¡No me contéis historias, leche!

Existen muchas culturas en las que se cree que los demasiado optimistas morían en la época de las cavernas. Pero si creemos en la evolución, y yo creo, deberíamos saber algo de cómo funciona. Y es que cada cual tiene unas necesidades diferentes para intentar ser felices. La vida es como es y los seres humanos somos…como somos.
Quitando las razones que cada uno tenga en su particular paseo por este mundo, el tiempo me ha enseñado que lo que necesito para vivir es (casi) lo mismo que necesito para ser feliz. No sé si es mucho, poco o regular en comparación con lo que necesita el resto. Tampoco me interesa, la verdad. Con lo mío tengo bastante.
Y sí. Por supuesto que pienso que quejarse es necesario. ¡Y muy sano! Pero… ¿Qué es eso de que los demás no os dejan ser felices? ¿Qué es eso de “y yo más” a todas horas? ¡No me contéis historias, leche!
Esto es una oda a los “agonías” de toda la vida. Un homenaje a los quejicas sin causa. Y es que lo suyo tiene bemoles. La cosa es quejarse haga o no haga falta. ¿De verdad no tienen otra cosa mejor que hacer?
Quejicas crónicos: de un tiempo a esta parte vengo observando vuestro comportamiento.Estáis enfermos del ego. Muy enfermos. Os alimentáis del enfado y sois seres llenos de amargura buscando la atención de los demás a cualquier precio. Vais todo el día subidos a una montaña rusa cargada de toneladas de ira. Sois incansables y adictos al “¡me enfado y no respiro!”
¡Enhorabuena tropa! Os quejáis de todo y a todas horas, y eso no es tarea fácil. Exige una cantidad enorme de energía y tiempo. Ser un auténtico amargado lleva años y no necesita el mismo trabajo que llegar a ser una persona feliz. Yo como siempre he sido muy facilona tiro por lo cómodo, por aquello que no tiene complicaciones. Y es que, sinceramente, estoy convencida que es mucho más fácil ser feliz.
Vosotros os pasáis el día echando la culpa de todo lo que os pasa a otros o a vuestra vida pasada. Dejáis que la envidia os corroa y tenéis dentro tanto rencor que no perdonáis jamás a nadie porque “no lo merecen”.
Siento traeros a la realidad pero para ser un infeliz hay que currárselo. Algunos no tenéis idea de cómo hay que hacerlo y nos arrastráis al resto al aburrimiento. Por favor, ya que lo hacéis, hacedlo bien. ¡Hay que saber quejarse!
También podéis tirar por la calle de en medio y dedicaros a usar el sentido del humor. O a aprender a relativizar, aprender a querer y a dejaros sorprender.

Y a esa gente que no os conoce… ¡no le enseñéis vuestra peor cara!

 

 

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

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