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La puerta abierta.

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Ha caído en mis manos un interesantísimo libro que habla de la vida de Marco Aurelio y su forma estoica de enfrentar la vida y los designios del Imperio romano. Altamente recomendable. No es un libro de filosofía…y sí es un libro de filosofía. Me estoy contradiciendo. Lo sé. Pero es que, a la vez que habla del estoicismo y la fuerza mental de este hombre, narra su vida de una forma que no te das cuenta que es un estudio de filosofía. Fin del resumen. Quien quiera saber más, el libro se llama: “Piensa como un emperador romano”.

Por lo visto Marco Aurelio practicó desde bien pequeño una serie de ejercicios todos los días dirigidos a dominar las pasiones, entrenando mente y cuerpo para que sólo obedecieran a la razón. Decía que es ésta la que gobierna nuestras decisiones. Buscaba la excelencia hasta el punto de renunciar a hacer cualquier cosa indebida o inapropiada y aceptar con absoluta calma aquello que estaba fuera de su control. Y llegó a tal dominio de la técnica, llegó a creérselo tanto, que jamás perdía el tiempo en fiestas populares o con asuntos frívolos y -por supuesto- nunca gritó ni lloró desconsoladamente por mucho dolor que sintiera.

Pero, con todos mis respetos a tan honorable emperador, no hay filosofía ni ser humano (o eso creo) que pueda anular los sentimientos por mucho que nos empeñemos. Porque el corazón -queramos o no- no puede ser siempre fuerte, aunque quiera. El corazón late…siente. Será por eso que, a pesar de los consejos de ms padres y profes varios, a pesar de que me encanta Marco Aurelio y a pesar de trabajármelo a lo largo de estos años a base de tortas, siga con mi manía de no pisar el freno. La felicidad que a veces me produce el exceso es inevitable. Ir al karaoke y hacer el ridículo una y otra vez me encanta. Necesito quejarme cuando me han hecho daño o cuando me siento mal. Y si hay que llorar, lloro. Me gusta hacer chorradas. Me gusta bailar, aunque nunca lo he hecho bien (la coordinación es otra de mis asignaturas pendientes). Necesito mostrar mi lado grinch en cualquier época del año. Y así podría hacer un relato interminable de cosas que me gustan y cosas que necesito hacer pero que, según las enseñanzas de Marco Aurelio y su grupo de estoicos, no debo porque muestro mis emociones más allá de lo debido.

Querido y admirado Marco Aurelio: Desde aquí todos mis respetos y reconocimiento por tu gran labor y legado pero lo del estoicismo no te lo compro. O, mejor dicho, te lo compro a cachos. Porque, como bien dices, al final a todos nos espera el mismo final y -precisamente por eso- no hay cosa más grande que el placer de los sentidos, lanzarnos a la vida sin frenos, salirnos del guion, abrazar las emociones delante de quien sea y caiga quien caiga. Porque todo eso es parte del mundo. Y a mí me gusta ver el mundo así, con sus excesos. Reprimir mis sentimientos nunca se me ha dado bien. Así que prefiero, si no te importa, dejarles la puerta abierta, que entren y salgan tantas veces lo vea necesario…y me lo pida el cuerpo.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

Cogito EGO sum

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No, no has leído mal, pone EGO, así bien grande, como el ego de más de uno y mas de dos… o el mío en este instante. ¿Por qué no?

La frase original, atribuida a René Descartes, COGITO ERGO SUM/ PIENSO LUEGO EXISTO, está ya muy trillada y yo le he querido dar una vueltecita, a ver que te parece.

El EGO, ese maltratado concepto que tenemos de nosotros mismos, puedes encontrarlo en cualquiera de las personas que te rodean. Los hay pequeñitos y discretos, pero también los hay grandes y escandalosos. Éstos últimos a veces no son exactamente así, sino que los pillas en un momento en el que están disfrazados. ¿Sabes por dónde voy? Si, eso! que a veces pensamos que las persona que presume de ego y que nadie quiere tener cerca por «sobrado de la vida», a veces es la que más nos necesita. Esas muestras de ego desmedidas reflejan muchas veces un bajo concepto de si mismos que disimulan con una falsa seguridad y que tratan de reforzar buscando la aprobación de los demás y los halagos.

Sabemos que las Redes Sociales no ayudan mucho en esto del ego… pero a lo mejor sí. Cuando estés un poco bajo de moral, sube un fotón, verás como tienes rápidamente una inyección de autoestima por los comentarios de los tuyos. Lo acabo de comprobar en mis carnes, y es maravilloso. De los haters ni te preocupes, hablaran mal de ti, seguro, pero será a tus espaldas, así que ni tan mal. Si aún así te preocupan piensa en lo contrario, en que tus logros o tus publicaciones pueden servir a otros de inspiración, a mi me pasó hace unos años y siempre le estaré agradecida a Fran por decidir retomar sus estudios universitarios y publicarlo.

En cuestiones de ego y de voluntad, nunca es tarde. Y recuerda: COGITO EGO SUM, o lo que es lo mismo «Pienso, alimento mi ego y soy feliz».

Reyes

Mis Jedi

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La vida está llena de decisiones difíciles: elegir entre burger o pizza, decidir si el momento adecuado para comprar otro par de zapatos es ahora o ahora mismo, y enfrentarse a la eterna pregunta de si decidir irse a una isla desierta es la respuesta a todos tus problemas. Pero, ¿quién necesita Google cuando tienes a ese amigo que es un maestro Jedi en el arte de tomar decisiones?

No subestimes el poder de una buena conexión mental. Ese casi truco de mágica que hace que tus pensamientos fluyan juntos como una coreografía bien ensayada. Porque, sinceramente, ¿de qué sirve un amigo que no puede leer tu mente y saber que prefieres vino en lugar de cerveza, incluso antes de que lo sepas tú mismo?

En los momentos oscuros, cuando el drama de la vida golpea más fuerte que una tormenta en el mar, es crucial tener a alguien que te conozca tan bien que pueda ofrecerte sosiego con solo mirarte a los ojos y decir: «Vamos a necesitar más gin-tonics para superar esto».

Y, por supuesto, no me quiero olvidar la importancia de reírnos juntos. La conexión mental también se traduce en un sentido del humor compartido que va más allá de las palabras. Ese amigo que te envía WhatsApp absurdos y chistes que solo nosotros entendemos, convirtiendo incluso los días de mierda en momentos en los que han conseguido sacarte una sonrisa.

En resumen, tener un amigo que no solo esté contigo en las buenas y en las malas, sino que también esté sintonizado en tu frecuencia mental, es un tesoro incalculable. Porque la vida se nos puede complicar en determinados momentos, pero con un amigo que comprende tus rarezas y celebra tus victorias más locas, todo se vuelve un poco más fácil de llevar.

Así que aquí va un brindis por esos amigos que son como maestros Jedi: Conectados, siempre fuerte, siempre presente. El entrenamiento con el manejo del sable laser lo dejamos para otro momento.

Caye

23 LECCIONES DEL 23

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  1. Decir que no a lo que no. Y ser valiente para marcharme.
  2. Cuando una sabe dónde va lo disfruta el doble. Comprobado.
  3. Darme cuenta de que la infelicidad de algunos momentos la provocó la falta de quererme más.
  4. Hay días duros. Y otros durísimos. Buscar la belleza en ellos…para recordarme que estoy viva.
  5. Lo hecho, hecho está.
  6. No hay nada que no tenga solución. Nada es tan grave.
  7. Dejar de jurarme (y no cumplirlo) que eso no se repetirá más. Y dejar de castigarme.
  8. Poder recordar los días malos con una sonrisa…y entender su importancia.
  9. No perder las ganas de seguir aprendiendo a hacer las cosas “medio bien”.
  10. Pensar antes de hablar. (Sigo pensando que no sé si es buena idea).
  11. A mi edad ya no estamos para aguantar.
  12. Las rebajas están sobrevaloradas.
  13. Envejecer es una putada. (Aunque es lo mejor que puede pasarte).
  14. Valorar eso que tenía y no supe apreciar cuando tocaba. Nunca es tarde.
  15. Elegir bien a quién confiar mis historias. O lo que es lo mismo: más amigos y menos conocidos.
  16. Echar de menos sin que duela. (O que duela menos).
  17. No disimular más de la cuenta. No es sano. También comprobado.
  18. Pedir más mimos. (Los abrazos también me gustan).
  19. El aeroccino de Nespresso lo inventaron pensando en mí.
  20. No siempre que quieras podrás.
  21. Entender que esto también pasará. (Aunque mi paciencia está en peligro de extinción).
  22. La complicidad de una mesa camilla. (Aquí ni caso. Yo me entiendo).
  23. Larga vida a mis amigos. No se puede tener más suerte.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

Blue… tururú!

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No paro de recibir mails que me dicen que hoy es Blue Monday, el día mas triste del año, que aproveche las rebajas para sentirme mejor, que reserve ya mis vacaciones o que lea textos divertidos para ponerme las pilas… y lo que ellos no saben es que hoy estoy más feliz que de costumbre.

Ayer conseguí poner fin a mi etapa como «estudiante de comunicación», a falta de hacer la defensa ante el tribunal y de saber que nota me ponen (con un 5 me conformo, lo de suspender no lo contemplo), anoche entregué mi Trabajo de Final de Grado en Comunicación.

Ha sido un proceso largo que comenzó con mi admisión para acceder al segundo ciclo de Publicidad y Relaciones Publicas en la Universidad de Alicante hace más de 20 años y que espero acabe en febrero de este año con la tramitación del título de Graduada en Comunicación por la Universitat Oberta de Cataluña.

Han sido muchos años, muchas idas y venidas, muchos aprendizajes, muchas prácticas y muchas personas.

Siempre digo que lo mejor de todo son las personas y en este caso no podría ser menos. Desde la primera persona a la que escuché hablar de la opción de estudiar la carrera Online, pasando por la que encendió la mecha para que retomara aquello que había dado por perdido y siguiendo por todas las personas que en mi vida profesional y personal me han animado a seguir en mi empeño.

Hoy estoy muy satisfecha del trabajo realizado, de los resultados y de las decisiones tomadas en el camino, porque cuando había que parar, paré y cunado era el momento de retomar, lo tuve claro.

Sé que cuando leas esto pensarás ¡qué valiente!, o ¡qué local! y si, no te lo voy a negar, en ocasiones he tenido que ser valiente para dejar de hacer lo que me apetecía y ponerme delante del ordenador y en otras he tenido que trabajarme mi sentimiento de culpa por robarle tiempo a mi familia.

Con todo esto, solo me queda dar las gracias a todas las personas que habéis creído en mi más que yo misma y decirle al lunes: Blue… turuú!

Reyes

Mi Presión

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¡Bienvenidos a este emocionante viaje por el vertiginoso mundo de la presión diaria! ¿Quién no ama ese momento matutino cuando la alarma suena y te das cuenta de que ya has empezado a acumular estrés incluso antes de salir de la cama? Ahhhhh, la vida moderna, esa montaña rusa de emociones que nos hace preguntarnos si nuestro mantra diario debería ser «Respira profundo y cuenta hasta diez… o diez mil».

Hablemos de esa presión en el trabajo, donde los plazos son más ajustados que tus pantalones preferidos después de las fiestas navideñas. Claro, todos amamos la adrenalina de la fecha límite que se avecina como un tsunami, dispuesto a arrasar con nuestras últimas migas de cordura. Pero, ¿A quién le importa la sensatez cuando puedes tener una dosis de cafeína que rivaliza con tu deseo de que te suban el sueldo y un sentido del humor más fuerte que un pistacho cerrado?

Y luego están esas situaciones cotidianas que nos prueban como si fuéramos sujetos de un experimento psicológico avanzado. Desde encontrar las llaves del coche hasta recordar si apagaste el fuego de la cocina, cada día es una aventura épica llena de emociones intensas y dramáticas. Pero, ¿Quién dijo que la vida no debería ser una buena serie de Netflix?

Ahora, la verdadera joya de la corona es el arte de permanecer tranquilo en medio del caos. Mientras todos a tu alrededor corren en círculos, tú te sientas en tu silla, con una sonrisa tranquila y la seguridad de que, en última instancia, todo se resolverá. Porque, en realidad, ¿quién necesita estrés cuando puedes enfrentar los desafíos con una mezcla de sarcasmo y la tranquilidad de un koala tomando una siesta en una rama de eucalipto?

La próxima vez que sientas que la presión amenaza con llevarte por delante, recuerda que la mantener la calma es tu superpoder secreto. Después de todo, el estrés solo puede controlarnos si le damos permiso. Así que, relájate, suelta esa ansiedad como quien suelta un globo en un día ventoso y observa cómo tu perspectiva se amplía, verás como llegan soluciones tan brillantes como luciérnagas en la noche.

Así que ya sabes, la próxima vez que la presión amenace con convertirse en tu mejor amiga, recuerda que la risa es el antídoto perfecto y la tranquilidad tu capa de superhéroe.

 ¡Ahora que ya te he contado mi secreto, ponte tu mejor sonrisa y échale un toque de sarcasmo a este 2024!

Caye

ESTÚPIDOLANDIA

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No puedo con ellos. Lo confieso. Intento poner en práctica todas las técnicas para entender el comportamiento y la forma de ser de determinadas personas. Utilizo todas las herramientas que se supone son infalibles para mantener una conversación -y algo más- con ese tipo de gente, pero definitivamente NO. Y es que la estupidez existirá…SIEMPRE.

Y ojo. Seguro que tenéis en mente a alguien cercano de semejantes características, pero yo voy un pelín más lejos. Me refiero a esas personas que tienen la consideración de gente preparada, con un currículum y una trayectoria digna de enmarcar. Me refiero a esa gente que nos representa y gestiona -de alguna manera- nuestras vidas. Y lo gordo es que son una especie que, por muchos adelantos y progreso que vivamos, jamás estará en peligro de extinción. La estupidez es altamente contagiosa y hoy en día se viraliza como la pólvora. Por eso, y porque los humanos nunca aprendemos, el ser gilipollas siempre tendrán su sitio.

A ver. Que vaya por delante que todos, en mayor o menor medida, somos estúpidos o lo hemos sido alguna vez, pero los hay que se llevan la palma y son estúpidos 24/7 por mucha capa de súper héroe o súper heroína que vistan. También creo que las estupideces son necesarias en la vida. No concibo el día a día sin alguna tontería que otra. Dan algo de vidilla a la rutina de cada uno. Es más, diría que son absolutamente necesarias. Pero cuando la cosa en lugar de uso se convierte en abuso…¡sálvese quien pueda!

El estúpido no se da cuenta porque vive en Estúpidolandia y su mundo es sumamente minúsculo (a pesar del nivel de inteligencia que gastan algunos), pero los que los sufrimos gastamos muchas energías intentando sobreponernos una y otra vez a sus payasadas. Se dedican a difundir sus gilipolleces día tras día de una forma tosca y, a veces, hasta ordinaria. Algunos están tan enamorados de sí mismos, están tan convencidos de que sus simplezas son altamente interesantes que no se dan cuenta de que con tanta tontería el valor de sus actos queda totalmente diluido. Y esto es así porque los que les sufrimos al final no nos quedamos con el valor que pueda tener su gestión, nos quedamos pasmados con la cantidad de mamarrachadas que tenemos que verles hacer para extraer lo que de verdad importa.

Empiezo el año a tope de grinch. Lo sé. Y la culpa es mía. Única y exclusivamente mía. Lo reconozco y entono el mea culpa donde haga falta. Porque, a pesar de los años que gasto y de la experiencia acumulada, siempre (o casi siempre) me pillan con la guardia baja y me la meten doblada. Tal cual. Y eso me enfada. Así que le pido al 2024 (y siguientes) que, por favor, traiga sacos de cordura a toda esa tropa y a los coros rocieros que les acompañan. Que estamos en sus manos para muchas cosas. Y que, precisamente por eso, analicen su comportamiento y apliquen algo de prudencia en sus manifestaciones y en sus salidas a escena, porque cuando hacen tanta patochada no están hablando por sí mismos. Nos están representando a muchos. Y por ahí…por ahí NO.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

Prioridades

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Lo sabemos, en la vida todo es cuestión de prioridades, ¿pero cuántos de nosotros lo hacemos de manera consciente?

Puede que para este nuevo año te hayas propuesto muchas cosas, pero ¿en qué numero te has puesto tú?. Yo he decidido que voy a empezar a preocuparme un poco menos de los demás y un poco más de mi. Entiéndase que la familia es lo primero siempre, y que a los míos no me los puede tocar nadie, pero para poder cuidar hay que cuidarse. Ya lo dice el personal de vuelo: primero te pones tú la mascarilla y luego se la pones a los demás, y así debe ser en la vida. Servicio a los demás si, pero en las mejores condiciones.

Dicho esto, si me llamas y no me encuentras será porque me estoy preparando para poder estar contigo al 100%, para poder hacer las cosas de forma consiente y con dedicación plena. Ya está bien de hacer las cosas a medias, o a disgusto que es peor! Estar en un sitio pensando que deberías estar en otro o sentirte culpable por no estar haciendo eso que consideras importante.

En este momento de mi vida, la almohada me da muchos consejos, será porque me hago mayor y duermo menos o porque mi cabecita no para de darle vueltas a las cosas, pero se ha convertido en mi mejor consejera y estoy dispuesta a hacerle caso. Si tengo ante mi la oportunidad de cambiar cosas que no me gustan por otras que anhelo, tengo la obligación de hacerlo, ¿o no?.

Pues ese es mi propósito de año nuevo: cambiar lo que quiero y puedo, lo demás ya vendrá solo.

Reyes

MI SUERTE

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Tengo mucha suerte.

Confirmado.

Se habla mucho sobre la importancia de ser una fiera en los negocios o en el trabajo, que te asciendan hasta los altares con puestos de responsabilidad (sueldo incluido) pero… ¿de qué te vale si no tienes con quien pasar el resto del tiempo? ¿pa qué tanto cuando, de viernes a domingo, no sabes qué hacer con tu soledad? Y es que, a veces, se deja de lado el importante papel que juega la amistad en todo esto.

Porque señoras y señores, hay vida más allá del curro. Y ahí andamos, luchando por tener nombre y prestigio, pero esa vida no es la misma cuando cierras la sesión y apagas el pc. A partir de ahí… ¿qué? A partir de ese momento es cuando la cosa se pone seria porque empieza la vida de verdad. La tuya. Esa en la que pasas a ser TÚ.

He visto gente que se lleva el trabajo a casa simplemente porque no tienen otra cosa mejor que hacer. No se lo llevan porque tengan que adelantar unos presupuestos, estudiar unos informes o presentar una demanda. Lo que les pasa es que no tienen plan B. Viven el mismo fin de semana tras el mismo fin de semana una y otra vez. Se consuelan así. Y la pregunta es: ¿de qué te sirve ser importante en el trabajo, con luces y taquígrafos a tu alrededor, si una vez que se apagan los focos no tienes a nadie con quien echar unas risas, unos llantos o…unas cañas?

Tener amigos -quien más quien menos- tiene, pero tener buenos amigos es otro cantar. Y que los tengas ahí a las duras y a las maduras, es de premio. Sobre todo a partir de cierta edad. Y yo, sea por lo que sea, compruebo cada día que pasa que estoy rodeada de amigos que me quieren, me cuidan y se preocupan por mí. Generosos, comprensivos, sin regodearse en mis mierdas… Resumiendo: ¡Tengo los mejores amigos que pisan el planeta Tierra! ¡Ya lo he dicho! ¡Y el que pueda que lo mejore! Y no es porque llega la Navidad y ya esté en “modo moñas”. Es porque me lo demuestran haga o no haga falta y sin pedir nada a cambio. Lo hacen porque les da la gana. Y son tantos que me falta tiempo para disfrutar de todos ellos como se merecen. Porque yo sí les quiero dar mucho a cambio. Quiero darles abrazos, quiero darles más buenos ratos y quiero darles las gracias. Y en mi corazón hay sitio para todos. Porque se han quedado a mi lado cuando han sabido que no era mi mejor momento, porque han pensado en mí para celebrar sus éxitos y porque me han querido en su vida a pesar de mis arrebatos y mi mal genio.

Y ahí es donde quería llegar. Porque cuando el mundo era una fiesta nos faltaban dedos para contar gente con la que pasarlo bien, pero cuando vienen mal dadas…ahí es cuando hay que echar la cuenta. Y cuando cuentas, te sobran dedos en las manos. De pronto el personal se esfuma como en los trucos de magia. Y eso no a todo el mundo le pasa…pero a mí sí. Mi gente está ahí, al acecho, pendientes de mi bienestar, preocupados por mi paz. Y si notan que me tambaleo tardan cero y menos en acercarme su brazo para que no pierda el equilibrio. Y si lo pierdo, corren como alma que ve al diablo para levantarme. Así las gastan.

Mi suerte es esa. Darme cuenta de que la infelicidad de algunos momentos siempre ha venido acompañada de mis amigos. Y es que la amistad es un trabajo…maravilloso.

P.D.: A la Navidad le pido que los cuide. Sin ellos…no soy nada.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

FAUDA

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Enganchada no, enganchadísima con FAUDA. En mi opinión altamente recomendable. Y sin querer hacer spoiler os diré que para mí aquí no hay buenos ni malos. Sólo hay inocentes derrotados y guerra. Una guerra que, de momento, no le veo final cercano. Ni mucho menos. Fin de la sinopsis. A partir de aquí a quien le apetezca, que se haga una maratón de palomitas y sofá (la manta al gusto).

La verdad es que es un género que me ha atraído desde pequeña y ahora, con la que está cayendo, aún más. Creo que se debe a que, a través de historias plagadas de espías, grupos paramilitares, granadas de mano y misiles, siempre me ha sido más fácil entender algunas cosas del panorama internacional. Mucho más fácil que cuando empollaba libros de texto con fechas, cifras y nombres –algunos impronunciables-. No sé. Tendré que hacérmelo mirar.

Sin pestañear paso horas delante de la pantalla disfrutando con personajes de todo tipo que viven y sufren, cada uno a su manera, el terror. Y de todos los personajes que trufan el reparto me llaman poderosamente la atención los reporteros de guerra. Personas que no son ni de un bando ni de otro pero que también están en la línea de fuego. Valientes profesionales de la información que, armados sólo con la palabra y acompañados de cascos protectores, se juegan la vida por contar a medio mundo lo que está pasando en el otro medio entre metralletas y bombas. Porque, hay que decirlo alto y claro, algunos por no tener no tienen ni siquiera un chaleco antibalas.

El trepidante mundo de los corresponsales de guerra dando a conocer duros testimonios, de conflicto en conflicto para que los bárbaros no queden impunes, es de los que dejan huella. Verdaderamente creo que son de otra pasta…y otra casta. Lo que hacen es de una valentía sin límites. Ellos dicen -y es verdad- que si no se cuenta, no existe. Y pagan hasta con su vida por mantenernos informados, por contarnos la realidad que se vive al otro lado de nuestras fronteras, y eso es un precio demasiado alto que la gran mayoría de los mortales no nos plantearíamos jamás.

Difícil comprender las situaciones tan crudas por las que pasan. Complicándose la vida, en unas condiciones durísimas, pero dispuestos a hacer lo que haga falta para enseñarnos cómo es el infierno. Y cuando vuelven a casa curtidos en guerras y desastres, vuelven con la mochila cargada de traumas, ansiedades e incluso algunos con graves secuelas para el resto de sus días. ¡¿Y cómo no van a tenerlas?! Porque sólo con ver su trabajo es imposible no sentirse implicado y, a la vez, entender que deben endurecerse para hacer bien su trabajo. Ejercer su oficio, ser testigo directo mientras caen bombas y silban balas sobre sus cabezas, y no poder salvar vidas debe ser frustrante.

Y aunque ellos se consideren unos privilegiados, los privilegiados somos nosotros. Gracias a su trabajo y desde el más cruel anonimato, sabemos de los acontecimientos más importantes de la historia, nos enteramos de lo qué está pasando y podemos reaccionar ante la injusticia. Hoy más que nunca la desinformación online hace que su trabajo, su lucha por contar la verdad, necesite testigos…y esos somos nosotros.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

UN ALMA CARITATIVA

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Hace unos días leí que nada nos vuelve tan solitarios como nuestros secretos y que, cuando las cosas no funcionan por más esfuerzos que hagas, es necesario que saques todo el dolor que tengas. Es algo muy humano y muy necesario. Mientras no verbalizas cómo te sientes, no eres capaz de valorar el daño que te está haciendo la situación. Sin embargo, cuando decides contarlo todo fluye. Ves que no eres el único y que todos TODOS tienen o han tenido fracasos incluso más gordos y graves que los tuyos. Pero ojo. También soy de los que piensan que tienes que tener mucho cuidado con quién te sinceras. Las apariencias engañan y los hay que les da un gustirrinín morboso ver tu lado más más débil y saber que estás pasando una mala racha. O que las cosas te van peor que a él. Y como la envidia es el pecado nacional, a la menor oportunidad harán todo lo posible para sacarlo a relucir. Son así de buena gente.

Por eso soy de las que piensan que hablar abiertamente de tus fracasos es un acto de valentía. Y también por esa razón soy de las que opinan que hay que ser extremadamente cuidadoso a la hora de contar nuestras miserias, nuestros problemas o nuestros sentimientos. Porque siempre habrá “un alma caritativa” que se encargue de correr la voz (vaya usted a saber con qué intención) o de poner el dedo en tu llaga cada vez que “no haya dormido bien”, por ejemplo.

El “sincericidio” tiene sus riesgos, porque confiar en la persona equivocada puede provocar efectos devastadores. Tener a alguien que te escuche, a alguien con quien desahogarte en ese momento de horas bajas, es tan necesario como saber con quién sí y con quién no. Y las lecciones aprendidas a lo largo de todos estos años que llevo encima no han hecho otra cosa que decirme que los escudos son parte importante de la vida. Sé que no es fácil. Yo he sido la primera en cometer el error una y otra vez. Y no aprendo. Siempre hay alguien que me la cuela. Soy así de imbécil y he metido al enemigo en casa más de una vez. Así que… ¡cuidado! Si te sientes tan mal que has contado tu vida en verso al primero que pasa y has comprobado que abrirte en canal con quien no debes es un arma de doble filo, decirte que te acompaño en el sentimiento, que aprendas de los errores y que…a mantener las distancias.

CAIGA QUIEN CAIGA.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

En la luna de Valencia

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En la luna, así me siento a veces. Como si viera la tierra desde fuera y pensara que mi mundo es otro muy diferente. Un mundo en el que lo racional se mezcla con lo emocional, en el que negocio y arte van de la mano, en el que la creatividad se pone al servicio de las ideas y éstas hacen lo posible por transformar la sociedad que nos rodea o por apelar a nuestros instintos más básicos.

Si me conoces sabrás que estoy hablando de la Publicidad. Ese mundo que me apasiona, que me llama y me busca desde que tengo uso de razón. Un lugar en el que las palabras, los colores o las formas pueden tener mil significados diferentes según los combines y en el que la inteligencia alcanza un grado más, el de la curiosidad eterna por descubrir qué ocurre si te atreves a ir un paso más allá.

«Bienvenidos Lunáticos» es el pistoletazo de salida del Festival de Publicidad y Comunicación Creativa de la Comunidad Valenciana, La Lluna, organizado por la Asociación de Empresas de Comunicación Publicitaria de la Comunitat Valenciana, (ComunitAD). Un «grito de guerra» que he sentido muy mío pues identifica muy bien como me siento cuando pienso que vivo en un mundo en el que nadie sabe qué hace un publicista ya sea creativo, ejecutivo de cuentas, relaciones públicas, organizador de eventos, creador de contenido, copy o diseñador.

Si, son lunáticos todas las personas que se dedican a esto, y yo me incluyo, porque aunque no sea la publicidad lo que me da de comer, ahora tengo la suerte de verla desde el otro lado. Aspiro a que se convierta en mi forma de vida algún día, puede que a los 50 o puede que cuando me jubile, pero se que llegará en algún momento, pues igual que la luna cambia yo también lo hago.

En este momento puedo decir que he pasado por casi todas las fases lunares… he tenido épocas en las que me he sentido menguar, y en otras crecer, me he sentido plena e incluso nueva y si, también he vivido algún que otro eclipse, pero igual que la luna vuelvo a empezar y aunque no todos me ven de la misma forma y habrá para quien mi luz no sea suficiente, me voy a quedar con que existe un mundo más allá del mío que siempre será mi vía de escape.

Gracias lunáticos por existir y por hacerme ver que la Luna no está tan lejos.

Reyes

P.S.: Imagen cedida por David Devesa, otro lunático que además de fotos hace gatos 😉

MALAS Y BUENAS NOTICIAS

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Hoy traigo malas y buenas noticias.

La mala: el número de listillos que se creen dueños de un gran talento no ha parado de crecer en los últimos años. Ese “yomimeconmigo“trumpista y enfermizo que sufren se ha expandido por el planeta llevando la mediocridad como tarjeta de visita.

Dicen que es el mal del siglo XXI. Y así es. Lo estamos viendo en muchos sitios. No tienes más que mirar a tu alrededor para ver cómo cada día hay más gente a la que le sobra cantidades ingentes de prepotencia, soberbia y, sobre todo, falta de modestia. Esos que se pasan el día hablando de lo mucho que trabajan y de lo mucho que valen. Esos que en cuanto te pillan desprevenida te relatan, con puntos y comas, todo lo que hacen y lo imprescindibles que son. Y cuando no lo cuentan, ojito, porque lo que están haciendo es coger aire para…volver a empezar.

Es curioso ver lo fácil que algunos de ellos, con ese afán desmedido por subirte al carro, pierden el norte cuando les ponen la medalla. Otros lo tenían perdido hace mucho tiempo y al ser tocados con la varita mágica sacan su verdadero yo. De todo hay en las viñas del Señor.

Los psicoanalistas dicen que ésta práctica es un escudo contra la inseguridad. Que sólo es el puro reflejo de alguien que, en contra de lo que pudiera parecer, está escondiendo su infelicidad o es muy inseguro y con la autoestima bajo mínimos. Y si ellos lo dicen, no seré yo quien diga lo contrario. Lo que sí les digo es que cuando ya tienes cierta edad soportas menos cosas. Y yo, por ejemplo, cada vez soporto menos la facilidad que tienen algunos para alimentar su ego a costa de creernos gilipollas a los demás. 

Su culto al ego se ha convertido en un problema que va más allá de fanfarronear de vez en cuando. Siempre en busca del minuto de gloria, con una idea distorsionada de sus méritos, están enfermos por mostrar su popularidad. Y están tan enamorados de sí mismos que les pone ser admirados y, precisamente por eso, necesitan hacerse notar a todas horas. Por eso y porque el ego es ciego, no ven que ese postureo arrogante no va a ocultar ni un ápice su incompetencia. ¡Oigan, que la medalla no hace milagros!

Si alguien se ve reflejado en este perfil, pero aun así piensa que esto no va con él, desde ya les digo que afortunadamente el mundo sigue siendo imperfecto. El ego es nuestro peor enemigo.  Así que… ¡a espabilar! Nunca menospreciéis a los demás. Dadnos razones para prestaros atención. Porque no se trata decir, día tras día, que sois la leche sino de hacer que seamos nosotros quienes lo digamos. Y tampoco se trata de sobresalir a toda costa, sino de hacerlo cuando tengáis motivos para ello. Ser famoso es sólo una parte de la ecuación, pero no la más importante. Demostrar vuestro valor es lo que de verdad importa.

La buena noticia es que los fallos sirven para aprender. Hoy eso aún sigue existiendo. Y siempre es posible empezar de nuevo. Me gusta pensar así. Me reconcilia con la raza humana. Por eso espero algo más de vosotros que la medalla que lleváis colgando vete a saber por qué.  Vosotros sois vuestro mensaje y cada decisión cuenta. Y si no lo hacéis bien, los que sufrimos los autobombos día sí y día también, os pillaremos más pronto que tarde y no nos dolerán prendas en demostrar lo vacíos que estáis por dentro.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

…hacerte un Fernán Gómez.

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No hace falta ser grosero. O sí. Todo depende del concurso de méritos del que vayas a mandar a la mierda. Algunos se lo ganan a pulso. En el trabajo, cuando sales de juerga, con el vecino, en las cenas navideñas o en fiestas de guardar… es algo muy habitual. Soportamos mofas, desplantes y feos durante toda la vida por parte de personas que no somos capaces de alejar de nuestro mundo, pero –de vez en cuando- hay que dar un puñetazo encima de la mesa y saber decir: ¡HASTA AQUÍ! ¡Basta ya de poner la otra mejilla!

A la mayoría nos han educado para ser amables y atentos, para ser políticamente correctos y…así nos va. No somos capaces de parar los pies al tonto de turno porque está feo y al final acabamos hundidos en la miseria, con la autoestima por los suelos y cagándote en la madre que parió a… ¡Pues no! ¡No todo vale! La buena educación es absolutamente necesaria, pero sin pasarse. Hay que aprender también a vivir sin pelos en la lengua y acabar con tanta falsedad mal disimulada. Hay que empezar a ser valientes, prescindir de los buenos modales y expresar lo que sentimos. Acumular resentimiento perjudica seriamente a la salud. Y la mejor medicina al alcance de todos (y gratis) es hacerte un Fernán Gómez, ese ¡VETE A LA MIERDA! que te sabe a gloria cuando la mala leche se ha apoderado de ti.

No entiendo que pueda tener detractores el arte del mandar a la mierda cuando tiene un efecto altamente liberador. ¡Vaya peso te quitas de encima! Además, aconsejo eso que tanto me gusta cuando sueltas la palabrita mágica: vocalizar bien (para que no haya posibilidad de confusión alguna), saborear la escena y observar, sin pestañear, el efecto que está causando en el destinatario. Si luego se arreglan las cosas, pues mucho mejor, pero si la cosa no se reconduce ya sabes qué lugar ocupa esa persona en tu vida. Como dice el refrán: “El tiempo pone a cada uno en su sitio, pero si vas mandando a algunos a la mierda vas adelantando camino”.

Mandar a la mierda no se enseña en la escuela…ni falta. Ya la aprendes en el día a día. Así que arremángate y la próxima vez, en lugar de callarte o reír las gracias sin gracia, planta cara y no te quedes callado. No hace falta decir la palabra mierda, pero usa otras que sean lo suficientemente reveladoras para que el personaje sepa a dónde le estás mandando. Y, por mucho que te digan, no desperdicies la oportunidad ni dejes que la gente te convenza de lo contrario. Todos deberíamos hacerlo. No cuesta mucho. Es cuestión de practicar la técnica más a menudo.

Pero no todo vale. Hay que saber cuándo y cómo. Porque tampoco se trata de dar rienda suelta a la palabrita. Hay que saber administrarla. Y ya te digo que una no siempre se queda mejor después de soltar a la bestia. Así que, si el agravio no es de nivel superior, de esos que han traspasado todos los límites, a lo mejor con mandar a la porra o soltar un “vete a tomar viento” está más que reconocida la intención que tienes con esa persona. También me vale un “váyase usted a freír puñetas” que siempre me gustó, aunque reconozco que es más del siglo pasado. En pleno siglo XXI es más frecuente “vete al diablo” o mandar “a freír espárragos”, aunque -la verdad- no entiendo que eso sea un agravio. Porque…¿Qué culpa tendrán los espárragos?

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

El parchís nunca falla.

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Desde que las plataformas entraron en mi vida os podría decir que paso más tiempo eligiendo la serie o peli que ocupará parte de mi tiempo (y de mi siesta) que viéndola. Y a veces voy más allá. No sólo tardo lo indecible en elegir algo con lo que ocupar mis ratos frente a la pantalla, sino que una vez hecha la selección y haber dado al play, en nada la quito y paso a la siguiente de la lista o tengo que volver a empezar. No sé qué extraña fuerza de la naturaleza se apodera de mi pero no consigo centrar la atención en eso que concienzudamente he elegido durante un largo, larguísimo rato. Y mira que le pongo ganas en eso de programarme y activar mi motor lento junto a una gran fuente de palomitas…pero no hay manera. Tengo amigos que dicen que la mitad de la diversión de ver una película es escoger lo que vas a ver. Incluso los hay que llaman a este fenómeno como una “enriquecedora experiencia” ¡Felicidades queridos! No te digo que no enriquezca algo ni que pueda ser divertido ocasionalmente, pero… ¿será que algunos han convertido el exceso en normalidad? ¿O seré yo que por mi condición de letras puras no soy compatible con los algoritmos de las plataformas?

Según dicen los que saben de estas cosas y de sus explicaciones científicas navegar por plataformas no debería ser una fuente de estrés, sino una experiencia agradable y fluida. Sin embargo, cuando provoca el efecto contrario se debe principalmente a que nos enfrentamos a infinidad de decisiones en nuestra rutina diaria y lo de la peli al final de la jornada como que nos desborda. También dicen que el estado emocional que tengas en ese momento juega un importante papel en la manera en que te enchufas a la peli. El caso es que mi mente ni se enchufa, ni se divierte ni se enriquece. Se vuelve bastante torpe. Aparece la fatiga, el bloqueo y me abruma. ¡Y creo que abruma al más pintado! Os confieso que esta práctica, tan a simple vista placentera, me dispersa y me produce ansiedad. ¡Para nada es una experiencia relajante! ¡Es todo un reto!

Porque lo de quedarme dormida viendo una serie no me molesta. Es un clásico. Mi familia dice que no llego ni a los títulos (y la verdad es que algo de razón tienen), pero lo que me da mucha rabia es que no consiga engancharme a la pantalla a pesar de ser una elección a la carta, aderezada con los ingredientes que más me apetecen. Así que cuando me siento delante de la pantalla, por mucho que confíe en mi instinto, y compruebo que los catálogos de las plataformas son un auténtico laberinto de títulos que me desborda y -de la forma más tonta- me llega a intimidar, convierto el acto de elegir la película perfecta en un auténtico desafío. La indecisión es tal que, y aquí viene el mea culpa, al final ni tiro de la lista de favoritos, ni sigo las recomendaciones de mis grupos de wasap, ni me guio por los expertos de cine. Directamente abandono. Cierro la pantalla…y abro la del parchís.

El parchís nunca falla.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

LA NIÑA MÁS FUERTE DEL MUNDO  

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¿Qué quién era mi personaje de la tele favorito? ¡PIPPI CALZASLARGAS! Pero vamos… ¡sin pestañear!
No puedo recordar mi vida sin Pippi. Y es que más de medio siglo después Pipi fue y sigue siendo un referente para muchos, dejando huella en toda una generación…y en mí. Una auténtica fuente de inspiración. Sentía tanta fascinación por ella que sólo quería ser como ella o tener alguna amiga que se le pareciera.

Para los que le conocen de oídas contar que era una pecosa niña pelirroja de 9 años -huérfana de madre y padre pirata- independiente, pizpireta, rara, irritante en ocasiones, provocadora, espontánea, ingobernable y con su propio código de valores. Sí. Era todo eso y más. Una superheroína cuyas trenzas no sabían lo de “la Ley de la Gravedad”. Siempre las llevaba en perfecta horizontal. Silbando, con zapatos de gigante y vestida a retales, fregaba el suelo de su caótica casa “Villa Mangaporhombro” mientras patinaba con unos cepillos en los pies. Bebía café y vivía del tesoro que tenía en un cofre repleto de oro y monedas. ¡Una excéntrica total!
A lomos de Pequeño Tío -su caballo lleno de lunares- y con su inseparable mono Sr. Nilson al hombro, se dedicaba a lo que más le gustaba: a ejercer de “encuentracosas”. Vivía su propia fantasía donde todo era posible y contagiaba esa ilusión a cualquiera que estuviera cerca. Su máxima era pasarlo bien, divertirse y valerse por sí misma. Sin nadie que le frenara, con un amor propio a prueba de bombas y de humor inocente, según sus propias palabras era “la niña más fuerte del mundo”.

Capaz de vivir sin un adulto cerca, tenía un concepto de familia, de vida y de escuela muy distintos de lo visto hasta entonces. Un constante desafío a las reglas de vete a saber quién y unos valores que a día de hoy se echan de menos. No era discreta ni muy educada, pero honrada y generosa, estaba llena de bondad, no hacía daño a nadie. Su buen juicio le hacía valiente y luchadora, enfrentándose a cualquier tipo de injusticia, negando la autoridad por que sí.
Pipi rompía moldes cada fin de semana que aparecía por la pantalla, mostrando que se puede vivir sin depender de lo que los demás piensen de ti y sin estar pendiente de los fuertes estereotipos de la época. Iba a contracorriente. Se burlaba de los cursis del pueblo porque veía al resto de la gente con una luz diferente. Y salvo Tommy y Annika no tenía amigos porque, hay que reconocerlo, las habilidades sociales brillaban por su ausencia.

Pippi fue el personaje de nuestra juventud que marcó la diferencia. Siempre fue más allá. Le bastó con ser ella misma. Conocer sus andanzas hacía que muchos confiáramos más en nosotros mismos aunque fuera por un rato, que nos replanteáramos cada momento que la vida nos ofrece y -a la vez- seguir siendo los niños que éramos.

Pippi fue un desafío al mundo. Pippi fue… ¡una niña feliz!


P.D.: ¡VUELVE PIPPI!

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

Un campo de minas.

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El que esté libre de ellos que tire la primera piedra.
Hablo…de los errores.

Existen desde que el mundo es mundo. Y el mundo es así gracias a la suma de uno detrás de otro, aunque si vas preguntando por ahí verás que a nadie le gusta cometer errores por mucho que sea lo más normal del mundo. Por lo menos así me lo enseñaron en mi casa: que del error se aprende. Pero de un tiempo a esta parte compruebo que como asomes la patita por el lado que no toca, rápidamente ruedan cabezas. Y esto sirve para cualquier cosa que hagas o dejes de hacer. A veces hasta estamos en racha y la metemos todos los días…por lo menos yo. Y como suele pasar, si metes la pata, ahí estará el listo o la lista que todo lo sabe, y NUNCA ha fallado, para hacértelo notar. Últimamente veo que al más mínimo tropezón nos castigamos los unos a los otros sin compasión. Y claro, tanto va el cántaro a la fuente que ya no aprendemos ni cuando nos equivocamos.

Vivimos en la cultura del perfeccionismo, nos hemos ido exigiendo cada día más, buscamos desesperadamente cumplir las expectativas del vecino de Instagram…o de la suegra. Y en este mundo de exigencias algunos parecen estar tocados con una varita mágica especializada en detectar los errores ajenos. Otros directamente están al acecho. Y cuando el desliz, el traspiés, o la metedura de pata salta a la vista, se relamen de gusto sacándolo a relucir y restregándotelo en la cara. Ya sabes eso de la paja en el ojo ajeno. Y para más inri, cuanta más gente haya delante mucho mejor para ellos porque no sólo verán la paja, verán el granero entero. Así que con este panorama tan “enternecedor” no me extraña que, con tal de no pasar por el escarnio, la reprimenda y la vergüenza, cada vez nos cueste más decir “me equivoqué”.
Afinando la puntería un poco más diré que en este campo de minas las peores somos las mujeres. Somos nosotras las más intransigentes en eso de no permitirnos (ni permitir a la prójima) cometer errores. Incapaces de ver todo lo bueno que hay en las demás y entender que sus errores son parte importante de nuestra naturaleza humana. Y me gustaría saber por qué las mujeres somos así con todo lo que hemos luchado a lo largo de los siglos, aunque creo que algo tiene que ver con los cánones impuestos por la sociedad desde tiempo inmemorial y que aún no hemos superado. Y, cómo no decirlo, porque somos nuestro mayor obstáculo. Nadie va a ser más crítica conmigo que yo. Otra barrera más. La más importante, quizás. Porque, y ahora hablo de mí, cuando esto pasa enseguida asoman por mi cabeza la culpa, el pavor, los bloqueos…todo esto sin evitar pensar en mi derecho a equivocarme. ¿Dónde quedó mi derecho a vivir sin el miedo a hacer las cosas mal?

Seamos más compasivas con las cagadas de otras. ¡Dejad de apuntar con el dedo! ¡Es una trampa! Porque hoy es la mujer que tienes en frente pero mañana puedes ser tú. Y en toda metedura de pata hay una lección. Para quien la mete y para quien castiga. Y porque cuando nuestros errores son públicos y sabemos que, en algún lado, en algún rincón o detrás de una cortina, hay alguien dispuesto a relatar con todo lujo de detalles nuestro traspiés, también alguien puede descender a los infiernos y sin billete de vuelta. Lo cuento así porque lo conozco de primera mano. Sé de personas que nunca lograron salir. Y sé de otras que aún siguen intentando levantar cabeza.

Y porque allí donde estemos los humanos…habrá errores.

Coco.

Fuente de la fotografía: Google.

Historias anónimas…pero únicas.

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Me ha costado mucho escribir este post. No sé si porque me parece injusto que la enfermedad y el dolor reparta leña siempre a los mismos, por la dureza de las historias, porque conozco las vidas y los milagros de las y los protagonistas, porque mientras escribía me daba cuenta de la frivolidad que nos rodea…sinceramente no lo sé.

Todos sabemos de personas que está atravesando duros, durísimos momentos de salud. Hasta aquí el pan de cada día. Nada que no se salga del guion de la vida misma. Pero la parte de la que hoy quiero escribir no es tanto la de los enfermos, que también, sino de las personas que les acompañan, los que sufren su lado y hacen de tripas corazón mientras les cuidan. Porque siempre, o casi siempre, detrás de un paciente…hay alguien que le cuida. Y es que flipo cuando me encuentro con ellos en el supermercado o por la calle, cuando charlamos por teléfono, cuando les escucho relatar los tratamientos y operaciones que están viviendo sus seres queridos. Su entereza, la sonrisa permanente -aunque tengan los ojos tristes- y ese tono de voz conciliador que transmite optimismo -aunque todos sabemos que la procesión va por dentro- me parte el alma y me hace reflexionar a partes iguales.

Cuando la enfermedad aparece, uno cae y todo cambia. Y cada día que pasa, más se cae. Y no solo cae el enfermo, cae el que está a su lado también. No olvidemos esto nunca, porque no hay nadie que cuide a los que cuidan. También para ellos surge el miedo, el enfado, el desconsuelo, la desesperanza…pero todo esto sólo es horrible si lo imaginas así. Y ellos no lo hacen.

Cuando estoy con ellos veo luchadores como el que más. Porque cuidar significa luchar sin capa ni espada por aquellos que quieres. No se rinden. No saben lo que es eso. Simplemente dejan de lado sus vidas por las de otros y se quedan, al pie de la cama, guardando silencio a pesar de que los sentimientos de tristeza, ansiedad y estrés les atrapen. Ahí se quedan…esperando.
Cuando estoy con ellos veo entrega sin condiciones. Porque cuidar significa dormir con un ojo abierto y otro cerrado en una silla, o en un sofá, pendientes de un gesto o de un suspiro. Y así dormirán sin saber hasta cuándo. No importa el tiempo que eso dure. Sólo importa estar cerca de su enfermo querido. Sin prisas.
Cuando estoy con ellos veo fuerza…y veo garra. Veo fuerza porque deben ser fuertes para que los enfermos también lo sean. Ni se les ocurre llorar. Salen llorados de casa. Y cuando lo hacen, lo hacen a solas. No saben lo que es la impotencia y si alguna vez asoma la patita, ya se encargarán ellos de esconderla para que nadie les vea flaquear. Y también veo garra cuando estoy con ellos porque se aferran al lado positivo de las cosas con uñas y dientes, manteniendo el sentido del humor cueste lo que cueste. Todo un desafío.

Todos ellos son el antídoto frente al desánimo. Su paciencia no tiene fin. Saben esperar, respetar el ritmo, escuchar y consolar, estar atentos a lo que les dicen…y a lo que no. Siempre alerta. Y sacando lo mejor que tienen en los tiempos donde el culto al YO domina el mundo.
Todos ellos son historias anónimas…pero únicas. Cada compañero de fatigas, un ejemplo a seguir. Y todos ellos sin dejar de repetir: “Estoy a tu lado”.


P.D.: Porque de eso se trata. De acompañar…hasta el final.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

La culpa

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Según la RAE

Del lat. culpa.

1. f. Imputación a alguien de una determinada acción como consecuencia de su conducta. Tú tienes la culpa de lo sucedido.

2. f. Hecho de ser causante de algo. La cosecha se arruinó por culpa de la lluvia.

3. f. Der. Omisión de la diligencia exigible a alguien, que implica que el hecho injusto o dañoso resultante motive su responsabilidad civil o penal.

4. f. Psicol. Acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado.

Según yo:

Sentimiento de RESPONSABILIDAD que normalmente tiene la persona que se arrepiente de una acción realizada por las consecuencias sobrevenidas cuando en realidad debería ser otra persona la que asumiera su responsabilidad ante los hechos.

No se si queda muy claro, pero he observado últimamente que normalmente se siente culpable el que no lo es, y el que lo es, ni siente ni padece.

El que siente la culpa, no vive, no se lo quita de la cabeza, se arrepiente de sus hechos y solo ve las consecuencias negativas de los mismos, que serán su condena eterna y le llevara a arder en los infiernos. En el otro lado, el ejecutor, el responsable, el que es el origen de todo, vive en una magnifica ignorancia que le hace ser feliz y hasta jactarse de su comportamiento. Él (o ella) es el todopoderoso, el que cargado de razones justifica sus actos si es que a alguien se le ocurre preguntarle por los mismos (no seré yo, también lo digo).

Ante una situación que tiene consecuencias, lo ideal no sería buscar culpable, sino responsable. Hagámonos las preguntas correctas, busquemos «los 5 whys» de la responsabilidad. ¿Qué ha pasado? ¿Cuál ha sido el origen de los hechos? ¿Quién es el autor de los mismos? ¿Cuáles son las consecuencias? ¿A quién afecta?

Sólo así el que se siente culpable podrá dirimir responsabilidades y darse cuenta del origen de los hechos, de la responsabilidad propia y la de otros. Solo así, los buenos podrán «aliviar su culpa», y los malos seguirán teniendo su conciencia tranquila; porque eso ocurre siempre, que los malos sabemos lo que hacemos y con «echarle la culpa» a otro nos quedamos más que tranquilos. ¿Responsabilidad? Solo para exigírsela a los otros.

Reyes

Empatía vs. Gilipollez: Navegando la Línea Delgada con una Sonrisa Irónica

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Hoy nos aventuraremos en el peligroso mundo de las relaciones humanas y la delgada línea que separa la empatía de la gilipollez.

En un mundo donde todos queremos ser «buenas personas,» hay una línea que, si la cruzas, te sumergirá en las aguas turbulentas de la gilipollez. Es como caminar en una cuerda floja con una sonrisa irónica, preguntándote cuándo caerás al abismo del ridículo.

La empatía es el Santo Grial de la bondad moderna. Todos queremos ser vistos como seres compasivos y preocupados por los demás. Pero, ¡cuidado! La empatía en exceso puede llevarte a situaciones tan incómodas que te preguntarás si ser un poco gilipollas no sería más fácil. ¿Alguna vez has evitado un conflicto pareciendo ser complaciente como si no tuvieras opinión propia para no expresar tu desacuerdo? Eso, querido lector, es un claro signo de que has cruzado la línea, y si eres gilipollas.

Son muchos los que comparten la empatía «accidental.» Como el momento en que alguien decidió abrazar a un árbol porque pensaron que se veía solitario. O aquel individuo que donó su sueldo a una campaña benéfica solo porque el vendedor de la organización se sentía triste. La empatía puede llevarnos a lugares insospechados.

Ahora, no vamos a negar que ser un gilipollas de vez en cuando puede ser bastante divertido. Pero cuando te conviertes en un gilipollas sin darte cuenta, eso es otro nivel de comedia involuntaria. Imagina dar un discurso inspirador sobre el sufrimiento humano en una fiesta de cumpleaños infantil. O abrazar efusivamente a tu jefe después de que él solo intentó darte un apretón de manos.

La clave para navegar esta delgada línea es abrazar la ironía de la vida. Aprende a reírte de ti mismo y a disfrutar de los momentos incómodos. Después de todo, la empatía es hermosa, pero la empatía con una pizca de sarcasmo es aún mejor. Así que, ¿por qué no abrazar tu lado gilipollas de vez en cuando? Te garantizo que tu vida social nunca será aburrida.

En última instancia, la línea entre empatía y gilipollez es borrosa y divertida de explorar. Así que, queridos lectores, no tengáis miedo de abrazar ambos lados. Vive con empatía, ríe con sarcasmo y, cuando sea necesario, sé un gilipollas con estilo. La vida es demasiado corta para tomarse demasiado en serio y no ser gilipollas.

Caye

ALMA, CORAZÓN Y VIDA

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No sé si lo estoy haciendo bien o mal. El caso es que los últimos post que he publicado no han dejado indiferente a un nutrido grupo de gente (¡Grupooooooo! ¡Gracias por leermeeeee!) Hasta aquí solo repetir una vez más que saber esto me hace muy feliz y me anima a seguir en esta aventura que en nada cumple 10 años y que iniciamos Caye, Reyes y yo poniéndole alma, corazón y vida.
Dicho esto -y a vueltas con esos últimos post de los que hoy escribo- he recibido mensajes y llamadas y también he tenido largas conversaciones en las que siempre ha salido la pregunta del millón: “Oye, ¿estás bien? No sabía que te pasaba todo esto. Deberías haberme avisado. Vaya tela todo lo que estás viviendo”.

A ver. Os voy a contar cómo manejo esto. Mis post, como cualquier otra publicación o reflexión que se haga, siempre llevan algo de mí, pero eso no quiere decir que sea yo la protagonista de “Mis historias bacalao”. Afortunadamente tengo muchos amigos y gente conocida que me cuenta cómo se sienten, qué pasa por sus cabezas, situaciones de su vida…todo esto hace que algo de todo lo escuchado y hablado haga click en mi cabeza y me decida a compartirlo en Te Conozco Bacalao.

A partir de ese momento y como todos conocemos a todos -o a casi todos- y si no es así nos creamos una imagen de quién puede ser, pongo la maquinaria en marcha y empiezo a construir la historia. En ocasiones cambio al protagonista de sexo. Si la historia es de Menganita, en el post será Fulanito y si es algo que me ha pasado a mí, lo escribiré en tercera persona…o algo parecido. También añado cosas de mi cosecha. Ingredientes que la persona en cuestión no me ha contado, pero como curiosa y observadora que he sido desde que tengo uso de razón, no puedo dejar de incluirlos en mis reflexiones.

Es más. Releo los párrafos de arriba y me dan ganas de eliminar alguna frase. Creo que me he sincerado demasiado. Pero no. No voy a borrar nada. Algo dentro de mí dice que debo ser clara y explicar por qué hago las cosas así. Y es que, aunque todos mis post -como míos que son- hablan de mi vida, no es la vida que de verdad tengo ni llevo. Mi vida, aunque os parezca lo contrario, es más de andar por casa. Eso no quiere decir que no me pasen cosas. ¡Por supuesto!¡Como a todo el mundo! Pero son cosas que, francamente, no inspirarían ni una película, ni un libro ni una publicación semanal.

Lamento decepcionar a más de un@.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

«AMOS DEL UNIVERSO»

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Desde hace mucho tiempo a esta parte he descubierto un patrón muy preocupante: hay personas que muestran su verdadera cara en el momento en que empiezan a ser conscientes de la posición que ocupan. No existe ningún trabajo donde no encontremos a alguien así. Y normalmente esa posición no les viene de cuna, sino que viene de un empujoncito bien dado en el momento perfecto en el sitio perfecto. Estas personas, en el mismo momento en que se ven dotados de altas dosis de poder, son las más propensas a hacer uso y abuso de determinadas cosas digamos “inapropiadas”. Y lo escribo así de suave porque quiero ser políticamente correcta. Ahí lo dejo.

Esa condición de estar “por encima de otro” hace que su día a día pase a ser una fuente de abusos constante, demostraciones de poder innecesarias o levantar la voz a los del escalón inferior haciendo incluso comentarios ofensivos como quien no quiere la cosa. Ese es su pan de cada día. Es tocar el cielo y asoma un insólito déficit de empatía del que siempre habían hecho uso pero que, llegados a ese nivel, la cosa se dispara.

El problema es siempre el mismo. Alcanzan la gloria sobrepasando cualquier línea y lo primero que hacen es dejar de lado a aquellas personas que estuvieron siempre apoyándoles y les ayudaron a ascender. Ya no aportan. Es más, diría que incluso les molesta su presencia. Consideran que -llegados al nivel jerárquico al que soñaban llegar- no tienen por qué asegurar su supervivencia y esa gente estorba. Así de claro. Son muchos los desmanes y desprecios que se sufren por parte de estos aspirantes a “Amos del Universo”. Con ellos llegó el listo que todo lo sabe y no necesitan que nadie les recuerde sus orígenes.

Lástima. Eso dais. Porque este comportamiento del que alardeáis, día sí y día también, sólo se explica porque debéis haber crecido con la idea de que vuestro valor como ser humano va unido a la idea que los demás tienen de vosotros. Os veis como un ser superior al que se le debe (casi) todo. Y no. No jefe. No eres Dios…¡y deja ya de idealizarte! No eres ni más ni menos que un trabajador más. Otra pieza del puzle del que todos formamos parte.

Visto lo visto, y sufrido lo sufrido, desde aquí lanzo una más que osada propuesta: que todos aquellos que vayan a ostentar puesto de poder hagan previamente un curso tipo “preparación al parto” para que sepan cómo va a ser -a partir de «tocar el cielo»- la vida suya y la de los de su entorno. Que recuerden que hay personas que dependen de ellos, que hay muchísimas más personas que van a estar analizando cada paso que dan y que hoy están ahí pero mañana seguramente no.

Porque como dice la canción: «Nada es para siempre». Y dejar muertos por el camino, o el abuso de poder, no es la mejor huella ni el mejor recuerdo que puedan dejar en los demás.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

No se cómo quieres que te lo diga

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No se cómo quieres que te lo diga, pero no me caes bien. Por mucho que lo intentes, no me vas a caer bien nunca.

Esto no es una declaración de intenciones, es la cruda realidad. No es algo que me ocurriera desde el principio, porque aunque parezca mentira he cambiado mucho. Antes mi personalidad era otra, cuando alguien no me entraba por el ojo, era incapaz de darle una oportunidad, lo catalogaba en la lista de «personas non gratas» y me quedaba tan ancha pero esta vez traté de ser mejor persona.

No te di una oportunidad, te di mil! te defendí contra viento y marea ante las más arduas tempestades, empaticé contigo, intenté entenderte, tiré de asertividad, justifiqué tu comportamiento, busqué en mi la razón de tus errores, puse todas mis habilidades a trabajar pensando que el problema lo tenia yo, y hasta me diste pena en algún momento de la vida, pero ya no.

Ya no, ya no puedo seguir con esto. Me sacas de quicio a la mínima, me molesta que entres en mis conversaciones con otras personas, que pienses que lo sabes todo, que te creas con derecho para opinar de mi, de mis amigos o de mi familia. Odio con todas mis fuerzas cuando dices «Tú, lo que tienes que hacer es…». ¿Pero a ti quién te ha pedido tu opinión? y mucho menos tu consejo. No me importa nada de lo que me puedas contar. No me sirve tu experiencia de vida, ni tu experiencia profesional, no quiero saber nada de tu vida privada si es que la tienes.

Me molesta que me hables, me molesta que me mires, me molesta hasta oírte respirar, así que después de todo lo que hemos vivido juntas y lo mucho que he hecho por ti, solo te voy a pedir un favor: no me hables, no me mires y no hagas ruido. Espero que así nuestra convivencia sea al menos posible, porque grata ya se que no.

Reyes

CADENA PERPETUA

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¿Qué pasa por esa cabeza? Me refiero a la cabeza de aquell@s que, tras una bonita historia de amor, de la noche a la mañana y sin explicación alguna te dicen: “adiós, lo nuestro se acabó”. Porque digo yo que algo debe pasar por esa cabeza a no ser que sea una cabeza hueca. Y cabezas huecas, de momento, ni hay ni las ha habido. Otra cosa es que sean “descerebrad@s” e insensibles a dolor ajeno.

Tengo que reconocer que a veces no tengo filtro, pero es que por mucho que busco no encuentro otra definición para ese tipo de especímenes que llamarles “CERDOS” y con mayúsculas. Porque, seamos sinceros, alguien que con la mayor frialdad y sin pestañear es capaz de mandar a la m… parte de su vida, lo más suave que se merece es que le llamen así y mucho más. ¿Era necesario llegar a esto?

Con personas de esa calaña, cuando es imposible saber qué ha fallado…ni agua. El dolor que deja detrás, sin explicar por qué ese amor que tanto había acabó herido de muerte, es la peor cadena perpetua que una persona puede soportar. Porque duele mucho no saber qué ha pasado, no saber por qué se acabó el amor. Y ella tardará muchísimo en darse cuenta -si es que algún día lo consigue- de que le has hecho un favor. Un gran favor.

Quiero creer que el paso dado es la gota que colmó ese vaso que se ha ido llenando durante los meses o años que haya durado la historia. Quiero creer que él (o ella) llevaba mucho tiempo con tantas dudas que seguramente le quitarían el sueño. Y quiero creer que como quería tanto a su pareja intentó salvar el amor hasta el final. Quizá también sea que no tenía el mismo nivel de compromiso o tal vez haya conocido a otra persona. No sé la razón (puede haber miles) ni me importa, pero… ¡Tío, un par de h…te faltan!¡Una señal!¡O habla claro!¡Sé sincero! ¡Que las cosas se pueden hacer de otra manera!

Todos sabemos que poner punto final a una relación de pareja cuando ha habido mucho amor es de las cosas más difíciles a las que te tienes que enfrentar, pero no puedes romper el alma a esa persona que tanto has querido con pura cobardía. Los silencios, la mayoría de las veces, duelen más que las palabras, dejan heridas difíciles de sanar. Y Utilizar la indiferencia como despedida merece…tarjeta y expulsión.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

RUIDOS Y ZUMBIDOS

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Cada vez que me voy de vacaciones traigo “en la mochila” algo más que recuerdos. Vuelvo sabiendo más cosas. Con un poquito más de sabiduría. Aprendiendo de todos y…de todo.

Este año por fin me he dado cuenta que terminar las vacaciones más cansada que cuando empecé es un gran error. Será por eso que en esta ocasión he aprendido a hacerlo con cierta gracia y he sacado más tiempo que nunca para borrarme del mapa, no hacer nada, dormir hasta tarde, alargar el desayuno hasta la hora de comer y leer mucho, muchísimo más de lo que me lo permito en cualquier otra época del año. Es lo que viene siendo robar tiempo para ti. Comer, beber, dormir y…repetir. Una y otra vez hasta que se vuelve agotador.
No hay nada sorprendente en pasar ratos en soledad y lo hay todo. Y no. No es una errata. Sé perfectamente lo que escribo. Alejarte de todo te permite -a la vez- conectar mejor contigo. Y mi mente en soledad se siente clara, libre de ruidos y zumbidos. Y, en lugar de gastar energía tontamente, puedo ser yo sin dar explicaciones. Y sin pedir disculpas.

Es absolutamente liberador poder tener tiempo para hacer exactamente lo que quieres. No hay nada malo en planear un viaje pensando en un rato a solas, tú contigo y nadie más. Y no hay nada mejor que explorar un lugar a través de tu gusto, de tu oído, de tu tacto, de tu vista o de tu olfato. Tener un rato, un día (o dos) completamente para ti es de un goce difícil de describir. Puedes sorprenderte con lo que eliges hacer. Hasta comprobarás que las cosas más aburridas que haces en tu tierra se convierten en experiencias inolvidables cuando estás en otro lugar. Y que escaparte del rebaño por un rato o dejar que tu pareja vaya en sentido contrario al tuyo por unas horas tiene su punto.

No todos tomamos los mismos caminos. No todo el mundo necesita caminar una hora sin rumbo o quedarse en la playa hasta que se pone el sol. A unos nos apetece beber una buena copa de vino, de esos que están pa ponerle un piso, y a otros meterse tres bolas de helado entre pecho y espalda después de un buen caldero. Cuestión de gustos…y de placeres. ¿Y qué me dices de esas conversaciones contigo misma? ¿O cuando de repente surgen interesantes conversaciones que te invitan a seguir los consejos de los lugareños? Y es que al final nunca estás realmente sola… ¡Hay tantas recompensas! Por eso y mucho más (que me guardo pa mi) estas vacaciones en “mi mochila” llevo eso que oyes mucho y practicas poco. Eso que dice algo así como que «estar presente en el mundo es poder decir: me gusta cómo me siento».

Este septiembre os confirmo que no soy la misma persona el último día de vacaciones que el primero. Sé más. Y me permito cosas.

Definitivamente…estoy lista para irme otra vez.

Coco.

Info de foto: ¿Hay forma más bonita que este «NO MOLESTEN» del INNSiDE by Meliá Apolo?

A Contracorriente

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Consultando el Diccionario de la RAE encontramos que el significado de

«a contracorriente»

puede ser: 1. loc. adv. En contra de la corriente. Nadar a contracorriente.

2. loc. adv. En contra de la opinión general. Vivir a contracorriente.

Yo añadiría una más. 3. «Ir Contracorriente»: hacer lo que los demás no esperan.

Puede ser publicar un martes en vez de un lunes, coger las vacaciones en septiembre o cambiar un trabajo «indefinido» por uno de duración determinada.

Es lo que algunos llaman, el efecto sorpresa, y es eso que a mi tanto me gusta y tanto me motiva.

Dicen que solo los peces que no están vivos nadan a favor de la corriente y queramos o no, los humanos somos algo parecido. Por norma general somos muy previsibles: hacemos las cosas cuando toca y porque toca. Pocos son los que se atreven a salirse de la norma, a tomar sus decisiones escuchando a su corazón o razonando «out of the box».

Aquellos que actúan contracorriente de manera habitual son tildados de locos, inadaptados o rebeldes, pero ojo con los que lo hacen por primera vez. Aquellos que siempre han mantenido un perfil bajo y de repente sorprenden a todo el mundo. No, ellos no son de dar un golpe en la mesa, más bien de cambiar la mesa de sitio para que nadie se de un golpe con ella. Tratan de crear el escenario perfecto, le dan mil vueltas a las cosas, piensan todas las posibles consecuencias y de una manera reflexiva acaban tomando la decisión que nadie esperaba.

Estos últimos son de carácter reflexivo, no impulsivo, por eso sorprenden más. Van dejando miguitas por el camino (para no perderse), pero igual llegado el momento deciden no volver por ahí y toman un atajo.

Este post es para ellos, por ser valientes, por tomar sus propias decisiones a pesar de sus miedos y de los que les rodean, y también para mi, por publicar en martes y empezar hoy mis ansiadas vacaciones.

Bienvenidos de vuelta, Bacalaos!

Reyes

Mi segunda casa.

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Mañana toca graduación del pequeño de la familia. Adiós a la Secundaria de mi niño. Se acabó. Ha sido tiempo de grandes esfuerzos y ahora vienen unas merecidas vacaciones para adolescentes y profes, pero ¿después qué? Después…rumbo a lo desconocido. Sea en bachillerato, FP o en el mundo laboral, empieza una nueva etapa y nuevas aventuras.

De esa etapa escolar que ahora acaba diré que fue la que más me marcó. Por lo menos ese es el recuerdo que tengo. Mis mejores momentos de entonces son, sobre todo, los ratos que compartí con M.ª Ángeles en Lengua y Literatura, con Félix en latín o con Carmen en Historia. Guardo en mi memoria algún profe más porque muchos pusieron toda su alma en enseñarme todo lo que sé. Y no sólo por las disciplinas que impartían (letras puras purísimas, como podéis comprobar) sino por la química que se generaba cuando estaba cerca de ellos. De alguno diré que hizo las veces no sólo de profesor sino también de confesor…y confidente. Porque es tal el vínculo que se crea, que un profesor te puede cambiar la vida. Al fin y al cabo, la educación cala en el corazón del maestro y en el del alumno. Y a partes iguales.

Todos recordamos nuestros años escolares. Ahí siguen, en nuestra memoria, el temblor de piernas que nos entraba cuando tocaba salir a la pizarra, el día de las notas, los sueños, las ilusiones y las esperanzas sobre qué íbamos a ser de mayores, las aventuras y las desventuras que maquinábamos día sí y día también, los miles de travesuras que hicimos y vivimos…pero siempre desde la inocencia. Porque sí, éramos muy inocentes aunque pensáramos lo contrario y pecáramos de saber más que nadie. Cosas de la edad.

Mis recuerdos de secundaria no sólo forman parte de mi vida, sino que han forjado buena parte de la personalidad que hoy gasto. Siempre se ha dicho que la educación recibida no es más que una cadena de historias personales. Y estas historias personales, en las que de una u otra forma los profesores aportaron su granito de arena con muchos aciertos (y algunos errores) son recuerdos que vuelven cada cierto tiempo teñidos, en mi caso, con el Pantone de los años 80. Recuerdos que siguen cercanos, como si los hubiera vivido ayer y que llevaré siempre allá donde vaya.

Hoy soy lo que soy, en gran parte, por ellos. Y desde aquí, muchos muchísimos años después, quiero agradecerles a todos mis profes -los que me gustaron y los que no- el tiempo vivido y compartido entre aquellos muros. Por sus consejos, los valores, sus enseñanzas y las experiencias que pude vivir. Por todo lo que hemos caminado juntos. Fueron testigos de mi vida, me ayudaron a crecer y la escuela siempre será…mi segunda casa.

P.D.: Colorín, colorado, este cuento no ha acabado. Continuará…a partir de septiembre.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

FLIPO

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Flipo con la gente que se vende como nadie. En el fondo creo que lo mío es envidia de la mala, pero aun así flipo. Hablo de esa panda de opinadores osados y engreídos, audaces y vanidosos, con la autoestima nivel dios. Esos que llegan lejos lejísimos (o de eso presumen), que no tienen complejos (o saben hacer que no los tienen) con mucha cara dura y poco pudor. Y luego, en el polo opuesto estamos el resto de los mortales, “LOS DEMÁS”, esos que nos sentimos unos perfectos idiotas cuando estamos a su lado. En “LOS DEMÁS” hay niveles (como en todo) y en uno de esos niveles estoy yo, que vivo con la duda instalada de forma permanente en mi vida. Lo mío, aunque la edad me ha enseñado a disimular, es una constante comida de bola sobre si soy políticamente correcta o si lo estaré haciendo bien. Será por eso que flipo tanto con los que se venden tan bien, los que dicen ser más de lo que realmente son, los que si tú te cuentas una ellos se cuentan veinte, los que si tú has ido ellos han ido y vuelto infinito…y así podría seguir hasta el día del juicio final.

En su defensa debo reconocerles que mientras unos no presumimos de nuestros pequeños o grandes logros, mientras no vamos de lo que no somos, mientras asumimos día sí y día también nuestras sombras, mientras casi tenemos que ir pidiendo perdón por conseguir eso que tanto nos hemos currado, eso que hemos perseguido con todas nuestras ganas; ellos también se lo han debido currar de lo lindo para ganar mucho más que tú con menos esfuerzo y menos preparación, para ser tan petulantes, tan vanidosos y engreídos y todo esto sin sentirse una pandilla de charlatanes e impostores cuyo modus operandi es la prepotencia. ¡Flipo con ellos!

Dicho esto, lo que no les perdono ni soporto es que a “LOS DEMÁS” nos tomen por tontos (aunque a veces me lo haga y me deje llevar) pero…¡es que algunos se pasan de la raya! Están todo el día soltando frases ensayadas delante del espejo con mensajes que no se creen ni ellos, pero te los intentan colar porque consideran que eres boba, que no te enteras. Y eso está muy feo porque muchos nos aguantamos las ganas de decir lo que realmente pasa por nuestra cabeza en esos momentos (por la razón que sea) pero lerdos no somos y estamos hartos de que nos traten como tontos. Puede que seamos débiles pero idiotas no y, en algunos casos, ya muy cansados de que nos tomen el pelo.

Así que a quien se dé por aludido, desde AQUÍ y desde YA le digo que -como bien sabe- la vida da muchas vueltas y que si hoy le va bien mañana puede que no, y que el mundo de los sentimientos y de los afectos es el que más hay que cuidar. Que no son más ni valen más que ninguno de los que les rodean, sobre todo cuando tienen que recurrir a la palabrería y al descrédito de aquellos otros que consideran una amenaza. Y a los que sientan que -en ocasiones- son personas de segunda categoría por culpa de esos reproches, de agravios comparativos y de las gracietas de cuatro gilipollas os invito a que le pongáis muchas ganas cuando esto pase y que nada os derrote, porque contra esos ataques de arrogancia la mejor defensa es el ataque. Y aunque es difícil en estos tiempos mantener la calma, una parte de mi me hace pensar que hay que se paciente porque algún día…el mundo será nuestro y no de ellos.

P.D.: Somos lo que somos. Ellos y nosotros. Y nada más lejos de la realidad. De la suya y de la nuestra.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

LA REINA HA MUERTO

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La Reina ha muerto. Salvaje, arrolladora, explosiva, volcánica, exuberante, fuerza de la naturaleza, dinamita pura…La lista de adjetivos cuando hablan de Tina Turner es interminable. Icónica. Todo un símbolo, un mito que enseñó a bailar al mismísimo Mick Jagger y ahora…leyenda. Sólo hay que fijarse en la huella que deja.

En medio del dolor y de la miseria, con increíbles dificultades, tuvo que renacer de sus cenizas muchas, muchísimas veces. Se vio obligada a reinventarse una y otra vez. Y cada vez que lo hizo, lo hizo mejor que la anterior. Su reto más complicado siendo mujer y negra fue que le tomaran en serio y supo, desde el primer momento, que ser diferente era la clave para encontrar un hueco dentro del mundo en el que quería moverse. Rodeada de infinidad de artistazos en ese mercado, las tablas eran su campo de batalla. Ella quería hacerse huequecito donde sus piezas encajaran y aunque casi se convirtió en misión imposible…nunca se rindió. Solo hay que abrir los ojos para ver todo eso que le hizo brillar. Y no hablo de su larga discografía. Hablo de esa voz tan dura que retumbaba canción tras canción, de su ritmo frenético arriba del escenario y del sudor chorreándole de arriba abajo, desde lo alto de su melena salvaje hasta la punta de esos tacones infinitos que tanto le gustaban. Se dice que tenía las piernas aseguradas por varios millones de dólares y me lo creo. Son todo un símbolo del rock, de su obra, de su carrera y reflejan el reconocimiento que alcanzó en el mundo del espectáculo.

Se fue dándolo todo siempre. Y ahora… ¿Quién heredará su trono? Cualquiera. Cualquiera que se lo proponga como se lo propuso ella. Aunque no será tarea fácil. Ni mucho menos. Pero como Tina todos tenemos algo especial por muy extravagante que nos parezca o le parezca al resto de los mortales. No se trata de ser políticamente correctos. Muy al contrario… ¡Se trata de romper las reglas! Ella lo hizo siendo mujer y negra en una mala época para las mujeres y para la raza negra. Su vida fue difícil, pero se ha ganado un lugar muy especial y muy merecido en la historia de la música y ahí permanecerá mientras el mundo sea mundo. Llevaba la resistencia en la sangre. Y no desaprovechó ninguna oportunidad. 

Con todos mis respetos…¡La Reina ha muerto! ¡Dios salve a la Reina!

P.D.: Gracias por los buenos momentos vividos contigo como banda sonora.

Coco.

Fuente de la fotografía: Instagram.

¡MIAU!

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¡Vaya multazo le han vuelto a cascar a Meta! Un nuevo golpe que, desde Irlanda, le ha caído al Zuckerberg por volver a pasarse de listo al -sabiendo que eso está mal y no se puede hacer- transferir datos personales desde la Unión Europea a Estados Unidos para explotarlos con fines publicitarios. ¡Mark! ¡Te han pillao con el carrito del helao!

A ver. Partamos de la base que nosotros utilizamos sus inventos sabiendo que todo tiene un precio y que, de una forma u otra, ni Instagram ni Facebook ni Whatsapp son gratis (aunque la gran mayoría pensemos lo contrario). Pero esto, señor Zuckerberg, no te da carta abierta para pillar toda la info de los miles de millones de personas que utilizamos tus juguetitos. Eso está muy feo y lo sabes. No es la primera vez que te cascan una de estas.

Preguntando a los que saben del tema dicen que Mark hace estas cosas porque lo que para nosotros es la mejor forma de estar conectados con aquellos que queremos y con los que nos interesan -a la vez que nos enteramos de qué pasa al otro lado del mundo sin pasar por los telediarios- para el dueño de Meta no es otra cosa que un arma poderosa para estudiarnos como auténticos conejillos de indias. Porque cuando mira nuestros metadatos no sólo se fija en el contenido de los mensajes sino en lo que hacemos y cómo lo hacemos, y eso es precisamente lo que más dice de alguien. No se trata sólo de “estar en línea” sino de “Coco está al teléfono con sus hijos y se wasapean todos los días sobre las 15.00 y 15.30”. Asusta un poco, la verdad. Porque a partir de esa información los metacurrantes -con el jefe al frente- se ponen como locos, calculadora en mano, a recabar todos esos datos de interés y más. Mucho más.

Como este tipo es tan listo (y la gente que le rodea también) la explicación que da es que con estas prácticas sólo quiere ofrecernos una experiencia más personalizada como -por ejemplo- sugerencias de amistad o sugerencias de grupos de amiguetes gracias a saber cuáles son tus gustos cuando te mueves en sus redes. Y yo que no soy tan lista…¿sabes qué te digo? ¡Que Miau! Y digo ¡Miau! porque no me creo que aquí no entren en juego también temas tan delicados como la propiedad intelectual, el espionaje, la política, el sexo…Yo de esto no entiendo ni papa, pero si me pongo a pensar en los más de 8.000 millones de personas que usamos este fenómeno mundial puedo llegar a entender por qué este chico quiere saber todo de todos y lo mucho que pierde sin esa información. Y es que en este tema la regla del 3 es fácil incluso para alguien muy de letras como yo.

Así que, claro, con esas cifras astronómicas entiendo que la multita de marras es un durísimo golpe al modelo de negocio del inventor de Facebook, Instagram y WhatsApp por pasarse de la raya. Y no es por el importe de la multa a pagar porque me da a mí que ese milloncejo y pico de euros para Mark es calderilla. Es porque estamos ante la mayor multa de la historia de la Unión Europea en materia de privacidad. Y eso no es otra cosa como decir que hay límites que no se pueden cruzar, sobre todo cuando hablamos de nuestro lado más nuestro y de que sólo nosotros debemos tener el control para tomar nuestras propias decisiones. Que no necesitamos la ayudita de los metacurrantes para elegir qué queremos y qué no.

En fin. Muy agradecidos por vuestro interés y esfuerzo, pero dejad que seamos nosotros los que acertemos, los que nos equivoquemos y los que hagamos amigos con quien nos dé la gana. Ya hemos depositado demasiada confianza en vosotros…Ahora dejad de vigilarnos YA.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

EMILIO Y BERNAT

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Hace unos días leí que dos fotorreporteros españoles han sido premiados con el Pulitzer por su cobertura de la guerra en Ucrania. Según decía el artículo el premio es “un reconocimiento al valiente trabajo hecho para dar cuenta de la matanza de civiles en la invasión rusa de Ucrania».
Las imágenes son durísimas, lo confieso. Y que estos tipos están hechos de una pasta especial son hechos comprobados. Se mueven en escenas muy dramáticas, captando imágenes que quedarán con nosotros por los siglos de los siglos porque todo el horror que recogen nos seguirá mirando pase el tiempo que pase. A través de sus fotacas vemos invasores disparando contra civiles, el descarnado llanto de una madre, la vida diaria en las trincheras, la destrucción de ciudades enteras, los escombros y el sufrimiento de mujeres embarazadas y de pequeños, mayores y jóvenes…lo que nos recuerda que la guerra sigue ahí y cada vez con más crudeza. Y para que los demás sepamos en qué momento se encuentra el conflicto y no olvidemos lo que está pasando muy cerca de nosotros, Bernat y Emilio (así se llaman nuestros protagonistas) han vivido semanas y meses interminables con la angustia en la garganta. Porque para ellos la única forma de luchar contra la guerra es haciendo fotos que muestren la realidad de lo que allí está pasando. Si os paráis sólo un momento para analizar sus fotografías, veréis que hay daños que nunca se podrán recuperar. Que hay familias que lo perdieron todo -incluidos sus seres más queridos- y mogollón de gente en medio de los bombardeos que se tienen que resguardar cada rato y permanecer encerrados en sótanos durante horas que se les hacen eternas.
A pesar de no sé cuántos paquetes de sanciones contra Rusia, a pesar de la ayuda externa que están recibiendo ambos países para seguir guerreando en lugar de buscar una solución, seguimos sin ver el final. Y es que quince meses después seguimos viendo -impasibles la gran mayoría- una cantidad espantosa de daños, muertes y mucho dolor. Un conflicto que parecía impensable en este siglo pero que se ha llevado por delante a más de ocho millones de refugiados o que -por ejemplo- ha dejado sin agua a más de un millón y medio de personas que hoy, en este momento, están recurriendo a fuentes de agua contaminadas.
El problema es que nos hemos acostumbrado a la guerra de Ucrania salvo cuando salen noticias como la del Pulitzer que nos la devuelve a la retina y nos hace pensar en lo que allí sigue pasando (aunque solo un rato, todo sea dicho). Una guerra que ha tenido, tiene y tendrá muy graves consecuencias no sólo para rusos y ucranianos. Las consecuencias serán para todos. Para nosotros también. Sin embargo, no sé qué narices nos pasa, pero poco a poco a lo largo de estos quince meses hemos ido arrinconándola, hemos perdido el interés. Cada día que pasa le prestamos menos atención. Como mucho la comentas en la sobremesa. Y no sólo nos pasa a la opinión pública. También a los medios de comunicación. Ya no abre telediarios ni sale en portadas. Parece que la vida sigue igual que antes de su estallido…y no. ROTUNDAMENTE NO. La guerra sigue y está ahí. No lo olvidemos.

P.D.: No puedo terminar sin darle las gracias a Emilio Morenatti y a Bernat Armangué por recordarme que la vida no sigue igual…ni será igual cuando esa guerra acabe.

Coco.

Fuente de la fotografía: Google.

MI GRANITO DE ARENA

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Que digo yo que está muy feo alimentar el ego a base de engaños, milongas y zalamerías para cepillarte a la que sea. Además, eso es ser muy mala persona. Y que sepas que el acoso y derribo que te has dedicado a practicar por todo el territorio nacional para tener un ligue en cada puerto -incluida mi amiga- tiene los días contados. ¡Te hemos pillao con el carrito del helao!

Eso que tú haces lo hacen los animales, los depredadores, que dedican su vida a la caza y captura de otros para alimentarse. Lo tuyo es de libro, pero mi amiga que está acostumbrada a hombres que se visten por los pies, no te vio venir. Ella confió en ti y en esas tretas tan despreciables que -por lo visto y oído- te han ido muy bien a lo largo y ancho del país (desconozco tus tentáculos amorosos fuera nuestras fronteras y prefiero seguir desconociéndolos). Y si no te lo ha dicho nadie antes te lo digo yo: padeces un complejo de inferioridad que flipas por muy arrogante que luzcas. Y este marcaje que has dedicado a la chiquilla durante tantos meses no es otra cosa que una necesidad enfermiza de ser admirado.

Para las que aún no han caído en las redes de un tiparraco así, van unas pinceladas de cómo las gastan lo de esta especie. Debéis estar alerta a ciertas señales porque muchas veces pasan absolutamente desapercibidas (como le pasó a mi querida L.) Estos bichos gozan de una pasmosa habilidad para detectar a sus víctimas y seducirlas. Son expertos en miraditas, palabras sugerentes e insinuaciones que a simple vista parecen normales, pero esconden mucha trampa. El proceso de acorralar a la presa es lento y extendido en el tiempo porque tras esa máscara de persona sociable, atenta y detallista, hay una poderosa maquinaria dirigida a convencer al futuro trofeo de que él es el hombre de su vida. Despliegan todos los encantos que tienen (y los que no, se los inventan) y -como estocada final- prometen amor eterno. Cuando el botín ya es suyo después de unos meses idílicos, pasan a las siguientes fases: indiferencia, abandono e incluso escarnio público para que la inocente víctima sepa que se acabó lo que se daba, que se dé por enterada del inevitable y amargo final. ¡Una auténtica pesadilla!

Insisto. Aunque no den esa impresión, conviene andarse con cuidado con estos sinvergüenzas porque no son capaces de sentir. Solo se quieren a ellos mismos. A mi amiga le ha dedicado muchos meses de atenciones, promesas, palabras bonitas…todo ese repertorio amoroso con el único objetivo de engañarla para que cayera rendida a sus pies. Lo hizo tan bien, se esforzó tanto, que creyó a pies juntillas todo lo que le contaba. Estaba in love total, pero…nunca hubo nada. Nunca fue real.

Hoy L., avergonzada y con mucha pena, llora amargamente por los rincones mientras una legión de amigos intentamos consolarle. Tendrá que pasar el duelo. No hay otra. Y mientras esto pase, la legión de admiradores que tiene hemos decidido declarar la guerra al depredador y a todos los de su género. Yo pongo mi granito de arena con este post (espero que le llegue) y otros, me consta, le están haciendo pupa donde más le duele: minando sus ansias de poder y de éxito, haciéndole el vacío, desenmascarándole ante aquellos que más teme y cantándole la gallina como nadie se la ha cantado en su p…vida.

FIN.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

TRANQUILIDAD PER TUTTI

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¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS! ¡Madre mía, que yo no sabía que me leían tantos!¡Que estoy muy emocionada!¡Eso que vaya por delante!

Por partes y para los que ahora mismo estáis a cuadros leyendo tanto agradecimiento os diré que todo esto viene por el post que escribí hace unas de semanas. Un post titulado “TRAICIÓN” y que gustó mucho, visto lo visto y oído lo oído. Me han dicho que ha viajado de smartphone en smartphone, que a más de uno le ha dado para hacerse unas risas, pasar el rato con cotilleos divertidos, bucear en adivinanzas sin resolver y gastar las horas en conversaciones de patio de vecinos (siendo yo la portera de ese patio, que conste). ¡No puedo ser más afortunada!

Desde ya os digo que no pienso hablar más de esa gente porque si dijera quiénes son los protagonistas el post perdería toda la magia y no hay necesidad. Estoy convencida de que los interfectos lo saben (aunque no me sigan en RRSS) porque siempre hay “un alma caritativa” que dice “lee esto que va por ti”, pero a la vez creo que les queda la duda de si realmente son ellos o los tiros van por otro lado. ¡Pues que sigan con la duda! ¿No os parece? No hay mayor condena que dejarles ahí con el dolorcillo de estómago que genera ese pensamiento recurrente de: “¿seré yo?” “¿me habrán descubierto?” “¿cómo se habrán enterado?”. Y como yo no soy ninguna hermanita de la caridad y me gusta el cariz que ha tomado la cosa pues…a seguir con el misterio. Sólo diré que cuando el río suena, agua lleva. Y que el auditorio no ha sido elegido al azar. Ahí lo dejo.

La gente muchas veces nos pide explicaciones de por qué escribes esto, por qué hablas de aquello o por qué no has sacudido más leña. Y es que a lo largo de estos años de “TE CONOZCO BACALAO” hemos comprobado que hablar de terceros tiene infinitamente más interés que hacerlo de la vida en general. Y eso es verdad verdadera. Porque, como me dijo una amiga después de leer el post, no hay nada como los trapos sucios ajenos para olvidarte de los tuyos y creer que tus miserias son menos miserias. Pero lamento desilusionaros. Lo cierto es que aquí venimos para compartir emociones con vosotros, incluido cuando estamos de subidón o cuando estamos depres. Y todo ese caudal de cosas muy nuestras que contamos va salpicado la gran mayoría de las veces de literatura y fabulación. En resumen: que aquí venimos a hablar de la vida, un poco de nosotros mismos y -de vez en cuando- de los demás.

Después de darle muchas vueltas al tema creo que el éxito del post debió ser porque quienes le dedicaron su valioso tiempo y atención a buen seguro tenían en la mente a los protagonistas, identificándoles con alguien cercano y… ¡vaya usted a saber quién pasa por la cabeza de quién! ¡imaginación al poder! Ahora bien. Tranquilidad per tutti. Para que veáis que velo por la buena salud de los que se puedan sentir afectados o identificados os diré que no soy Lady Whistledown ni me voy a dedicar al tráfico de chismes y cotilleos, pero pienso seguir escribiendo píldoras como esa…cada vez que me de la gana.

PUNTO Y FINAL.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

…y tiró la toalla.

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Hace unos días leí una noticia especialmente triste. Un maestro, cansado de soportar faltas de respeto, tiraba la toalla. ¡Está hasta las narices! Denuncia el desprecio al que se ve sometido a la vez que aumenta la adicción a los móviles. Se queja amargamente de que las agresiones a docentes y los casos graves de indisciplina están al orden del día. Y todos hemos visto como los medios de comunicación nos han mostrado en demasiadas ocasiones que en algunos centros educativos las aulas se convierten en verdaderos campos de batalla.

Mi madre, que en los años 60 fue maestra en varios pueblos de Castilla-La Mancha, siempre defendió que la educación es la profesión más bonita que existe. Que no había satisfacción más grande en la vida que ayudar a los más jóvenes a aprender, a experimentar, a saber defenderse cuando salieran “al mundo”, a tener la mente abierta, a ser curiosos… y cuando no lo conseguía, le invadía una profunda tristeza porque -al fin y al cabo- era el futuro de esos chavales lo que estaba en marcha. Y es que las condiciones en las que trabajaban, y muchos siguen trabajando principalmente en zonas desfavorecidas, son muchas veces desoladoras. Cada oficio tiene sus gajes y cada docente vive día a día en las aulas la ilusión de su vida, la ilusión de ser maestro, pero tal como está hoy el patio a veces es una auténtica pesadilla. Los alumnos llevan el móvil operativo, suena en clase y no pasa nada. Los alumnos se ríen de un compañero mientras está trabajando y no pasa nada. Los alumnos rompen cosas del aula y no pasa nada. ¡Pues no! ¡Rotundamente NO! ¿Dónde ha quedado el factor humano que siempre estuvo por encima de los números?

El maestro que ha tirado la toalla dice que tampoco es que se vea muy arropado por los que cortan el bacalao en materia de educación. Dice que no aguanta más oír cosas tales como que poner una nota baja a un alumno -porque no se merece más- es hacerle un daño irreparable para su futuro. Tampoco aguanta más que le digan que la tercera evaluación es sólo para subir la nota de las dos anteriores, nunca para que bajen. Denuncia amargamente que ahora se prioriza la información sobre el conocimiento. TODA LA RAZÓN.

Yo no soy maestra -hay que estar hecho de una pasta especial, es pura vocación y no todo el mundo vale- pero soy madre de tres hijos que han pasado por diferentes niveles de enseñanza y por diferentes perfiles de docentes. Y sinceramente, vivido lo vivido con cada uno de ellos, creo que poner un suspenso no es perjudicar al alumno. Es decirle que no está suficientemente preparado y necesita trabajar de nuevo y recuperar. No hay más. Perjudicar al chaval es ponerle una buena nota sin merecerla, porque al hacer eso sin haber trabajado o sin haber aprendido nada, flaco favor se le está haciendo. Y no sólo a él. También al resto de compañeros que, con ese gesto, ven cómo funciona la ley del mínimo esfuerzo. Aprobar así es una trampa…y un engaño. Y desde YA digo que aprobar al que no sabe, o suspender al que sabe, es el peor de los errores que un buen maestro puede cometer.

Cómo no, el maestro que ha tirado la toalla dedica una mención especial a los padres. Educar es una odisea. No es tarea fácil ni una regla exacta. Cada hijo es un mundo. O no. Hay hijos que son varios mundos según su infancia, su adolescencia o lo que sea. Y todo empieza, pasa y permanece con la educación que, sí o sí, va de la mano del respeto. Es misión de todos educar y respetar… ¡y esto también lo sabemos todos, pero no todos lo practicamos! Porque si algún docente lee este post, alzará la mano a la pregunta de si algún progenitor le ha levantado la voz o le ha faltado el respeto en una tutoría, por ejemplo. O le han retirado el saludo. O le han puesto pingando porque les ha llamado la atención por alguna trastada del niño.

Es muy triste todo.


Ayudemos al maestro que ha tirado la toalla. Dejemos trabajar a los maestros, pero de verdad. Si entre todos dejamos que hagan su trabajo, nuestros niños saldrán del colegio mejor de lo que entraron. Ellos nos inspiran, contagian ilusión, transmiten conocimiento y sabiduría…marcan nuestra vida.


P.D.: Haz memoria. Seguro que recuerdas perfectamente al profe que te marcó. Aquel que une el niño que eras…con el adulto que eres hoy.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

FEROZ ADICCIÓN

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Miro el calendario y veo que se acerca el día del libro y la flor. Hay “Días de…” y “Días de…” Y el Día del Libro es uno de mis “Días de…” favoritos del mundo mundial. Porque además de estar hechos de células, tejidos, órganos y unas cuantas cosas más, estamos hechos de cosas que no se ven pero que también son nuestro yo. De libros, por ejemplo. Somos ellos…y sus circunstancias. Basta un libro para hacernos sentir. Al fin y al cabo, leemos para emocionarnos. Con ellos amas, sufres, vives, mueres…sientes. Todo eso y más lo da el poder curativo de leer. Y es que por mucho que busques no encontrarás nada que dispare tanto la imaginación, ponga en marcha la materia gris y abra todos los poros de la piel como un libro. Cada uno tiene algo que enseñar. Y cada uno con efectos secundarios.

Los libros no esclavizan…aunque algunos atan. Su poder es demoledor. Presta atención cuando caiga uno entre tus manos y comprobarás cómo hacen que conspiren los sentidos. Hablan con el volumen que tú quieras. Suenan al ritmo de las páginas al pasar. Con tan solo olerlos sabemos que están cerca. De algunos hasta sufrimos los golpes en nuestra piel. ¿Y el sabor? Unos saben a agua con chocolate, otros a duelos y quebrantos y otros -cómo no- a pan y vino. Cuando lees no sólo imaginas ¡sientes! Y el que diga que no siente nada ¡miente! Cada sentido está ahí. En estado de alerta. Preparados para hacer su trabajo, preparados para emocionar. Nadie sale indemne de los libros.

Los libros respiran… ¡y no estoy exagerando! Saben qué teclas tocar para engancharte y que acabes cerrándolos con una sonrisa. Los hay que debes entrar en ellos sin equipaje y fluir. Con otros llegas a olvidar donde está el mundo real y donde está la ficción por culpa de ese ese baile de imágenes en forma de palabras y metáforas que no te deja ni dormir. Hay libros que son puro Prozac, los lees y tu ritmo cardíaco disminuye. Algunos te regalan personajes que se quedan para siempre y acaban siendo parte de tu “familia”. Donde haya un libro, hay un amigo cerca. Son el mejor remedio contra el aburrimiento y el más fiel compañero. Buenos camaradas, siempre tienen una conversación interesante. Y no juzgan, pero nos hacen reflexionar. No te piden cuentas ni te cuestionan, pero algún fragmento habrá que te llegue al alma. Y cuando les necesitas, ahí están…como los amigos de verdad.

Cuando estés que ni te soportas, ponle literatura a tu vida. Es uno de los mayores placeres que nos da la soledad. Lee despacio, viviendo cada palabra, cada párrafo, cada capítulo…y así hasta el final. Y cuando llegues al final, saboréalo. Y después, ya sabes: una historia te llevará a otra. Otro libro te estará esperando. O tú a él.


P.D.: Fueron mis padres los culpables de semejante adicción. Feroz adicción. Alabados sean ellos. Mis padres…y los libros.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

TRAICIÓN

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Lo siento, pero rotundamente NO.

Liarte -porque lo de enamorarte viniendo de ti lo dudo bastante- con el marido de una “amiga” no es buena idea y está muy mal. Rematadamente mal. Es feo. Y sucio.
Ahora en tu defensa dirás algo de eso que se suele decir mucho. Algo así como que su presencia se hizo imprescindible en tu vida y de tanto roce…ya sabes. O cuenta a quien te quiera oír la manida excusa de que después de tantos años de amistad te diste cuenta (y él también) que lo que sentías era otra cosa. O que aquello que tenías con él ya no era una simple amistad, pero no le habías puesto nombre hasta que pasó lo que pasó. Saldrás con el rollo de que sois almas gemelas, que compartís muchas ilusiones juntos, que vuestras respectivas vidas en pareja estaban más que muertas, etcetcetc (eso si sólo oímos tu versión, of course)…en fin.
Lo que no es aceptable es que vayas con el cuento ese de que no querías hacerle daño a nadie porque eso es… ¡MENTIRA! A quien le preguntes te dirá que era público y notorio ver cómo te arrastrabas tras él, como has metido cabeza en su vida y en la de su entorno con tal de estar cerca. Te defenderás diciendo que a su lado has encontrado justo lo que necesitabas en tu vida y que, aunque el sentimiento de culpa es tremendo, la vida en ocasiones te prepara encerronas que jamás hubieras imaginado y de las que por mucho que quieras no puedes escapar. ¡Pues no! ¡No busques excusas baratas! La vida ya es difícil como para complicarla más y hay códigos no escritos que se deben respetar, pero… ¡qué tontería digo!¡tú no tienes ni idea de lo que eso! ¡Muy mal tienes que estar para meterte en ese jardín! Olvidaste, otra vez más y ya van unas cuantas, que hay que tener mucho cuidado con darle aceptar a todo porque en los amoríos la cosa siempre tiende a complicarse.

Por si no lo sabes, cosa que dudo, te lo adelanto: he visto a personas hacer lo que tú estás haciendo y desde ya te digo que vas a sufrir más de lo que ganarás y, además, vas a perder la poca dignidad que te queda. Los débiles mimbres sobre los que has construido esa supuesta historia de amor son eso, débiles, y acabarán quebrándose cuando te des cuenta de la realidad. Porque en la vida una cosa es irte y otra muy distinta es que te echen. Y eso te va a pasar. Cuando te quieras dar cuenta estarás otra vez en «la casilla de salida» y ya habrás perdido la cuenta de las veces que te ha pasado lo mismo. Solo hay que verte. No hay forma de que pongas el huevo definitivamente. Te has pasado la vida de flor en flor…o, mejor dicho, de capullo en capullo.

Hacerle daño a una persona que te acogió, que te involucró en su vida y en la de sus amigos, es un error sin solución. No hay nada peor que romper el corazón de alguien que te quiso y, en un mundo donde la lealtad es casi lo único que queda, pocas cosas hieren más que eso.

P.D.: Porque todos los engaños son horribles pero lo tuyo…lo tuyo se llama TRAICIÓN.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

Hacer las Pascuas

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¡Hola! Hoy te hablaré sobre el origen de la expresión «Hacer las Pascuas». Después de esta semana de pasos, tronos, velas, nazarenos, vírgenes y cristos, no te preocupes, no te aburriré con un discurso histórico aburrido que para eso ya tenemos el olor a incienso.

Para empezar, ¿qué narices son las pascuas? ¿Es una fruta exótica, algún tipo de ritual pagano o tu tía del pueblo? ¡No, no lo son! Las pascuas son una celebración religiosa que conmemora la resurrección de Jesús después de su crucifixión. Pero tranquilo ya te lo he explicado antes, no te hablaré de la religión porque sé que no quieres dormirte en este momento y ya bastante llevamos en esta semana de penitencia.

Ahora, ¿cómo es que una celebración religiosa dio lugar a una expresión popular? Bueno, resulta que, en la Edad Media, cuando los señores feudales organizaban banquetes para sus vasallos en Navidad y Semana Santa, solían decirles que debían asistir a las festividades. ¿Por qué? Porque como buenos señores feudales, querían demostrar su poder y riqueza a través de la opulencia de los banquetes. Pero, como siempre hay uno que quiere hacerse el listo, algunos vasallos prometían asistir al evento y después no lo hacían, dejando al señor feudal en ridículo frente a sus invitados.

Es por ello que la expresión «hacer las pascuas» nació para describir a aquellos que incumplen sus promesas o compromisos previamente adquiridos. Y no me malinterpretes, no es que no quiera que disfrutes de tus festividades religiosas o que no quieras ir a la fiesta de cumpleaños de tu amiga Coco, pero si prometiste que irías, entonces cúmplelo. De lo contrario, estarás haciendo las pascuas a mi amiga Coco y te las tendrás que ver con nosotros.

Pero, ¿qué tan común es esta expresión en la actualidad? La verdad es que no es algo que se escuche con mucha frecuencia, y probablemente se deba a que los banquetes de los señores feudales ya no son tan populares. Sin embargo, esto no significa que no sea aplicable a situaciones cotidianas. Por ejemplo, si prometiste llevar a tu amigo al aeropuerto y después te arrepientes y no lo haces, estás haciendo las pascuas. En fin, la expresión se aplica a cualquier situación en la que se incumpla una promesa o un compromiso adquirido previamente. Vamos, los mayores hacedores de Pascuas son los malqueda de toda la vida.

Así que, ya lo sabes. No seas una de esas personas que hace las pascuas todo el tiempo y a todo el mundo. Si prometiste algo, cúmplelo. Y si no puedes, al menos avisa con anticipación para no dejar a nadie plantado o en una situación incómoda. Además, todos apreciamos a esa persona que cumple sus promesas y se ha ganado la confianza y el respeto de todos los demás.

Ahora no nos hagas las Pascuas y vamos a celebrar nuestros 9 años de Te Conozco Bacalao.

Caye

MI MEMORIA.

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Primavera. El pregón. Semana Santa. Procesiones. Paso y tronos. Partituras, clarinetes y flautas. El crujir de la madera. Callejuelas empedradas. ¿Lluvia? Domingo de Ramos. La borrica. Varas, palmas y olivos. Banderas y estandartes. Seda y oro. Caoba y plata. Monaguillos. Hermandades que huelen a incienso al ritmo de tambores y cornetas. Farolillos. Cera, mimbre y claveles. El brillo del palio. La Ultima Cena. El Prendimiento. El gruñido de un cerrojo. Los costaleros. Amigos bajo el anonimato de un faldón. Caramelos. Y la voz ronca del capataz. Suena la Marcha Real. Fervor. Saetas. El tintineo de las bambalinas. Damas de mantilla, nazarenos y penitentes. Capirotes. Escapularios. Bordados y corbatines. Hábitos, túnicas y velos. Terciopelo, sarga y lana. Sudarios. Con sandalias y alpargatas. O descalzos. Pasión y Muerte de Cristo. La Verónica. Blasones y crespones. La Cruz y la Soledad. Fe. Liturgia. Miradas.

Plegarias y lágrimas. Cadenas. La Vigilia pascual y las letanías. De rodillas. Viacrucis y rosarios. Candelabros. Cirios. Cruces y capirotes. Espinas. Ceniza. Potaje de garbanzos con bacalao y buñuelos. Las torrijas. “Marcelino, pan y vino”, “Los Diez Mandamientos “y “Ben Hur”. La madrugá. Silencio y esperanza. Bienaventuranzas. Sábado de Gloria. Los Oficios. Oraciones bisbiseadas en voz baja. Resurrección y Subida a los Cielos. El tañido de las campanas. Hermanos, cofrades y alabarderos. Hombro con hombro. Vítores y aplausos. La agrupación musical, las bandas de música y la sociedad filarmónica de no me acuerdo dónde. Nardos, lirios, azahar y rosas blancas. La mona y su inseparable huevo.

En cada rincón, en cada plaza, en cada esquina. En cada calle. Olores y sabores. Sonidos. Tradiciones. Y respeto. Mucho respeto. Pasarán siglos enteros. Igual que entonces, todo sigue. Y todo esto es memoria…Mi memoria.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

El encuentro

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Comienza la semana de Pasión, una semana de nazarenos y caramelos, costaleros y tronos, trajes y mantillas y sobre todo, encuentros.

Encuentro de amigos, de familia, de personas a las que quieres y hace tiempo que no ves. Todos estamos en las calles, felices por el buen tiempo, por la oportunidad que nos brinda la Semana Santa de vernos por las calles, sin ni siquiera quedar, estos días no es necesario.

Es el azar quien decide a quien encuentras y a quien no. A lo mejor ves a alguien tres veces y a otros ni te los cruzas, y los echas de menos.

Todos los días suenan a fiesta, aunque trabajemos. Todas las tardes hay ambiente, las calles llenas, las terrazas llenas, las iglesias llenas y los bares llenos. Música, olor a incienso, vestas, mantillas y torrijas (de todos los tipos).

Te voy a dejar una guía por si quieres que estos días nos encontremos, eso si, te voy a dejar los datos de las procesiones, los de los bares para hacer las estaciones, mejor te los digo en el encuentro.

El domingo de Ramos, la borriquita y la Verónica por la mañana y después de la siesta a ver salir a la Esperanza para más tarde encontramos con «la de San Blas».

El lunes a San Roque, que salen «los Agustinos», y veremos al «Morenet» por el Postiguet, y practicaremos la paciencia viendo entrar a «La Humildad».

El martes a Santa María a ver a «San Juan de la Palma», y entre la salida y la entrada nos acercaremos a ver a «la de Maristas» y la de los Franciscanos.

El miércoles, a Santa Cruz, y a las monjitas de la Sangre, que la salida de «La Marinera» no nos la podemos perder!

El jueves, ¡mucha faena!: la Santa Cena, Benalúa, Franciscanos, el Perdón y por supuesto, el Silencio (esta es la que más me cuesta).

El viernes no faltaremos a la Soledad de Santa María, y al Santo Entierro.

El sábado descansamos, y el domingo a ver a la «Alegría» que con su ambiente festivo, nos adelanta les Fogueres para que nos vayamos preparando.

Y así, con los nombres «de la calle» es como conocemos a las hermandades, y sabemos quién sale en cual y vamos a su encuentro. Seguro que se me ha olvidado alguna, pero así dejamos que se produzca la emoción en el encuentro.

¡Buena Semana de Pasión! ¡Nos vemos en el encuentro!

Reyes

Imagen: La Soledad de Santa María en Viernes Santo

EL GALLINERO

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La radio al despertar, el periódico con el desayuno, las redes mientras haces cola en el súper, a tope de spam el mail, la televisión (o mejor, miles de canales de tv) mientras comes, folletos inundando el buzón, clip de noticias en el ascensor… ¿Os suena?

No voy a discutir sobre algo tan obvio como que la comunicación es algo importante, pero admitámoslo, nadie se libra hoy por hoy de sufrir una informatitis aguda de difícil tratamiento. Hay que estar actualizado (esto es indiscutible) sencillamente porque nos permite tener nuestra propia opinión. Pero la realidad es que no sólo la información invade nuestra vida, también las RRSS y los móviles inteligentes. Parece que te leen el pensamiento y penetran, sin permiso alguno (al menos aparentemente) en tu cabeza. El asunto ha alcanzado un nivel tan angustioso que incluso te llega la información cuando no la estás buscando. Y recibimos tanta al cabo del día que a algunos les produce ansiedad y algo más.

Si nos paramos a pensar y miramos a nuestro alrededor, pocos no quedarán abrumamos con tanto exceso de información. Y hablo de información de todo tipo. La de verdad, la basura, la fake, la crónica rosa, la amarilla, la crónica negra, etcetcetc. Todo eso a la vez, en todas partes y a todas horas cual gallinas y gallos en el corral -o en el gallinero- cacareando cada uno sus filias y sus fobias, sus miedos, sus angustias, sus odios…Sus verdaderos YO. ¡Vaya caos!

Sé de lo que hablo porque conozco gente que lo sufre y lo ha sufrido. Tantos datos, tanta información, ha pasado de serles placentera a generar un estrés del quince. Los hay (me consta) que están tan enganchados que el médico les ha recomendado desconexión total. Conozco un caso al que tanta sobredosis informativa le sumió en una profunda depresión después de darle no uno sino varios ataques de ansiedad. Si oía las noticias pensaba que el mundo se iba a la mierda, si abría twitter se daba de bruces con una panda de avatares descerebrados que sólo sabían echar mierda sobre los demás. Si iba a Instagram o a Facebook pensaba que nunca estaría a la altura de tanta influencer de nivel y concluía: soy una mierda. ¡Flipante! Después de sufrir esa mezcla de opresión, agotamiento y angustia dice que tomó la mejor decisión de su vida. Entendió que tenía que desconectarse de la información y no ha vuelto a tener ganas de volver a conectarse con los medios de comunicación desde entonces. Se siente mucho mejor desde que vive así.

En el otro lado de la historia tengo una amiga, más lista que el hambre, cuyo lema es que nosotros somos nuestros propios jefes de informativos. Tal cual. Ha tomado el camino contrario. Sólo oye o lee titulares. El resto no le interesa en absoluto. Opina que por culpa de tanta saturación el interés por la información está cayendo a pasos agigantados, mientras aumenta el número de personas que evita estar al tanto de las noticias porque, sencillamente, están hartos. Y eso -en mi humilde opinión y de ahí el post de hoy- al final es lo más peligroso porque nos quedamos con lo superficial, empeora nuestra capacidad de análisis (lo cual nos frustra tremendamente) y nos hace sentir enfadados con nosotros mismos por no estar informados, lo que aumenta a la vez el peligro de que tomemos malas decisiones por carecer de la información necesaria. Así que, a partir de ahí, y como si fuera un círculo vicioso…vuelta a empezar.

P.D.: Es la pescadilla que se muerde la cola. La de toda la vida.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

A PECHO DESCUBIERTO

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Ha caído en mis manos, regalo de una de mis rubias favoritas, un libro al que le tenía muchas ganas. He leído otras obras de su autor y es de esos escritores que nunca defraudan. Por lo menos a mí. Tiene una forma de contar las cosas que me obliga a leer y releer algunos párrafos de tanto que me gustan. Cuajado de frases poderosas, de esas que enmarcarías o tatuarías, que te llevan a recordar muchas cosas que has vivido y a reflexionar sobre otras tantas que -por el motivo que sea- no te habías parado a pensar.

En sus páginas el autor reconoce -entre otras vivencias- que después de probar el éxito, se dio cuenta que no era para tanto. Que hay otras cosas, pequeñas, ridículas, sencillas, insignificantes…que suman lo verdaderamente importante de nuestro paso por la vida. Sin embargo, llegar a esa conclusión no fue fácil. Necesitó verse obligado a salir de ahí, de ese centro del universo llamado éxito, para dedicar toda su atención a alguien que realmente la necesita. Y es ahí cuando descendió al mundo de los mortales y reparó en todo lo que tenía a su alrededor, dándose de bruces con esas «insignificancias» y con esos recuerdos de hace taitantos años que te hacen caer en la cuenta de que, al fin y al cabo, la vida va también de otras cosas.

Hasta que llegó a ese punto de su vida en el que tuvo que elegir estar o no (a sabiendas que no era más que un engranaje en la maquinaria de esa gran fábrica que llaman éxito), en el día a día tocaba aparentar que era feliz en un mundo donde las relaciones personales son tan superficiales y materialistas como efímeras. Un mundo en el que cada uno mira por lo suyo y en el que sólo ganas si participas en el juego y juegas mejor que el resto. Y no sigo contando más del libro porque es para leerlo…y releerlo.

¡Cuánta razón tiene! Al fin y al cabo, todos en mayor o menor medida, hemos pasado por ahí. Porque hoy vayas donde vayas, te muevas por donde te muevas, la palabra éxito nos persigue como si fuera un estridente luminoso de Las Vegas. Éxito aquí, éxito allá. Es el mandato de nuestra era. Una era que nos arroja a creer que la única forma de ser felices es siendo los mejores, siendo brillantes y -por supuesto- reconocidos en los 5 continentes (Vale. Igual me he pasado un poco y con ser reconocidos al nivel de andar por casa sirve).

Vivimos en una época que mide el éxito a partir de los focos y las alfombras rojas y, a la vez, nos hace olvidar que detrás de ese concepto de éxito prevalecen raíces más profundas. Y más sencillas. Un éxito que no va más allá de lo inmediato, que no valora el afecto, la pasión, las raíces de cada uno y que lo único que hace es dar paso a lo que cada uno somos ahora.

Escapar de ese éxito es posible y renunciar a esas cosas…también. Porque si para algunos el éxito significa ser “The Best of The World” para otros el éxito es vivir rodeado de los suyos. Y aunque a veces el camino a elegir puede ser muy duro de aceptar, a lo mejor sólo es cuestión de darle la vuelta. Cambiar la forma en que vemos las cosas. O poner atención en los detalles más insignificantes que hay a tu alrededor y sentir que han sido el mejor regalo de tu vida. Esas pequeñas maravillas que escapan de nuestra curiosidad por culpa de aspirar a esa necesaria perfección que nos inculcan buscando el éxito. Una perfección imposible de conseguir y difícil de mantener porque así no eres feliz. Y ya sabemos que la felicidad solo es felicidad cuando es compartida.

P.D.: Descubrir y escribir esto exige una sinceridad implacable con uno mismo y es la que nos falta a muchos. Porque con el corazón en la mano os digo que hablar de uno mismo así, a pecho descubierto, sólo es cosa…de valientes.

Coco.

La foto, como habréis adivinado,

es de la bonita portada del libro al que le tenía tantas ganas

y que ha escrito un hombre que se define…»contador de historias».

«HUMILDE OPINIÓN»

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Cuando me piden que opine sobre algo me pongo -casi- a temblar. Si lo piensas un poco, en cualquier reunión siempre hay alguien que apela a la opinión personal de otro. Todos hemos estado ahí alguna vez ¿O no? Y cuando esto pasa estaréis conmigo en que, a veces, es una auténtica encerrona a pesar de su aparente inocencia.

Soy de las que creen firmemente que nadie es bueno en términos absolutos por mucho que algunos se empeñen en vendernos lo contrario. Somos, afortunadamente, animales imperfectos. Y creer que una puede ser justa y objetiva cuando de opinar se trata es, sinceramente, fruto del más absoluto desconocimiento.
Opinar es un derecho y una necesidad y mi opinión -al fin y al cabo- no es más que la suma de mis experiencias sobre algo. Así que cuando la pongo encima de la mesa intento responder con absoluta franqueza y eso no es otra cosa que soltar lo primero que se me ocurre, lo primero que me pasa por la cabeza. Sin embargo, confieso que son muchas la veces que tengo que hacer un esfuerzo importante y reflexionar mejor sobre la cuestión a tratar antes de decir lo que de verdad pienso. Al fin y al cabo, mi juicio siempre estará alterado por la vida que he llevado. Y así nos pasa a todos, que defendemos ideas y sentimientos moralmente cuestionables según quién nos oiga. Y que nuestra opinión cuente y tenga un impacto, por pequeño que sea, no es cualquier cosa.
Digo todo esto porque veo y leo cosas que me hacen pensar que hay algo no estamos haciendo bien. Y es que no podemos confundir libertad de expresión con mala educación, ni verbalizar con toda la vehemencia del mundo aquello en lo que creemos bajo el lema “es mi humilde opinión”. A aquellos que despellejan al resto con su “humilde opinión” decirles que son seres perversos. Y que sepan que sus opiniones sólo merecerán respeto si son también respetables. Por favor, seamos más cuidadosos a la hora de expresarnos en cualquier debate moral. Opinemos desde el diálogo, desde la razón, poniéndonos en el lugar del otro…respetando. Ese es el mejor argumento. Porque, no lo olvidemos NUNCA, todas las personas merecemos respeto. T O D A S. Así de claro lo digo.

Como siempre, al final es el tiempo el que decide y el que da la verdadera razón del porqué de las cosas. No mi opinión. Y no quiero llevar esa carga sobre mis hombros. Por muy noble derecho que sea y tenga.

P.D.: Y porque, además, no tengo esperanza en que las cosas vayan a cambiar demasiado.

Coco.

Fuente de la fotografía: Coco.

Los listos

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Están por todas partes, se camuflan entre nosotros… son esos que se creen más listos que nadie y que creen que las normas están para saltárselas.

Pensamos que son los jóvenes los que se creen que el mundo es suyo, pero no, también hay abuelitas que se cuelan en la cola del super o ancianos con muleta que se saltan las cintas de policía, o al menos lo intentan.

Todos estos listos deben pensar que las vallas se ponen para molestar, los turnos son para hacerles perder el tiempo y las normas son inventos del demonio que solo quieren amargarles la vida.

¿Sabéis que os digo? que allá ellos, que yo no pienso volver a decirles nada, que si se saltan la cinta y por culpa de viento les da un objeto en la cabeza, habrá sido culpa suya, o irresponsabilidad suya, pero no mía. Que se creen que «no pasa nada» hasta que pasa. Somos capaces de aceptar los términos y condiciones sin leer y luego nos lamentamos, pues igual con el resto de las normas, habrá que poner cartelitos que digan «Si pasas, después no reclames» aunque parece que lo de ser los más listos lo llevamos en el ADN y seguro que después vienen a defender sus derechos.

Eso si, te voy a pedir que por favor, a la próxima que te encuentres con una señal de advertencia hagas caso Bacalao, que a veces no sabemos en que jardín nos estamos metiendo y acabamos de fango hasta las orejas.

Reyes

MODO OFF

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¿Pues sabes qué te digo? Que llevo una temporadita sin ganas de ná. Pero no es eso que estás pensando. No necesito vitaminas o ración triple de café, ni un chute de energía ni nada por el estilo. A lo que me refiero es que paso de hacer lo que no me da la gana, incluso paso de no hacer nada si es lo que quiero en ese momento. ¡Que de lunes a viernes entre el trabajo profesional, el doméstico y lo que surge, ya me vale! Así que me he dado cuenta que cuando el finde asoma la patita, a no ser que la cosa sea altamente apetecible y el cuerpo me lo pida, paso de poner la maquinaria en marcha. Y en esas ganas de ná también entra aplicarle a mis RRSS el modo OFF.

Y os lo cuento ahora y aquí porque hace tiempo que lo estaba poniendo en práctica y más de uno -y más de dos- me preguntaban por qué había dejado de hacer cosas que SÍ hacía y sigo haciendo.  Me explico. Dejé el remo durante una temporada porque me habían operado del pie. En esa época, cuando me encontraba por la calle con gente que no veía a diario lo primero que me preguntaban era por qué había dejado de remar. Y eso me hizo pensar. Pensar no sólo en lo demasiado que les gusta al algunos el cotilleo y el visilleo, sino pensar en mi relación con el mundo virtual. Y me di cuenta que ya no me gustaba tanto como antes subir selfies divertidos a mis perfiles ni contar mi vida día sí y día también. Creo, sinceramente, que a partir de ese momento mi trato con las RRSS empezó a cambiar. Ojo, me lo sigo pasando pipa en las redes y me gusta ver qué hacen “mis facebookeros” y “mis instagramers”. También sigo publicando mis cosicas pero desde entonces (y de esto ha pasado un año) me asomo a las redes para publicar -y para ver qué publica el resto- solo cuando realmente me apetece ¡Y nada mal, oiga!

Así que cuando me veáis, antes de volver a preguntarme, que sepáis que no publico porque no me da la gana. Tan simple como eso. Porque sigo poniéndome la peineta de vez en cuando, sigo cogiendo el micro en el kararoke para desgañitarme y sigo disfrutando de muchos planes y muchos manjares, pero la diferencia es que ahora no os enteráis y, si lo hacéis, es porque alguien se ha chivado o porque yo he querido.

Antes “NO ESTAR AHÍ” era imperdonable (por lo menos para mí). Ahora he descubierto el placer de perderme cosas…o de hacerlas y que te las pierdas tú. Necesito un respiro de esos que incluya una pequeña cura detox digital (sin llegar a desconectar totalmente, of course). Necesito el derecho a disfrutar con lo que lleve entre manos en ese momento sin pensar en otra cosa y descubrir que, mientras otros se los están pasando en grande, tampoco me he perdido nada importante. Necesito aburrirme, decir No a algo que seguramente será la pera limonera y donde estará todo quisqui pasándolo bomba. Necesito perderme eso de “estar al día”, perderme planes y disfrutar lejos del mundo exterior. Y necesito disfrutar de esas personas que merecen la pena, pero de verdad. Al fin y al cabo, el secreto es tan sencillo como que, si te apetece un plan, hazlo y si no ¡pues no!

Y desde ya os digo que decir adiós a perderte cosas es liberador…y buenísimo para la piel.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

«LOS GALONES»

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Cuando llegué a mi trabajo actual tal día como hoy hace 30 años yo tenía veintipocos. Ahora tengo cincuentaytantos. En un abrir y cerrar de ojos he pasado de ser “la chiquilla” a que algunos compañeros me llamen de “Usted”. Es más. Tuve una jefa y, dos décadas después, tuve de jefa a la hija de esa jefa. Echad la cuenta. O no. Mejor no. ¿Pa qué? ¿Pa que me toque un poco las narices? Pues sí, aunque de momento sólo un poco. Porque, aunque os parezca una chorrada, no lo es. Está claro que divertirme me he divertido un buen rato a lo largo de mi vida, pero en ocasiones he llegado a quedarme totalmente descolgada de ciertas conversaciones y de algunas quedadas o pachangas y esto, según tengas el cuerpo de jotero ese día, te toca la moral. ¡Ojo! Y esto en cuanto a todo aquello que nada tiene que ver con el trabajo porque si hablamos de nuestra relación en el ámbito profesional tampoco es que estemos muy a la par.

Independientemente de que la gente joven tiene unas energías y unas ganas de comerse el mundo que flipas, también su forma de ver el mercado laboral dista mucho de nuestra visión. Obvio. Y esa es, sinceramente, la única diferencia que veo. La proyección a futuro. Ellos son más inquietos, quieren cambiar las cosas y lo quieren hacer ¡YA! Y cuando esto pasa, cuando cambia el mercado y tú no, el mercado te saca del tablero de juego. Así que, “compañeros viejunos”, si queremos estar ahí nos tendremos que poner las pilas o nos veremos fuera de lo que se está cociendo. Por lo menos eso pienso yo. Y eso intento hacer cada día. Porque aunque para algunas cosas yo ya soy vieja, para trabajar soy y me siento joven y sigo muy en forma para subirme a su carro y al que haga falta aunque la vida -y otras cosas que van de la mano con ella- nos desgaste.

Como pasa con todo, esto también depende de las ganas que uno tenga. Amargados y depres ha habido siempre y siempre los habrá. Y algunos de ellos se fijan más en lo que nos separa que en lo que nos une. Suena feo, pero es así: se creen que están en la selva. Y no. Porque más allá de ver un campo de batalla entre seniors y juniors, lo que yo veo -y siento- es que nos encontramos en un lugar de encuentro profesional donde cada uno intenta demostrar sus puntos fuertes. Y juntos nos alimentamos los unos de los otros. Ellos de nuestra madurez y experiencia y nosotros de su formación y su ilusión. Y cuando esto pasa, y hay buen rollo entre ambas generaciones y todos vamos de la mano, nos podemos comer el mundo. Y de ahí a las quedadas para copas y pachangas no hay ni un paso.


IMPORTANTE: Todo esto sin necesidad de lucir “galones” que valgan. Todos al mismo nivel. Porque la edad suma errores y…suma aciertos. Porque la edad suma para mal…y suma para bien.

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

Plan «B» de…

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En el cole me enseñaron que cuando llegara a un lugar tenía que saludar a todos los que allí se encontraban y, si no conocía a alguien, me presentaba. Y si eran muchos, con un saludo general era suficiente. Y que lo mismo, pero a la inversa, debía hacer a la hora de la despedida. Pero, visto lo visto y vivido lo vivido, como decía un sabio: «Lo único que no cambia es el cambio”. Y ahora, taitantos años después, las cosas han cambiado. Y mucho.

“Hacer bomba de humo”, “despedirse a la francesa”, el “adiós irlandés” … La moda ahora es irse de las fiestas sin avisar y, sinceramente, es todo un arte. Marcharte sigilosamente, desaparecer sin decir adiós es algo que siempre ha existido, lo que pasa es que ahora ya le han puesto nombre: GHOSTING. Y es un arte porque depende de cuándo, dónde, cómo y con quién lo hagas o eres todo un artista o eres la persona más maleducada del mundo. Pero… ¿Dónde esa fina línea que separa lo uno de lo otro?

Para horror de los expertos en protocolo esta forma de escabullirse se ha convertido en una costumbre cada vez más en auge, casi como un estilo de vida. Sin embargo, T O D O S hemos pasado por ese momento alguna vez. O lo hemos hecho o lo hemos pensado y nos hemos quedado con las ganas de hacerlo. Ponte en situación: llega la hora de irte y decides que despedirte de todos es un tostón, especialmente cuando sois una tropa importante. Entonces lo que quieres en ese momento es marcharte del sarao sin que se entere ni el apuntador. Así que poco a poco te vas deslizando por la sala y, cuando lo consigues, te felicitas por haber superado la prueba. Es más. Al día siguiente lo cuentas con orgullo bajo el lema: “¡Lo logré!” (confesaré que esto también lo he hecho y os diré que es cierto que las cosas a veces se nos van de las manos).
Como yo lo he hecho, y no una sino muchas veces, la experiencia me dice que si no quiero que me tachen de hacer cosas feas debo usarlo como último recurso, sólo en casos especiales, cuando la fiesta todavía está llena y despidiéndome sí o sí del anfitrión. Tan simple como eso. Pero reconozco que, en ocasiones, ha sido la única manera de salir de un lugar. Y no es que necesitara una razón para marchar. Es que la cosa no daba para más o no quería seguir allí porque sabía las consecuencias catastróficas que tendría el efecto de las burbujas al día siguiente. Pero hay situaciones en las que el plan B de “Bomba de humo” es mucho peor. Llegada a este punto me despedí de los anfitriones y, al no haber escapatoria, también de los más cercanos. FIN.

Esto que os cuento es ley de vida. Y, como todo en la vida, aquí también hay adeptos y detractores. Para muchos es de pésimo gusto y peor educación, pero reconozco que la tentación siempre está ahí. Cuando lo haces sientes una gran liberación porque te libras de la lata que supone despedirse durante horas de los demás, con adioses, besos y abrazos, que parecen anunciar el fin del mundo. Sin embargo, para otros, ya no es un acto de mala educación. Y es que evaporarte de una fiesta no es tan malo. Es más, a veces desaparecer es completamente necesario. Es…la mejor manera de irse. Y no es nuevo. Tiene unos añitos. Porque esto ya lo decía Erasmo: “O bebes o te vas”.

Yo soy de la opinión de que cada uno se marche cuando quiera. Y si es con discreción y sin hacer mucho ruido…mejor. Así que, si estás en un fiestón lleno de gente y te quieres pirar, adelante, hazte un ghosting. Eso sí. Siempre que el grupo sea numeroso. Pero si la cosa es en petit comité, piénsatelo muy bien. Porque si sois cuatro gatos queda feo. Y si lo haces a pesar de todo, remata la faena. Manda un mensajito de disculpas, despídete y … ¡a dormirla!

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.

«CERDITA»

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La semana pasada fue el turno del BenidormFest y hoy le toca a la gala de Los Goya. Y de todo lo que allí vi, me quedo con Laura Galán y su más que merecido premio como Actriz Revelación por la película “Cerdita”. Y aunque me quede con toda ella porque me parece una mujer de rompe y rasga, me quedo sobre todo con esa parte de su discurso que decía: “Se lo dedico a todos los chicos y chicas que sufren como mi Sara. Recordad que vosotros no tenéis la culpa, que no hay nada malo en vosotros” ¡Cuánta razón tienes Laura!

En una ocasión leyendo sobre la película, unas de las cosas que más me tocó la fibra fue leer que ella misma, la actriz protagonista, reconocía abiertamente que jamás volvería a su adolescencia. Porque la adolescencia puede ser una película de terror. Y ese era precisamente uno de los lemas del film. Y también decía que, aunque el otro mensaje era que la venganza es un plato que se sirve frío, para ella (como para muchos otros jóvenes o no tan jóvenes) no es la única salida ni lo debería ser porque la vida y el día a día te obliga a actuar de otra manera…te guste o no.

En el caso de Laura el problema era la gordura. Pero hay otros muchos casos en los que, sobre todo los adolescentes, se ven rechazados, perseguidos y acosados. Enfrentándose a cosas que no deberían ser. Por ser bajitos, por ser tímidos, por llevar gafas o porque sienten de manera diferente. Cualquiera que haya vivido una situación así sabe que siempre han sido una diana muy fácil para las burlas. Porque a todos ellos, los mismos chavales de su edad y de su entorno, de una manera u otra les hacen saber (y lo peor, creer) que no sirven, que no valen y que su presencia incluso es molesta. Y ellos -los acosados- sin embargo, no piden nada a los demás. Sólo quieren ser uno más. Simplemente quieren encajar y poder participar con el resto de los compañeros de las diversiones propias de la edad sin ser juzgados. Pero no. Siempre se encuentran con el rechazo, el ninguneo o la burla como respuesta. Y cuando van a casa y preguntan por qué no pueden hacer planes, por qué no les aceptan, por qué les dejan fuera e incluso por qué son diferentes a los demás…la desolación es tremenda. No sabes qué decirles porque no hay respuestas que les valga ni les consuele. Como Laura dice, no existe una “receta mágica” para alguien que quiere escapar del bullying. Cierto. Realmente no existe. Y es que algunos caraduras, haberlos haylos, no teniendo suficiente con el ninguneo y el acoso, le echan la culpa a la víctima en su p…cara. ¡Y nada más lejos de la realidad! ¡La culpa es de quien agrede!

Del bullying y la importancia de acabar con él hay que hablar más. Y alto. Y claro. Porque ya sabemos lo que pasa, que de lo que no se habla no existe, sobre todo en este mundo que nos ha tocado vivir en la que todo es puro teatro y postureo. Y si no hablamos de estos temas tan serios y preocupantes, seguirán escondidos ante la mirada impasible de unos y la mirada hacia un lado de otros. Por lo tanto, como bien dice esta actriz tan absolutamente maravillosa, que esto sea para quedarse…y que se trate.

Querida Laura Galán: Cuando te escuché se me llenaron los ojos de lágrimas. Y hasta ahí puedo leer. Pero te diré, eso sí, que eran lágrimas de agradecimiento. Porque exponer la dura realidad a través de una obra de ficción, es muy importante. Has dado espacio a quienes otros se lo quitan día tras día. Y porque con palabras así, y delante de millones de personas, has dado visibilidad a esa lacra social tan cruel que es el acoso por no ser…como los demás.

Coco.

Fuente de la fotografía: Google.

«EaEa»

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¡Y dale Perico al torno! ¡Ya estamos con el lío otra vez! ¡Que Blanca Paloma NO! ¡Que Blanca Paloma SÍ! ¡Vaya hartura! ¡Todos los años lo mismo! ¡Almas de cántaro! ¿Es que no habéis aprendido nada del patinazo que os cascasteis el año pasado?

Y es que, desde que esta pedazo de cantante ha ganado el BenidormFest, ya han salido las legiones de listos y eruditos del ramo, agoreros muchos de ellos, vaticinando lo peor de lo peor para la representante española en el próximo festival de Eurovisión. ¡Y qué mala memoria tienen! Porque estos mismos ojeadores que el año pasado demonizaron y despreciaron el trabajo de Chanel, este año vuelen a hacerlo. Vuelven a criticar a la muchacha, a su canción, a su puesta en escena y a su indumentaria. Y luego pasó lo que pasó. Que se tuvieron que tragar sapos y culebras y ver como Chanel y su “SlowMo” se alzaban con un tercer puesto que tenía sabor a triunfo del bueno. Vamos que si Ucrania no se hubiera llevado tantos votos por el motivo que todos sabemos, España hubiera sido la que habría arrasado en la edición pasada.

Ahora esos expertos en eurovisión y en vaticinios han salido en tropel para anunciar que nuestra chica va a fracasar como fracasó en su momento Remedios Amaya argumentando que el flamenco no tiene tirón en ese tipo de festivales. Yo, sinceramente, que no entiendo ni pajolera de todo esto y simplemente me dejo llevar por lo que me gusta y por lo que no, creo que están mezclando churras con merinas. Para empezar “¿Quién maneja mi barca?” pasó hace la friolera de… ¡40 años! ¡Y anda que no ha cambiado la cosa desde entonces! Ahora el Festival se mueve por la pasión, por el ritmo, por el juego de luces y color y atrás quedaron los ritmos acaramelados y melódicos que tantos premios recibieron en aquellos tiempos. Es cierto que “EaEa” es una canción con fondo flamenco, pero -a diferencia de otras- Blanca Paloma le ha dado una vuelta y lo ha hecho a su manera, dándole un ritmo y una fuerza que me recuerda muy mucho a la fuerza de mi adorada Rosalía, música de esas que no te puedes sacar de la cabeza por su gancho y su hechizo. Y con eso me sobra para darle mi apoyo de fan incondicional.

Otra cosa que han criticado estos “analistas eurovisivos” es la letra. Pero digo yo… ¿Qué problema hay con una letra tan sencilla? ¿Es que Eurovisión es un lugar donde recitar el doctorado o los temas de la oposición? ¿Es una plataforma para hacer política? Porque, aunque algunos cantantes (o países) sí utilicen este festival para hacer política, los verdaderos consumidores del certamen y los que luego bailaremos y cantaremos sus canciones pasamos de tanta historia rara y lo único que queremos es una canción que nos dé gustirrinín y nos mueva de la silla. Y poco más.

Sumemos también la puesta en escena -que me gusta que flipas- y esa indumentaria tan racial y personal a la vez. Sigamos sumando con esas mujeres abriéndole paso a base de palmas y el juego con las cámaras que se llevaba entre manos y que no dejaba que le quitaras ojo a los más de 3 minutos de actuación. Y es que, seamos sinceros, todo aquello que marca la diferencia y llama la atención, a pesar del riesgo que conlleva, siempre suma.

Así que, con todo esto a su favor (por lo menos para mí, humilde analfabeta musical) me da que esta paisana…no va a dejar indiferente a nadie.

#suerteblancapaloma

Coco.

Fuente de la fotografía: Google

Mi hype y tus expectativas

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«Hype» es un término que últimamente la gente los suelta como el que hace churros, se refiere a sensación de expectativa muy alta en torno a algo. Por ejemplo, cuando todo el mundo habla de la nueva sesión de Bizarrap o del nuevo modelo de Samsung el S23 Ultra, y todos parecen estar muy emocionados por él, se dice que hay «hype».

Vamos, es como cuando algo es publicitado a bombo y platillo y genera una gran expectativa en la gente, como si todo el mundo estuviera esperando algo grande y genial. Este «hype» puede ser positivo y generar mucha emoción y entusiasmo, pero también puede ser negativo y generar decepción si las expectativas no se cumplen.

Como diría un niño de 15 años, todos están «hypeados» por algo, esperando que sea la bomba.

¿Alguna vez te has sentido hype para lograr algo solo para quedar chafado cuando las cosas no salen como planeabas? Esa es la vida misma. La motivación y las expectativas están juntas como el pan y el queso. La motivación es lo que te da las ganas de moverte y las expectativas son aquello en lo que crees que va a ser el resultado de lo que haces.

Pero ¿cómo afectan las expectativas tu motivación? La respuesta es clara: las expectativas pueden motivarte o joderte. Si tienes buenas expectativas y no muy altas, probablemente estarás motivado y darás lo mejor de ti para lograr lo que te propongas. Pero si tienes expectativas que son una ida de olla o inalcanzables, es muy probable que te sientas frustrado y sin ganas de hacer nada cuando no logres lo que querías.

Por lo tanto, es clave tener expectativas que sean realistas y razonables para mantener la motivación y alcanzar tus metas. La motivación depende de cómo ves la relación entre lo que te esfuerzas y el resultado. Si crees que el trabajo duro te va a dar un resultado, estarás mucho más motivado.

En otras palabras, es importante tener expectativas que te hagan sentir hype y te empujen a dar lo mejor de ti. Si piensas que tu esfuerzo será recompensado con algo que mola, estarás más motivado. Además, si crees que puedes lograr una meta que es lo más de lo más, estarás más motivado también. Así que, no te conformes con expectativas que son una ilusión o que son demasiado altas que te hagan sentir que la has cagado, en su lugar, establece expectativas que te hagan sentir emocionado y te permitan mantener la motivación y lograr tus metas.

¿Dónde esta mi hype y tus expectativas?

¿AQUÍ QUIÉN MANDA?

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Dejamos atrás las fiestas navideñas, esos juegos del hambre disfrazados de espumillón y villancicos, y nos lanzamos como locos a la dieta detox, la intermitente, la de sólo proteínas y la… ¡yo qué sé! ¡Hay tantas! Y aunque cada vez son más los hombres que se ponen a dieta en estas fechas, este es un territorio ocupado mayoritariamente por las féminas.

Somos muchas, muchísimas, a las que llegado enero, nos entran los remordimientos y nos matamos horas y horas en el gimnasio, sacrificándonos con dietas microscópicas y pasando más hambre que el perro de un ciego. Todo ese esfuerzo para que podamos embutirnos en una talla 36 y así parecernos a las que ahora cortan el bacalao en el mundo del cuerpo perfecto. Sin embargo, en nuestro fuero interno (muuuuuuy interno) hay mucha envidia cochina hacia esas otras, valientes como la que más, que han decidido pasar de todo eso de ajustarse a los cánones de la moda y han decidido mantenerse rollizas, comiendo lo que les da la gana a la hora que les da la gana y cuyo cuerpo en época de Rubens, o de Boticelli, era el equivalente a las Victoria Secret de hoy.

¡Y es que los del mundo de la moda nos llevan locas! Porque si antes molaban las regordetas con la piel más blanca que la leche, ahora son las de huesos y piel con bronceado permanente. Y, de camino entre un extremo a otro, no nos olvidemos del papel tan importante que jugó el corsé -protagonista de desmayos y ahogos por apretar hasta la asfixia y estrujar todo lo que podía y más- para que nos dejara un cuerpo con mucho pecho y mucha cadera, y cintura de avispa. O de cuando apareció la cirugía estética para que a la que quisiera -y pudiera pagarlo- le cortaran unas lorzas por aquí y le estiraran los pellejos por allá y así mantenerse en unos eternos treinta y tantos. O veintitantos. Eso…¡y el rubio platino!

No es normal que si antes nos aterraba ver cuerpos famélicos, ahora -por verlos desfilar en pasarelas y en revistas de moda- nos lancemos como locos a copiar su estética. Y lo peor de todo: si alguien no cumple “con lo que toca”, si hay gente cuya estética no casa con lo políticamente correcto, sean excluidas social e incluso profesionalmente. Y al revés. Porque también pasó, pasa y pasará que personas que han sido rechazadas y tratadas como raras por lucir cuerpos diferentes a los cánones establecidos en los tiempos “¿modernos?” que corren, ahora son lo más top del mundo mundial.

¿Aquí quién manda? ¿Tú o la moda? ¿Qué nos pasa? ¿Somos incapaces de ser nosotros mismos, felices con nuestros cuerpos y disfrutando de los privilegios de vivir la vida? No lo sé. No sé si es instinto de supervivencia, falta de autoestima, egos desmedidos…pero creo que por esa necesidad humana de ser queridos y aprobados por los demás para sentirnos aceptados, se nos está yendo la olla con tanto cambio.


P.D.: ¿Qué será lo próximo?

Coco.

Fuente de la fotografía: Pinterest.