En las últimas semanas he tenido la gran suerte de viajar en tren varias veces. Y digo la gran suerte porque, aparte de esas siestas tan maravillosas de las que disfruto gracias a ese balanceo que sólo experimentas entre raíles, también paso el tiempo inventando historias acerca de mis compañeros de vagón. Fábulas que la cabeza entrelaza dando rienda suelta a mi imaginación y buscando finales felices o finales…necesarios. Observar las caras, los gestos, el comportamiento de cada uno de los viajeros cuando creen que nadie les observa es algo que solo practico cuando viajo en tren. Curioso. Es subir al vagón y veo historias por todas partes. Es la magia del tren.
Inventar personajes a los que les pongo la cara de la señora que viene cargada de paquetes o el joven cuyos auriculares forman ya parte de su anatomía. Imaginar escenas de amor entre esa hermosa joven llena de tatuajes y el ejecutivo del traje hecho a medida. Descifrar la conversación de ese grupo de turistas extranjeros que ríen sin parar. O descubrir el parentesco que une a la mujer madura sentada y el hombre, de gesto serio, que se sienta junto a ella. Ponerle nombre a todos ellos. ¿En qué estará pensando esa niña que pega su nariz a la ventana? …
Nunca sabré en qué o en quién estará pensando. Imposible calcular cómo bombean sus corazones o cómo respira su alma. Es lo de menos. Somos libres de mirar…y de imaginar. No hay nada más liberador. Pensar con la imaginación. Nacen preguntas y, en más de una ocasión, te sorprendes a ti mismo de las respuestas que la mente da. Si, la vida está llena de historias que contar. De pronto usurpas, sin que lo sepan, la vida de cada uno de tus acompañantes y decides por ellos…solo un rato, lo que dure el trayecto. Pero lo suficiente para que algo cambie en ti.
Coco
Autora de la fotografía: Coco