UN AÑO

Un año ya desde que vino un alemán a La Gomera y le dieron el título honorífico de “Primer caso de coronavirus en España”. ¡Pobre alemán! Desde entonces hay un antes y un después. ¡Cómo ha cambiado el cuento para más de uno!
El virus nos sorprendió a todos a pesar de saber que ya iba “asomando la patita” en China pero -como dijo algún ¿experto?- nunca pensamos que llegaría aquí para quedarse. Nos parecía una amenaza sin importancia. Pero así fue. Llegó, se quedó y nos pilló en bragas. Vimos que no solamente los seres humanos tienen la capacidad de cambiar el rumbo de la historia sino que si una mariposa bate las alas en Wuhan, alguien muere en el polo opuesto. Y eso obligó al planeta entero a ir adoptando medidas y adaptando las vidas, pero todo el mundo llegó tarde. España también.
El bicho, las mascarillas, los geles, todo eso y más, nos han cambiado radicalmente. De aquellos abrazos y besos tan nuestros, tan efusivos, tan latinos y tan mediterráneos hemos pasado al codo, a la distancia y a la frialdad, todo en aras de mantener la salud nuestra y de los que nos rodean. Y, aunque muchos lo hemos hecho lo mejor que hemos podido, se han cometido errores por parte de todos.
La desinformación y las mentiras han estado presentes desde el primer día. O mejor dicho, antes del primer día. Todo eso por no hablar del placebo político al que nos hemos visto sometidos: aplausos, buen rollismo o promesas de vacunas para todos. Y las promesas…pasan factura. Doce meses de pandemia cuyas cicatrices son más de un millón de muertos y miles de personas sin empleo (y subiendo). Hoy la enfermedad se multiplica y las vacunas se vuelven parte del problema. Las calles están vacías, miles de negocios cerrados y los hospitales desbordados. Son tiempos de dolor. Nos tendrían que haber dicho que algo insólito estaba pasando y que nuestro mundo iba a cambiar por culpa de un virus. Comunicar con veracidad y sin tapujos el avance de la enfermedad quizás hubiera evitado algo de dolor. (Perdonad aquellos que se sientan ofendidos por estas palabras. Al fin y al cabo, culpar a otros es típico del ser humano).
Un año después el virus aún sigue muy presente. Nos tiene de rodillas. A sus pies. Y es importante no olvidar esto: El daño que ha hecho el confinamiento será mayor que el ocasionado por el bicho. Somos primates. Humanos en cautiverio con el nerviosismo de todos a flor de piel. Y esta enfermedad necesita la medicina del calor humano.
Somos seres necesitados de otros y como en las crisis no hay sólo perdedores, la fuerza de los lazos familiares ha sido la gran triunfadora en la lucha contra el virus. Los padres ahora pasamos más tiempo con los hijos. Cosas que antes hacíamos deprisa y corriendo. Y hemos descubierto que con el encuentro virtual nos comunicamos mucho más que antes. Nos hemos conocido un poco más y estamos más unidos que nunca con aquéllos que de verdad nos importan.
Un año después no podemos regresar a la normalidad, porque la normalidad es el problema. La vida normal tardará aún un tiempo en volver y eso si no hay contratiempos por el camino. No podemos cambiar lo que está pasando sencillamente porque no depende de uno, pero sí nuestra respuesta frente a ello. Todos estamos en esta batalla. Y todos, ricos o pobres, viejos o jóvenes, somos uno y formamos parte del mismo hogar, el planeta Tierra. Somos una gran familia, lo que significa que cada persona es responsable del otro. Y debemos grabarnos a fuego que estamos juntos en esto.
Un año después, hemos visto cómo la pandemia ha sacado lo mejor y lo peor del ser humano. Aún no sabemos a lo que nos enfrentamos y darnos cuenta de que no tenemos el control absoluto ha sido una lección de humildad tremenda. Eso nos ha obligado a encontrar soluciones, a aprender de los errores y ver lo bueno que nos rodea. Hoy somos más generosos y solidarios que nunca. Hemos visto grandes ejemplos de humanidad que han ayudado en estos tiempos revueltos. Y hemos sido los primeros humanos capaces de inventar una vacuna en apenas diez meses.
Y aunque un año después es difícil escribir cosas positivas en pandemia, si buscas…encuentras.

Coco.

Fuente de la imagen: Diario de Canarias.

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