Un bicho raro.

¿Habéis visto la peli de Enola Holmes?
Una joven diferente, gracias a su madre, con nada (o casi nada) que ver con las señoritas de su edad en un mundo de hombres, época en la que le tocó nacer. En una de sus muchas partidas de ajedrez y lecciones de vida le dejó bien claro que era ella quien debía pintar su propio cuadro sin dejarse llevar por otras personas. Ella, obediente, sigue todos y cada uno de los consejos de su madre, lo que hace que sea vista como un bicho raro por todo bicho viviente que había a su alrededor. Porque sí. Os diré que los bichos raros eran ellos y no Enola. (Y de la peli hasta aquí puedo leer. Paso de spoilers. Quien quiera saber cómo termina, que coja una fuente de palomitas y se entretenga en verla)

Bastantes años después, en pleno siglo XXI, las cosas siguen (casi) igual y para todos. Sin distinción de sexos. Nos enseñan a decir “sí” cuando quieres decir “no” para no ofender al resto, nos enseñan a ser amables y ayudar a los demás, nos enseñan lo que viene siendo…”ser buena persona”. Nos han metido en la cabeza todo eso hasta el punto en el que agradar a los demás se ha convertido en un acto reflejo, puro instinto. Nos pasamos el día con falsas sonrisas, atentos a los juicios de los demás y pidiendo perdón por cómo somos. ¡Nada es tan agotador! Y si no gustas a los demás, te juegas la vida. ¡Un deporte de riesgo, oiga!
Y es que hay miedo, mucho miedo, a las críticas y a ser juzgado. Pero… ¿vale la pena? Rotundamente no. Ese miedo sólo hace ser más infeliz y más inseguro. Y os diré que las personas más infelices e inseguras que he conocido han sido esas que más se preocupan por lo que piensan los demás de ellas.
Entonces ¿por qué no nos enseñan a querernos más? ¿A no dar más de lo que podemos? ¿A no ser tan duros con nosotros mismos?
En la escuela no enseñan a quererte. Aprendes a base de años y algún que otro palo. En mi caso hace tiempo aprendí que practicar el YO está muy mal visto pero…me cansé de creerlo. ¿Me sirvió de algo? ¡De mucho! Me he dado cuenta que tengo que vivir conmigo hasta que la muerte nos separe y también me he dado cuenta que soy la única persona de este mundo que sabe cómo hacerse sentir bien. Os diré que desde entonces no me va del todo mal aunque es un trabajo del día a día y, a veces, la cosa cuesta lo suyo.

Niégate a criticarte y niégate a perder tu tiempo cayendo en esa trampa ( aunque te cueste). Siéntete cómoda con no saber lo que los demás piensan y haz lo que te pida el cuerpo. Toca ser muy tú e ir a lo tuyo. Total, la gente seguirá pensando lo que quiera pensar hagas lo que hagas y ¡te van a criticar igual!

Como Enola, aprende de lo malo. La crítica…nunca cambia nada.

Coco.

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