Mujeres, niñas, madres, abuelas, tías, sobrinas, hijas, amigas, parejas…
Todas celebramos hoy nuestro día y lo hacemos por nosotras y por las que no lo pueden hacer. Por las que ya no están y por las que no tienen ese derecho.
Cada una lo celebrará a su manera, y la mía es esta. Compartir contigo estas líneas para que pienses en la trascendencia del día y para que te acuerdes de las que ya no pueden celebrarlo y de las que no lo harán nunca.
A día de hoy seguimos luchando por una igualdad de derechos, de salarios y de trato que aún vemos lejos, y ponemos el foco en nosotras y en las que nos rodean: nuestras familiares, nuestras amigas, las mujeres que nos rodean en nuestro día a día.
Para tener una mejor visión de algo, hay que contemplarlo en su entorno, y alejarse un poco para poder observar. Si me alejo en el tiempo veo todo lo que ha conseguido la generación anterior a la mía, que no podía trabajar sin permiso de su padre o su esposo, que no podía abrir una cuenta bancaria y que no podía si quiera votar y entonces les doy las gracias a ellas. A nuestras madres o abuelas, por ser pioneras, por conseguir lo más difícil, que era entrar, ahora el mantenernos con las mejores condiciones es cosa nuestra.
Si me alejo en la distancia física y me voy a otros países, veo que aún les queda mucho por recorrer. La mujer no va a la escuela, trabaja en casa, se encarga de los hijos y del marido, del hogar y del ganado y además no cuenta absolutamente para nada. Incluso en países desarrollados, las mujeres son consideradas una carga, y a las pruebas me remito. Reivindiquemos nuestros derechos por ellas.
Pero no olvidemos que nuestra reivindicación debe estar todos los días presente. No quiero decir con esto que andemos con la escopeta cargada todo el día analizando comportamientos y buscando micromachismos por todas partes, sino que seamos capaces de estar en nuestro sitio.
Creámonos lo que somos: MUJERES, personas con identidad propia, con vida familiar, profesional y personal (las parcelitas que decía el otro día mi amiga Esther.) Conservemos cada una de estas áreas y hagamos por mantener el equilibrio entre las tres para no dejar de ser nosotras y convertirnos en la sombra de otros.
Y lo más importante de todo: EDUQUEMOS EN IGUALDAD. Está en nuestra mano que nuestros hijos y nuestras hijas crezcan en igualdad. Que cuando sean mayores no tengan que hacer reivindicaciones frente a las desigualdades de género. Que tengan sus «parcelitas», que sean responsables de sus casas, sus trabajos y sus hijos, que concilien sin que nadie les tenga que hablar de cuotas, de derechos o de obligaciones, que sean ellos los que tengan la necesidad de hacerlo y entiendan que en las familias todos tenemos la misma responsabilidad.
Está en nuestra mano, olvidémonos de princesas y caballeros y criemos PERSONAS, fuertes, valientes y decididas. Si son hombre o mujer, que sea lo de menos.
Reyes