¡ Hacer un Bridget Jones!

GORDA. Pero feliz.
Así me siento después de varias correrías prenavideñas sin parar de “comerbebermerendarbebercenarbeber”. En bucle. Es lo que pasa cuando estás a gusto. Y aunque para algunos pueda ser toda una pesadilla yo disfruto como una enana.
Reuniones con amigos, familia o lo que sea, entorno a una copita de vino o una chimenea. No me mires así. Ni pongas esa cara. Seguro que a ti te encanta el plan. Porque cuando varias cabezas se juntan alrededor de unas viandas siempre hay fiesta y risas. Siempre hay tempestad y calma. Como siempre. O como nunca.
He llegado a tal punto que, en estas reuniones, ya nada me molesta. O casi nada. Alrededor de la mesa uso el filtro de la satisfacción. Hago sólo aquello que me hace sentir bien o por lo menos lo intento con todas mis fuerzas. ¿Fácil? ¡Ni pensarlo! Disfruto de las horas de calma (o lo que se tercie) que me dan estos momentos. Del aquí y el ahora. ¡Ojo! Llegar a este punto ha sido un trabajo durísimo. Sé que aún queda mucho por andar pero nada como ir de sarao en sarao para entrenarme e ir practicando este arte. Empezando por lo que cuesta coincidir, cuadrar agendas y notar cómo, poco a poco, el cansancio va en aumento y el cuerpo va adquiriendo unas redondeces adiposas… ¡Que levante la mano quien no haya pasado por esto!
Pues bien. Resulta que, según uno de esos estudios que me saco de la manga, las personas que están más aisladas de lo que quisieran son menos felices, tienen más recaídas de salud, sus funciones cerebrales disminuyen a marchas forzadas y viven mucho menos. Ahí lo dejo. Tú mism@.
Por supuesto que algunas veces me he dicho eso de “no sé muy bien qué hago aquí” pero tampoco quería ir a ningún otro lugar. Hay tantas cosas buenas por hacer que nos sobran los motivos. Y si sólo haces cosas que te hagan sentir bien nadie te puede hacer infeliz. No importa la profesionalidad del camarero o la calidad de la comida. Tampoco es el día de comentar los documentales de la 2. En serio, os lo juro, no hace falta. Aquí se premia la risa.
Y sí. Quizá tengo motivos para quejarme pero en esos momentos paso de hacerlo. ¿Por qué? porque no me da la real gana. Ya decía mi querida Celia Cruz que “todo aquel que piense que la vida siempre es cruel, tiene que saber que no es así, que tan solo hay momentos malos…y todo pasa”.
No hay pareja perfecta, ni amigos perfectos ni familia perfecta. Y hay gente que aprovecha las reuniones navideñas para sacar los trapos sucios.  Paciencia, paciencia y más paciencia. Si tienes la mala suerte de sentarte frente a uno de ellos respira profundo, cambia de tema, invítale a un karaoke o hazte el sordo. No es momento para rencores ni venganzas. ¡¿Tienes todo un año para resolver tus problemas y tiene que ser HOY?! No caigas en la tentación.
Con el corazón navideño en la mano: reunirte con los amigos no es el día para usar el buzón de quejas y reclamaciones. Fuera victimismos. Estas reuniones tienen su aquel y se trata de ver quien la suelta más gorda. ¡O hacer un Bridget Jones!
Cualquier cosa que sea saborear la compañía al natural. Tal y como somos.

 

Coco.
Fuente de la fotografía: Pinterest.
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