Erase un niño a una pantalla pegado…

¡Qué mona tu niña y sus pequeños dedos frente al teclado, pasando de foto en foto y gritando de alegría al ver a Peppa Pig! Y cuando después de ver a Peppa, abre YouTube para ver a Shakira y bailar como ella ¡te la comes! Pero cuando se te ocurre ponerte seria y le quitas el aparato… ¡empezó la rabieta!

¿Os suena?

Esta es la historia de un niño a una pantalla pegado. Mientras está entre sus manos, vive “poseído” en lo único que verdaderamente importa: subir de nivel en el Clan Royal o ver sus dibujos favoritos. No existe nada, NI NADIE, más. Su capacidad de concentración es tal que ni siente ni padece lo que pasa a su alrededor. Y así un día y otro. Y otro. Entregado en cuerpo y alma a las “amistades cibernéticas”. Mientras, tú en la inopia y convencida de los efectos terapéuticos de estas “medicinas” porque estás requeteocupada en “cosas de mayores”.

¡Pongámonos serios!

No seré yo quien demonice la tecnología ¡Soy muy fan de ella! Al fin y al cabo, nosotros somos “hijos de la tele”. Barrio Sésamo, Espinete o La Bola de Cristal han sido nuestros amigos cuando gastábamos la edad de estos niños. Pero algunos nos hemos dejado deslumbrar por su “belleza” y usamos los dispositivos como el chupete para callar al crío y que deje de dar la lata cuando amenaza con una rabieta descomunal.

¿También os suena?

Es la “guerra de las tablets”. Guerra en la que tu hijo te pone a prueba y debes ser inflexible, pero la criatura toca ahí donde tú te rindes. Ser padres no es fácil y a veces necesitamos entretenerlos con lo que sea para atender otras historias. El día a día con ellos puede ser agotador y se pierde la calma porque es imposible concentrarte en algo mientras un niño reclama insistentemente tu atención. Yo la primera. Lo más difícil del mundo con ellos es eso: estar ahí. Buscan nuestro tiempo y la solución más “fácil” que se nos ocurre es pedir socorro al dispositivo de turno.

Perdona pero ¡NO!

¡Eso es un arma de doble filo! Actuando así el mocoso sabe que dando el coñazo recibirá un preciado trofeo. Debemos enseñarles que en la vida hay momentos de diversión y otros que no. Y, en gran medida, esto depende de la atención Y LA EDUCACIÓN que le prestemos. En ocasiones, estamos más pendientes de ellos cuando se portan mal que cuando lo hace bien. Practicamos una crianza distraída y eso tiene sus consecuencias. Nos cabreamos por la cantidad de tareas que les mandan en el cole en lugar de «hacer los deberes» nosotros. Dime la verdad: ¿Cuánta atención le dedicas a tus hijos? ¡QUE LA EDUCACIÓN ES COSA TUYA! Es en uno mismo donde hay que hacer las reformas… ¡y en ningún otro sitio!

Educarles sin gadgets es posible. ¡Steve Jobs lo hacía! Para nada pretendo aislar a mis hijos de la tecnología, sólo intento aplicar el sentido común (si aún no lo he perdido). Se trata de sacar tiempo para hablar con ellos. Para escucharles. Y PARA EDUCARLES. La clave está en la conversación. No en el dispositivo.

Y cuando esto no funcione, que sepan cuáles son las consecuencias. Es muy importante inculcarles el respeto y la obediencia. La tecnología nunca debe ser un sucedáneo de la educación. Da ejemplo TÚ. De lo contrario, corremos el riesgo de ver cómo nunca harán caso. NI A TI NI A NADIE.

 

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest

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