El último.

El último. Eso dice.

La vieja cantimplora, su inseparable linterna, unas chirucas heredadas y…los mismos nervios que la primera vez que fue a un campamento mochila al hombro.

Una, de pequeña, piensa tanto e imagina mucho más. Y ella, más que adolescente, lleva contando los días que quedan fantaseando con el momento de subir al autobús. Esta vez le acompaña una mezcla de emoción y nostalgia. Recuerdo la primera vez que se fue. Y más aún la noche antes, mientras hacia la maleta y sin tener idea de a dónde iba. ¡Sólo quería irse YA!

Lo decía su abuelo: “Ir de colonias hará que tus sentidos estén más despiertos respecto a lo que te rodea. Vas a ver y escuchar cosas que pueden estar allí…o no. O puede que sólo sean fruto de tu imaginación. El destino está ahí para sorprender”

Allí yo jugaba, cantaba y me divertía. Vivíamos, convivíamos y éramos felices. Y allí ella, por última vez (o no), volverá a sentir ese espíritu de libertad, camaradería y respeto que sólo nace en un campamento de verano. La vida real, su verdadera vida, se queda atrás. A cientos de kilómetros de distancia.

Oír el canto de los grillos al caer la noche y correr medio a ciegas entre los matorrales. Comprobar que nunca habrá suficiente sombra en esas eternas caminatas cuyo premio será…un buen plato de lentejas. Bichos por todas partes. Aprender a usar la brújula. Contar las estrellas entre cuentos y leyendas usando la mochila como almohada. Ir a buscar gamusinos. (A esto se tendrán que enfrentar los que decidan ir de campamento por primera vez sí o sí). La naturaleza está allí.

El campamento. Esa máquina de sorpresas. Descubrir de qué va eso de las duchas comunitarias. Gincanas a vida o muerte. La canción de la fogata. Quitarle al sueño horas que nunca echarás de menos. Un bote de gel que se abre en la mochila con fatales consecuencias pero…lección aprendida. Y donde una pastilla de jabón Lagarto te sacará de algún apuro. ¡Ese olor en los barracones de buena mañana!

Regla nº 1: No dormirte el primero. Bailes y travesuras. Historias de miedo. Todas enamoradas del mismo monitor. Siempre habrá alguno que destaque como el que más. Por lo menos para ti. Esas pequeñas cosas que dan forma a la vida del campamento.

El romance. Chico conoce chica. Miradas. Flechazo. Se dan la mano. El primer beso. Llegará la despedida y se recordarán para siempre con la mejor de sus sonrisas. Así de bonito. Porque decir adiós a ese amor que duró poco se convertirá en la mejor historia, recordada y contada miles de veces por todos los que tuvieron un fugaz noviazgo en el campamento de verano.

Y así irán pasando los días y las noches frente a la hoguera hasta la última. Esa noche en vela en la que todos saben que no habrá otro campamento igual. Promesas de amor eterno, desear que el campamento se alargue hasta el infinito y más allá, firmar camisetas y cuerpos dejando tu huella para siempre en el otro, llorar sin consuelo cuando digas adiós a esos amigos sin los que la vida ya no tiene sentido… ¡Llegó el fin del mundo!

Cosas propias de adolescentes que serán los mejores recuerdos de su vida. Años después, al rescatar fotos de entonces, asomará en su memoria y morriña en mano, un montón de historias…para no olvidar.

 

Coco.

Fuente de la fotografía: En Benigánim, agosto de 2015.

La compañera de litera de Laura se despidió así de ella

…antes de volver a casa.

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