Hay días y días… hay días de fiesta, días negros, días rojos como los de Holly en Desayuno con Diamantes y días en los que parece que el mundo se acaba.
No se tú, pero yo no me siento todos los días igual, y aunque hace tiempo tomé la decisión de ser feliz (porque yo lo valgo), no puedo dejar de tener días en los que sólo me apetece llorar y dormir.
¿No te has sentido así nunca? si la respuesta es no, siéntete afortunado, si la respuesta es si, entonces sabes exactamente de lo que hablo.
Son esos días en los que por cualquier cosa, todos tus sentimientos se juntan, y estallan. De repente una lágrima cae por tu mejilla y al momento estás encerrado en el baño, llorando sin consuelo, como si fueras un bebé.
Seguramente llevabas días acumulando tensión, por el trabajo, los estudios, la vida personal o por todo a la vez y no eras ni siquiera consciente de ello. Te sentías rar@, pero nada más. Y de repente, una palabra de un amigo, un familiar, de un compañero de trabajo o de tu jefe, que lleva días sin tomarse el orfidal, hace que explotes.
La sensación que queda después de la llantina, no es comparable a nada. Cada miembro de tu cuerpo pesa, te pesan los brazos, las piernas, los párpados… un leve dolor en el pecho te hace sentir como si te hubieras librado de una gran carga, y tú sólo quieres desaparecer.
Afortunadamente en esos momentos siempre, y cuando digo siempre es SIEMPRE, hay alguien dispuesto a sacarte una sonrisa, al precio que sea. Ese alguien te va a consolar, va a hacer que tu llanto se transforme en una tristeza transitoria, y te hará ver, todas las cosas por las que vales la pena, y tú no te estabas dando cuenta.
Así que la próxima vez que te sientas así, hazte un favor, coge el móvil y llama (no valen wassaps) a esa persona que te puede sacar de ese pozo en el que te encuentras. Tal vez esté libre para un café, aunque con 10 minutos de conversación, te digo yo que es suficiente (lo sé por experiencia).
Reyes
Fuente de la foto: Pinterest