Durante las vacaciones, como muchos de los que leéis este post, he tenido que hacer esas gestiones burocráticas que el resto del año no haces porque no tienes tiempo ni ganas de hacer. Y como también suele pasar en vacaciones, los servicios de atención se encuentran a medio gas porque el personal que trabaja en ellos, al igual que yo, también están disfrutando de sus merecidas vacaciones.
¿Resultado? Todo es más lento y la carga del trabajo pendiente se reparte de una manera, digamos, menos equilibrada. Los efectos de este “reparto no equitativo”, en ocasiones, son tremendos. La cara de mosqueo de alguno de los afectados es todo un poema. Sobre todo cuando tienen el chiringuito lleno, la mesa llena de papeles y el aire acondicionado hace de las suyas. ¡Desde aquí pido un fuerte aplauso por todos ellos!
En serio. Hay que ponerse en su lugar. Y para ello nada mejor que aplicar el mejor antídoto del mundo: La sonrisa. Lo he comprobado y funciona. Haced la prueba: cuando llegue vuestro turno y os sentéis delante de alguno de ellos, sonreíd. Automáticamente, algo cambia en su rostro. Ese gesto retraído y serio que lleva impreso en la cara da un giro y se vuelve algo más relajado, aunque sin bajar la guardia. Si además, acompañáis la sonrisa con las palabras mágicas “por favor” y “gracias”, queridos amigos os felicito: habéis ganado la partida.
Ay, el poder de la sonrisa. Tiene efectos sorprendentes. Y es contagiosa. Tu sonríes y yo…también. A partir de ese momento la cosa irá sobre ruedas. Empiezas por arrancarle alguna frase que va más allá del simple “si/no” y termina deseándote felices vacaciones. ¿Es fácil, verdad? Se trata simplemente de…el poder de una sonrisa.
Coco.
Título de la foto: Don´t forget to smile.
Autoría de la Foto:Liz Leeb