“Y, después de aquel día, el lobo ya nunca pudo ser feliz del todo. Aprendió que hay gente mala, capaz de juzgar sin tener idea. Y así le condenaron…a cadena perpetua”.
Pero…¿Y si el resulta que el lobo era vegano? Seguramente hasta ahora nunca se te ocurrió que podría haber sido así. Imagina que Caperucita no era tan buena como parecía. Imagina una Caperucita no tan inocente. Porque…¿Tú a quién oíste? ¿A Caperucita? ¿Al lobo? ¿O a los animalitos del bosque? ¿Tuvo el lobo alguna vez la oportunidad de contarte cómo se sentía siendo el malo del cuento? Seguramente para él no era fácil cambiar de vida. Nadie le quería. Todos le tenían miedo. Nadie se le quería acercar ni jugar con él…¡Abre la mente!
La historia, la vida (y los cuentos), siempre tendrán dos versiones. Una, la que cuenta Caperucita y otra, muy diferente, la versión lupina. Todo depende de a quien creas. Y la historia, la vida (y los cuentos), se construyen también con las aportaciones de los animalitos del bosque, de los amigos, de los enemigos, de los afines y de los detractores. Todo suma. Los amigos de uno se vuelven jueces del otro, los extraños se vuelven portavoces de lo ajeno y todos se convierten en dueños y señores de muchas verdades, de verdades a medias, de tonterías y de mentirijillas sin intención (o con toda la del mundo). Todos se vuelven expertos en aportar, inventar o…enmerdar. Porque informar mal también hace daño y para algunos es tan simple como criticar porque sí.
A partir de ahí, viene todo lo demás. Le tocaba al lobo pelear su verdad y demostrar que tenía razón. Lo que pasa, y esto es de Primero de Primaria, es que los cuentos siempre tienen villanos (aunque no siempre sean los malos) y ganarse el título de malo de la película es fácil. Vende más. Con ese panorama, el lobo decidió callar. Peroooooooo…entonces el tiempo hizo lo que mejor hace: pasar y, aunque la historia la escriban los vencedores, el tiempo da voz a los vencidos. Y hoy el lobo, con su silencio a lo largo de todos estos años, tiene un club de fans que ya quisiera Caperucita. Definitivamente, la paciencia es la madre del karma.
MORALEJA: Escuchad y callad. Dejad que Caperucita y el lobo arreglen sus cosas (o no) sin que vosotros metáis las narices enmerdando. Podéis mirar y hablar, pero solo cuando hayáis escuchado a las dos partes. Si vais a criticar con la escopeta bien cargada, buscad la verdad. No caigáis en el gran peligro de las historias únicas. Hay mucha gente haciéndolo bien. Aprended de ellos. Es fácil.
Y tú, por favor, escucha la otra versión y si quieres saber qué pasó, pregúntame. Si no quieres preguntarme, calladit@ estás más guap@.
COLORÍN, COLORADO…¡Déjate de cuentos!
FIN
Coco.
Fuente de la ilustración: Pinterest.