosotros.
Y como dice una que yo sé: «Poca broma con mi amiga».
Reyes
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