Oui, c’est moi

Oui, c’est moi, si, soy yo. Soy yo la que después de mil años (y cuando digo mil digo mas de 15), he retomado las clases de francés.

Puede que fuera mi destino, porque después de que en una semana me pararan dos veces por la calle y me preguntaran en francés, empecé a pensar que igual era buen momento para retomar aquello que se quedó a medias.

Realmente ha sido como una lotería, entrar a la web de la Escuela Oficial de Idiomas, entenderla, ver que había un plazo para rezagados, investigar si había turno que encajara en mi horario del nivel al que me tengo que matricular, hacer la solicitud, rezar y esperar una semana el email de vuelta… et voilà! Aceptada!

Mi señor padre/secretario con los papeles para arriba y para abajo, y ya soy alumna oficial de francés. (Gracias papá).

El primer día, observación del enemigo. La profesora parece que bien, los compañeros bien, desde adolescentes a profesores de instituto pasando por una matrona que necesita entender a las mujeres que van al centro de salud y dirigirse a ellas de igual a igual (esto me ha llegado al alma).

Mi cerebro se pone en marcha y… me acuerdo!!! Me acuerdo de muchas palabras en francés! me acuerdo de cómo se dicen los números, los días, los meses… esto está hecho! Hasta que toca hablar.

Ahora, a mi edad, me pongo delante de la clase y se me olvida lo que quería decir. ¿Será pánico escénico? ¿A estas alturas? Bueno, me quedare con que fui la primera courageuse en salir a la pizarra sin chuleta.

El segundo día, replegando velas. Me he dado cuenta de que soy la única que intenta contestarle siempre a la profesora. Hacia el final de la clase tuve que empezar a morderme la lengua. No quiero que mi vuelta al cole me haga ser la «empollona». Cada respuesta que acertaba para mi era un reto, lo celebraba interiormente porque acordarse justo cuando pregunta la profesora de que edificio se dice bâtiment, no es nada fácil, y yo soy de celebrar los éxitos. Pero claro, ya decía mi abuela que «no se come pan delante de los pobres» y ahí me ves a mi el resto de la clase con la boquita cerrada intentando ser «una más».

Ya tengo claro que mis compañeros me han conocido, la etiqueta de «sin vergüenza» ya no me la quito, pero ¿qué más me da? Soy yo la que ha vuelto a enamorarse de «la langue de l’amour» y a disfrutarlo.

Y si preguntan por la más ilusionada de la clase, tendré que responder: Oui, c’est moi.

Reyes

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