LOS MÁS.

¿Quién es influencer? ¿Y quién decide qué es lo que influye? Más allá de los números y de las estadísticas, siempre quedarán en el aire estas preguntas.
Para muchos los influencers son personas, o personajes, de todo tipo. No sólo esa gente que aparece vendiéndote productos o enseñándote dónde ir o qué ponerte. Influencers también son los políticos y aquellos que ejercen posiciones relevantes en el campo de la tecnología o de la robótica, por ejemplo. En definitiva, personas que tienen multitud de seguidores en redes (o fuera de ellas) y que pasan a ser una parte importante de otras vidas, tanto para su entretenimiento o como fuente de inspiración.
Visto lo visto parece que cualquiera puede influir pero, sí o sí, somos nosotros los que tenemos la última palabra, distinguiendo entre influyentes de primer o de segundo nivel. Es cierto que el hecho de alcanzar muchos seguidores les da cierto protagonismo y visibilidad, pero eso no significa tener el éxito asegurado.
Todos ellos viven en la misma sociedad que el resto y ese es su riesgo. Es su poder de convicción y el hecho de que muchos sigan sus consejos y su forma de hacer las cosas lo que hace que sumen o resten. Como es también poder despertar el interés. O tener la capacidad de emocionar. Son personajes que gozan de una gran credibilidad y es la confianza de sus seguidores la que les convierte en auténticos líderes. Tanto que si mañana uno desaparece del mapa se cae el tinglado que se había montado a su alrededor.
Pero…¿están todas estas personas preparadas para influir de verdad? ¿O es puro espejismo?
Todos tenemos derecho a participar en ese gran patio aunque muchos de estos influencers lo llevan mal. Y es que la realidad que nos quieren hacer ver estos personajes es mucho menos bonita de lo que parece. Nos venden un ecosistema falso y se crea la ilusión a la que muchos incautos se agarran. Pero tarde o temprano llega un un día en el que la burbuja influencer empieza a desinflarse. Porque influir es muchísimo más que mil seguidores. Si de verdad quieres influir hay que estar abierto a aprender escuchando a los demás, saber qué le gusta y qué no le gusta a la gente. Y rodeándote de quien te inspire. Todo eso aderezado de altas dosis de humildad y empatía de la de verdad, no la de la foto o la del slogan.
Poder mirarse en el espejo de un profesional tiene una eficacia brutal. Referentes en los que reflejarse. Y no hablo de esos que son simple humo y postureo. Tampoco hablo de esos que antes de ser “algo” eran LOS MÁS. ¿Os suena? A algunos los tenemos muy cerca. En el panorama político hay unos cuantos que encajan como anillo al dedo. Eran LOS MÁS divertidos, LOS MÁS cercanos, LOS MÁS humildes y ahora son LOS MÁS falsamente divertidos, LOS MÁS falsamente cercanos y LOS MÁS altamente endiosados. Y…¿Cómo han llegado a cambiar tanto? Aunque su gran error -resultado de un ego desorbitado- es pensar que sus deseos se van a cumplir por el mero hecho de tener una legión de fans, definitivamente la culpa es nuestra y de los pelotas que revolotean a su alrededor en busca de no sé qué. Bueno sí lo sé. En busca de las migajas.
Saber influir BIEN en los demás no todo el mundo sabe hacerlo. Porque no es sólo cuestión de imagen. Tu influencia la deciden los demás. Por eso lo importante no es lo que tú pienses que desean los demás sino lo que realmente quieren de ti. Y por eso debes tener especial cuidado con lo que haces. Hay gente con muchas sensibilidades a la que puedes hacer daño. Y gente que trabaja duro y que es muy valiente a la que no les sirve una cara bonita, promesas imposibles o la palmadita en la espalda. Te siguen porque les interesa lo que dices, lo que creas…y confían en ti.

Grábate eso.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest

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