Que te cuente sus secretos…

Creo que jamás sabré justificar con argumentos sólidos las relaciones de ciertas amistades mías con personas casadas, pero reconozco que lo que más me interesa de todo este lío es conocer el punto de vista del tercero o tercera en discordia; es decir, del “no invitado” a la fiesta. Me niego a llamarles cornudos. A veces es lo mejor que les puede pasar.
Me encantaría saber las conversaciones que han habido entre esas mujeres y sus maridos. Las razones que se dan los unos a los otros para justificar su “desliz”.
¿Por qué hacen eso? ¿Falta de deseo? ¿Falta de interés?
¿Qué buscan? ¿Sexo? ¿Compañía? ¿Pasar un buen rato?
Para muchos el sexo fuera del matrimonio es la manera de romper con la pesada losa de ser esposos y madres. Según me cuenta alguna, para ella el sexo con su marido (al que quiere con locura) es una obligación, en ocasiones, dura de cumplir mientras que una aventura es sólo eso… una aventura. Sin embargo ellos no ven la obligación por ningún lado. Según confiesan, los que se atreven a confesar, se trata de otra forma de sentirse “vivos”. Ellos necesitan una vida con grandes dosis de dopamina.
Y ahora pregunto: ¿no te hace sentir vivo viajar, visitar exposiciones o simplemente hacer ejercicio?.
Y a ti, mujer: ¿no es aventura escaparte al mar o a un refugio de montaña?.
Las parejas fracasan, la gran mayoría de las veces, cuando uno de ellos descubre que ha sido engañado por el otro. La traición hace mucho daño. Mucho más daño que el engaño físico. Y cuando hablamos de matrimonio, lo que no sabes es lo que más daño puede hacerte.
Entonces: ¿la solución sería hablar honestamente entre ellos de la necesidad de un amorío? ¿de por qué busca fuera de casa lo que no tiene dentro? Pienso que sí aunque, sinceramente, no lo sé. De momento no me he visto en ese papel. Pero creo que más que hablar de romances, amoríos y aventuras se trata de hablar de la historia común. De la vida que compartes. De lo que falla y de lo que no.
Se ha escrito mucho sobre esto. Y es cierto. Pasado un tiempo la parejas cambian. Y su relación también. Hijos, trabajos, preocupaciones…dan paso a los silencios. Y los silencios, si los alargas demasiado, hacen que aparezca la distancia. Una distancia emocional que no física, en ocasiones, difícil de superar.
Y es que, hoy en día, las parejas viven más y pasan mucho tiempo juntas a lo largo de la vida, por lo que no nos tiene que sorprender que nos quedemos sin temas de conversación en más una ocasión. ¿O no? Y en caso de ser así ¿qué problema hay con el silencio?
Los terapeutas del amor dicen que hay que saber estar igual de bien cuando puedes hablar durante horas como cuando el silencio domina el ambiente. Ok. Lo compro. Pero también compro, porque eso sí lo he vivido, que las peleas son necesarias. Eso sí. Haciendo un esfuerzo por volver a hablar desde la serenidad. Eligiendo con cuidado las palabras. Porque volver a hablar significa volver a amar. Y hablar claro. Haciendo esas preguntas difíciles, íntimas e incómodas, que a veces las parejas no se atreven a formular. Se trata de hablar y escuchar lo que te dice el otro. Ponerte en su pellejo. Valorar sus necesidades y darle la oportunidad de que te cuente sus secretos…antes de que sea demasiado tarde.

 

Coco

Fuente de la fotografía: Pinterest.

 

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