No tengo remedio. Todos los años me pasa lo mismo. Es sacar del trastero todos los abalorios navideños, abeto incluido, y se apodera de mí una especie de rabia, acompañada de dolor, ansiedad y pena que no me soporto. De pronto el muérdago me provoca una alergia desmedida, malestar general, ojos llorosos… y mi grinch saca sus mejores modales a paseo. Menos mal que solo dura, como mucho, un par de días. Lo que tardo en colgar guirnaldas de luces intermitentes tipo Las Vegas y disfrazar mi casa con el maravilloso espumillón del bazar chino de la esquina, como si fuera una burbuja Freixenet. Eso y… ¡colocarme el gorro rojo y la barba blanca! En ese momento sale la niña que todavía queda y READY ¡a regalar fantasía e ilusión a diestro y siniestro! O sea, más o menos, a partir de la semana que viene (creo).
Siento rabia porque es, ahora más que nunca, cuando me siento vulnerable ante cualquier historia por simple que sea.
Lloro como una posesa con los anuncios de la tele y me pongo de los nervios cuando alguien estornuda a grito pelao o se suena los mocos al ritmo de los cañones de Navarone.
Sale mi peor YO cuando entro a un comercio y oigo en bucle eso de “All I want in Christmas isssssssssss…” ¡Yo lo único que quiero es que llegue el 7 de Enero YA!
Me duele ver que 23 inmigrantes, entre ellos cuatro embarazadas y siete bebés, han caído al agua en el mar de Alborán mientras a otros solo les preocupa cómo huir de la suegra o del pariente de turno que cuenta chistes verdes en Nochebuena. O cómo la violencia de género se cobra más victimas en estas fechas y, al mismo tiempo, comprobar cómo hay gente cuyo único tema de conversación es la lentejuela y el postureo navideño. ¡Viva el amor fraterno! (¡modo sarcasmo ON!)
Volver a ver por enésima vez “Solo en Casa” me provoca tal estado de ansiedad que me pongo a comer dulces y turrones como una loca para después comprobar que el botón del pantalón, de nuevo, salta por los aires. Y, hablando de ansiedad, nada como la maratón que hago -año tras año- para llegar a tiempo en las compras navideñas, a los festivales del colegio, a las comida de empresa…
Siento pena, mucha pena, al pensar en la silla de mis mayores…vacía.
Coco
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