“Si yo fuera rica, yadi dadi dadi didu didu didu didu dum…“

Erase una vez yo que, como todos los años, me dejé la extra en comprar lotería de Navidad.

“Si yo fuera rica, yadi dadi dadi didu didu didu didu dum…“se convertía, una vez más, en mi canción favorita durante los días previos alimentando mi ilusión desde la mañana hasta bien entrada la noche. Pero el sorteo se acabó, el día terminó y no nos hemos hecho millonarios. Un año más sin poder saciar parte de mis caprichos ni comprar mi “libertad”. (El viaje a las Galápagos tendrá que esperar otra vez).

Todo esto me pasa porque en casa me enseñaron que hay que soñar y que la culpa de lo que nos pase no es de los sueños. No sé de quién será pero de ellos estoy segura que NO. Y, mientras la lotería se siga escapando entre mis dedos, no me queda otra que seguir levantándome antes que el canto de un gallo y mi smartphone seguirá roto. (Pensándolo bien, intentaré dejarlo a un lado y dedicarme más a hablar con la gente, cosa que no se me da nada mal).

Al año le quedan un par de respiros y… adiós. Y, sinceramente, esperar un futuro mejor no es la mejor manera de vivir el presente. Así que ¡es urgente divertirse! Sufrimos demasiado por lo que nos falta y valoramos muy poco lo mucho que tenemos. ¿De qué sirve tener si no disfrutas de ello? Porque, al fin y al cabo, la riqueza está en el disfrute de lo que tienes…no en lo que NO tienes. ¿ O era al revés?

Una puede querer todas las cosas del mundo pero, al final, lo que importa es vivir buenas historias. Y a éstas hay que ir a buscarlas. He comprobado, ya demasiadas veces, que la felicidad no es un golpe de buena suerte y que querer lo que no se tiene es nuestro verdadero caballo de batalla. La magia llega si trabajas, y trabajas duro, o si eres un buen mago. Así que, por la cuenta que me trae, me conviene hacer las paces con la lotería y no creer en milagros de medio pelo.

Volveré a ser la persona que era. Con la imaginación a todo volumen y sin para de trabajar. No sé hacer mucho más.

Y como veo que de momento no puedo solucionar los problemas del mundo, al 2019 le pido NI UNA MÁS. Estoy harta de abusos, violencias, agresiones y demás barbaries. También le pido que me ayude a sonreír aunque no tenga ganas. A cuidar mi alimentación (“eres lo que comes”) y más días de desconexión con alguna botellita de Predicador por medio. Me da igual tinto o blanco, me gustan los dos. Ya puesta, a 2019 le pido volver a ver “El discurso del Rey”, perdonar más y recordarme cada tanto que es el equipo quien gana. Si tiene hueco que me traiga una gran dosis de hacer las cosas lo mejor posible (siempre se puede hacer algo que no sea lo de siempre y mejor que la vez anterior) y ración extra de autoconfianza y, si no consigo lo que quiero, no pienso desesperarme (a lo mejor estoy sembrando la raíces para algo mejor… ¡quién sabe!) ¡Guerra al autosabotaje!

Y, muy importante: Aunque sé que la sinceridad no combina bien con nada, que siga defendiendo aquello en lo que creo con la misma energía que he utilizado hasta ahora. O más.

 

Creo que esto es ser libre.

Y rica.

 

P.D.: …y si algo de todo esto no funciona, no pasa nada. Probaré con la Primitiva.

 

 

Coco

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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