Reconozco que una mudanza no es algo que haga especial ilusión. Los paquetes se amontonan por los rincones, mogollón de recuerdos metidos en cajas de cartón y dentro de cada una souvenirs de tus años locos o montones de fotografías. ¡Eso por no hablar de que cuantas más cosas salen del armario más quedan dentro! ¡Y algunos se llevan hasta las bombillas! Quieres guardarlo todo sin saber para qué pero algo te dice que tampoco quieres tirarlos. Al fin y al cabo, todo lo que te rodea es un pedazo de tu vida. Sacando libros recuerdas perfectamente cómo y por qué cada uno de ellos ha dejado huella en ti, incluido ese que al final nunca leíste. Así que…continúas metiendo recuerdos en cajas. Te da tanta pena que los recoges y los metes otra vez en las cajas con no pocos quebraderos de cabeza y grandes dosis de analgésicos. ¡Madre mía, como siga así, no me deshago de nada!
La experiencia de vivir una mudanza es una mezcla de tristeza (por lo que se deja) y de ilusión (por volver a empezar) envuelta por toda la vida que guardan esas cajas. Y sin llorar…pero al borde de las lágrimas. Te obliga a apartar lo que ya no hace falta, ayuda a comprender que dejar ir es necesario y hace que te sientas liberada quedándote con lo que de verdad importa. Moviendo cajas, abriéndolas una a una y enfrentándote a su contenido, hacen un bonito paseo en el que vas repasando historias que -con el paso del tiempo- se han transformado: aquellas que recordabas con amargura se han vuelto dulces, mientras otras que fueron inolvidables se han manchado de morriña por todo aquello bueno que se fue y no va a volver. Son un viaje a pasajes de tu vida que siguen en ti esperando ser recordados dentro de una caja. ¡Cuánta vida dejamos en una mudanza!
Sin embargo, una vez leí que para los recuerdos no hay camiones de mudanza. Y sí. Es verdad. Los recuerdos se mudan contigo. Jamás se quedan atrás. Es difícil deshacerte de tantísimas cosas que forman parte de ti. Cuesta mucho despedirse. Piensas que nunca llegaría el momento de decirles adiós pero…¿Cómo voy a desprenderme de todo eso? Y es que “todo eso” que va dentro de grandes bolsas de basura, lleva parte de gente con las que estuvimos o de la persona que has dejado de ser.
Es sano hacer limpieza de trastos. Tirando cosas sin piedad. Hace que te desprendas de lo inútil, de eso que ya no necesitas. ¡Qué bien vienen dejar algunas historias atrás! Y es que, a veces, lo necesario (y lo que de verdad importa) cabe en una maleta. ¡Una no sabe lo que gana hasta que lo pierde! A la vez, mudarse nunca es la solución de nada. “Hacer limpieza general” permite empezar de cero pero no elimina de un plumazo los problemas. Esos se mudan junto a las cajas. No se quedan tirados en un contenedor. Cambian de sitio pero no desaparecen, por lo que habrá que seguir enfrentándose a ellos…con mudanza o sin ella.
Y así con todo.
Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.